domingo, 31 de marzo de 2013

Artemis Fowl 8 de Eoin Cofler, Capítulo 1 (parte 2) - TRADUCCIÓN



Aquí les dejo la segunda y última parte del 1º capítulo de este maravilloso libro. en verdad me esperaba tardar mucho más, pero me enganche ayer traduciendo e hice como 6 hojas de un tirón. espero que lo disfruten...

La Plaza de la Policía era una cresta empedrada de forma que la silueta de la insignia en forma de bellota de la Policía de los Elementos del Subsuelo estuviese cuidadosamente trazada por maestros artesanos. En lo que concernía a los oficiales de la PES, era una completa pérdida de esfuerzo, puesto que, generalmente, no eran del tipo que se inclinaba para mirar desde las ventanas del cuarto piso y maravillarse por como la luz solar artificial enganchaba el ritmo de cada adoquín dorado y se arreglaba para centellear.
En este día en particular, parecía que todos en el cuarto piso se habían deslizado de sus cubículos, como guijarros en una superficie inclinada, para reunirse en la sala de Situaciones, unida a la oficina/laboratorio de Potrillo.
Holly se abrió paso a codazos por la sección más angosta del extrañamente silencioso grupo. Mayordomo simplemente se aclaró la garganta una vez y la multitud se apartó como si estuviera magnéticamente repelida del gigante humano. Artemis tomó este camino hacia dentro de la sala de Situaciones para encontrar al Comandante Camorra Kelp y a Potrillo, parados frente a una pantalla del tamaño de la pared, absortos por los acontecimientos.
Potrillo notó los jadeos que seguían a Mayordomo hacia donde sea que iba en Refugio y miró a su alrededor.
-Que los cuatros te acompañen, -le susurró el centauro a Artemis, su felicitación/broma estándar por los pasados seis meses.
-Estoy curado, como bien tú sabes, -dijo Artemis. -¿Qué está pasando?
Holly se hizo un espacio al lado de Camorra Kelp, que parecía estar transformándose en su jefe formal, el Comandante Julius Remo, mientras pasaban los años. El Comandante Kelp rebosaba de una actitud determinada, causa por la que había adoptado el nombre de Camorra después de su graduación. Una vez había tratado de arrestar un trol por ensuciar, y resultó en el parche de piel artificial en la punta de su nariz, que brillaba amarillento desde un cierto ángulo.
-Corte Nuevo, Skipper, -Dijo Holly. –Remolacha tiene uno como ese.
El Comandante Kelp no quitó sus ojos de la pantalla. Holly estaba bromeando porque estaba nerviosa y Camorra lo sabía. Ella estaba en lo correcto en estar nerviosa. De hecho, sentir por completo miedo hubiera sido más apropiado, dada la situación que se emitía frente a ellos.
-Mira el show, Capitana, -dijo entre dientes. –Es bastante explicativo.
Habían tres figuras en la pantalla, un prisionero de rodillas y dos captores; pero Holly no ubicó a Opal Koboi en seguida porque la buscaba entre los dos seres parados. Con un salto, se dio cuenta de que Opal era la prisionera.
-Es un truco, -Dijo- Debe de serlo.
El Comandante Kelp se encogió de hombros. Míralo y observa.
Artemis se acercó a la pantalla, escaneando la imagen en busca de información.
-¿Están seguros de que es en vivo?
-Es una señal en vivo, -Dijo Potrillo. –supuse que podían estar enviándonos una señal pre-grabada.
-¿De dónde proviene?
Potrillo observó el mapa trazado en su propio monitor. La línea de llamada venía de un satélite mágico desde Sud-África, de allí hacia Miami y luego hacia otro centenar de lugares, como el garabato de un niño molesto.
-Hackearon un satélite y corrieron la línea a través de una serie de capas. Podría ser cualquier lugar.
-El sol está alto, -reflexionó Artemis en voz alta. –Puedo adivinar por las sombras que es temprano por la tarde. Si es actualmente una señal en vivo.
-Eso lo reduce a un cuarto del planeta, -Dijo Potrillo cáusticamente.
El alboroto del cuarto se intensificó mientras, en la pantalla, uno de los dos gnomos voluminosos parado tras Opal levantó un arma humana automática, que parecía un cañón en sus dedos mágicos.
Parecía que de pronto la temperatura de la sala de Situaciones había disminuido.
-Necesito paz, - dijo Artemis. –Saquen a esta gente de aquí.
La mayor parte de los días, Camorra Kelp hubiera discutido con Artemis sobre que no tenía autoridad para limpiar la habitación, y, probablemente, habría invitado a más gente a entrar a la estrecha oficina, sólo para probar su punto; pero este no era “la mayor parte de los días”.
-Todos fuera, -Le ladró a los oficiales reunidos -Holly, Potrillo y fangosillo, quédense donde están.
-Creo que también me quedaré, -Dijo Mayordomo, escudando con su mano la parte de arriba de su cabeza para evitar quemarse con la lámpara.
Nadie objetó.
Usualmente, los oficiales de la PES hubieran protestado con su reticencia de machos cuando se les ordenaba moverse, pero en esa instancia se apuraron hacia el monitor más cercano, ansiosos de no perderse ni un solo fragmento de los eventos que se estaban desencadenando.
Potrillo trabó la puerta tras ellos con un golpe de su pata, luego oscureció las ventanas para que no hubiera ninguna distracción de afuera. Los otros cuatro formaban un semicírculo frente a la pantalla de la pared, mirando los que parecían ser los últimos minutos de la vida de Opal Koboi. Una de las Opal Kobois, en cualquier caso.
En la pantalla habían dos gnomos, ambos usando mascaras paras fiestas anti-UV, programadas para parecerse a cualquiera. Estas habían sido modeladas a Pip y Kip, dos gatitos animados populares en la TV, pero las figuras aun eran reconocibles como gnomos por sus torsos fornidos y sus antebrazos rechonchos. Estaban frente a una mediocre pared gris, cerniéndose sobre el pequeño duende que estaba de rodillas sobre las marcas de barro de algún vehículo con ruedas, agua cayendo de las piernas de su traje de diseñador. Las muñecas de Opal estaban atadas y su boca tapada, y parecía verdaderamente aterrorizada.
El gnomo con la pistola habló a través de la caja de voz de la máscara, disfrazando su voz como la de Pip el gatito.
-No puedo hacerlo más simple, -chilló, y, de alguna manera, la voz animada lo hizo parecer más peligroso. –Tenemos una Opal, ustedes tienen la otra. Dejan salir a su Opal, y nosotros no matamos a ésta. Tenían veinte minutos, ahora tienen quince.
Pip el gato ladeó su arma.
Mayordomo tocó el hombro de Holly.
-¿Acaba de decir...?
-Sí. Quince minutos u Opal muere.
El guardaespaldas puso el aparato traductor en su oído. Pero era tan confiable como su dudosa comprensión de Gnómico.
Camorra Kelp estaba incrédulo,
-¿Qué clase de trato es ese? ¿Danos un terrorista o matamos a un terrorista?
-No podemos dejar que alguien sea asesinado delante de nuestros ojos, -dijo Holly.
-Absolutamente no, -estuvo de acuerdo Potrillo. –No somos humanos.
Artemis carraspeó.
-Perdón, Artemis, -dijo el centauro. –Pero ustedes, los humanos, son una raza sedienta de sangre. Seguro que a veces producimos una duendecilla loca por poder, pero por lo general, las criaturas somos amantes de la paz. Que es probablemente la razón por la que vivimos aquí abajo en primer lugar.
Camorra Kelp gruñó, uno de sus recursos como líder (Que no mucha gente podía acarrear, especialmente cuando estaba parado sobre lo que Artemis estaba seguro que eran botas de más de treinta centímetros.) Pero el gruñido de Camorra era lo suficientemente convincente como para sofocar la disputa.
-Concéntrense, gente, -Dijo. –Necesito una solución aquí. Bajo ninguna circunstancia podemos liberar a Opal Koboi, pero tampoco podemos quedarnos parados y dejar que sea asesinada.
La computadora había recogido algunas referencias de Koboi en la pantalla, y había elegido correr su archivo en una ventana lateral, en cualquier caso, nadie necesitaba refrescar su memoria.
Opal Koboi. Duende genio certificada como industrialista e inventora. Organizó el golpe goblin y su protesta. Clonada a sí misma para escapar de prisión y tratar de liderar a los humanos a Refugio. Responsable del asesinato del Comandante Julius Remo. Poseía una glándula pituitaria humana implantada para desarrollar la hormona del crecimiento (removida con posterioridad). La versión más joven de Opal siguió a la Capitana Canija desde el pasado y se encuentra actualmente en la línea del tiempo del presente. Está asumido que tratará de liberar a su yo encarcelado y volver a su propio tiempo. Opal ocupa la posición uno y dos en la lista de los Más Peligrosos de la PES. Categorizada como altamente inteligente, motivada, y psicótica.
“Esta es una movida osada, Opal”, pensó Artemis. “Y con repercusiones potencialmente catastróficas.”
Sintió a Holly mirando su hombro.
-¿Qué piensas, Artemis?
El niño frunció el seño.
–Mi primera impresión es llamarlo un engaño. Pero los planes de Opal, siempre toman en cuenta las primeras impresiones.
-Podría ser una trampa. Tal vez, esos goblins simplemente dispararán en falso.
Artemis sacudió la cabeza.
-No. Eso no traería otro desenlace más que un momento de horror para nosotros. Opal ha planeado esto para ganar, cual sea la ocasión. Si la desencarcelas, entonces ella es libre. Si la Opal más joven muere, entonces... ¿entonces qué?
Mayordomo intervino.
–Puedes hacer toda clase de cosas con los efectos especiales, hoy en día ¿Y si computarizaron su cabeza para que explote?
Artemis estaba decepcionado por esta teoría, la cual sintió que ya había descartado.
-No, Mayordomo. Piensa. De nuevo, no hay nada que ganar.
Potrillo bufó. –En cualquier punto, si la matan, sabremos muy pronto si todo eso es real o no.
Artemis rió a medias. –Es verdad. Ciertamente sabremos.
El guardaespaldas gruñó. Este era uno de esos momentos en el cual Artemis y Potrillo estaban al tanto de algo científico y asumían que todos los demás en la habitación también conocían todos los factores. Ocasiones como esta garantizaban volver a Holly loca.
-¿De qué están hablando? – Gritó. -¿Qué vamos a saber? ¿Cómo sabremos lo que sea que vaya a ser?
Artemis la miró como si estuviera despertando de un sueño -¿Realmente, Holly? ¿Tienes a dos individuos iguales ocupando la misma corriente del tiempo, y eres inconsciente de las ramificaciones?
En la pantalla, los gnomos se pararon como estatuas tras la temblorosa duendecilla. El que estaba armado, Pip, miraba ocasionalmente un reloj de pulsera levantando su manga con el cañón de la pistola, pero, por lo demás, esperaron pacientemente. Opal imploraba con los ojos, mirando la lente de la cámara; gruesas lágrimas recorrían sus mejillas, brillando por el sol. Su cabello parecía más fino de lo usual y sucio. Su traje Juicy de alta costura, conseguido sin duda en la sección infantil de alguna tienda exclusiva, tenía varios lugares rotos, las rasgaduras cubiertas de sangre. La imagen era de súper-alta-definición, y tan clara como si miraras por una ventana. Si esta era una amenaza falsa, entonces la joven Opal no lo sabía.
Camorra golpeó el escritorio, una afección de Julius Remo que había adoptado.
-¿Cuáles son las ramificaciones? Dime.
-Solo para ser claro, -dijo Artemis, -¿Quieres que te diga lo que la palabra ramificaciones significa? ¿O cuáles son las ramificaciones?
Holly golpeó con el hombro al genio en la cadera, apurándolo.
-Artemis, estamos contrarreloj aquí.
-Muy bien, Holly. Este es el problema…
-Vamos, -Declaró Potrillo. –Déjame explicar. Ésta es mi área, y seré conciso y al punto, lo prometo.
-Adelante, entonces, -Dijo Camorra, que era conocido por su amor por lo conciso y al punto.
Holly rió, una simple carcajada áspera. No podía creer que todos siguieran actuando como siempre, cuando una vida estaba en peligro.
Nos hemos vuelto desensibilizados, como los humanos.
Lo que sea que Opal haya hecho, aún era una persona. Hubieron días oscuros en los que Holly había soñado con cazar a esa pequeña duendecilla y aplicarle un poco de justicia al estilo de los Fangosos, pero esos días se habían ido.
Potrillo tiró de su mechón escandalosamente peinado.
-Todos los seres vivos están hechos de energía, -empezó con su típica voz pomposa de impartiendo información importante que usaba en momentos como ese. –Cuando este ser muere, su energía se disipa lentamente y vuelve a la tierra. –Hizo una pausa dramáticamente. -¿Pero, qué y si la completa existencia de un ser se viera negada por una repentina anomalía cuántica?
Camorra alzó los brazos. - !Whoa! Conciso y al punto, ¿Recuerdas?
Potrillo reformuló lo que estaba diciendo. -Okey. Si la Opal joven muere, entonces la Opal vieja ya no puede continuar existiendo.
Le tomó un segundo, pero al final Camorra lo captó. –Así que, ¿Será como en las películas? ¿Ella chisporroteará fuera de nuestra existencia, nosotros estaremos un poco perdidos por un momento, y luego nos olvidaremos de ella?
Potrillo rio disimuladamente. –Esa es una teoría.
-¿Cuál es la otra?
El centauro palideció de repente, y, atípicamente, le cedió la palabra a Artemis.
-¿Por qué no explicas tú esta parte? -dijo. –Me acabo de imaginar lo que podría pasar y necesito empezar a hacer llamadas.
Artemis asintió secamente. –La otra teoría fue formulada por primera vez por su propio profesor Bahjee hace cinco siglos. Bahjee creía que si la línea del tiempo era contaminada por la llegada de una versión más joven de un ser, y, posteriormente, ésta versión joven falleciera, entonces el ser del presente liberaría toda su energía violenta y espontáneamente. Y no solo eso, todo lo existente gracias a la joven Opal también haría combustión.
Violentamente y combustión fueron palabras que el Comandante Kelp entendió bien.
-¿Liberar su energía? ¿Qué tan violentamente?
Artemis se encogió de hombros. –Eso depende del objeto o ser. La materia es cambiada instantáneamente a energía. Una gran fuerza explosiva sería liberada. Podríamos hablar incluso de fisión nuclear.
Holly sintió como su corazón se aceleraba. -¿Fisión? ¿Fisión nuclear?
-Básicamente, -dijo Artemis. –para los seres vivos. Los objetos deberían causar un menor daño.
-¿Cualquier cosa que Opal haya hecho o contribuido a hacer va a explotar?
-No. Solo las cosas que ha influenciado en los pasados cinco años de nuestro tiempo, entre medio de sus dos edades, a pesar de que, probablemente, habrán ondas temporales en ambos lados.
-¿Estás hablando de todas las armas de su compañía que todavía están en comisión? -Preguntó Holly.
-Y los satélites, -añadió Camorra. –Todo vehículo secundario de la ciudad.
-Es solo una teoría, -Dijo Artemis. –Hay otra teoría que sugiere que nada va a pasar, a excepción de la muerte de una persona. La física triunfa sobre la física cuántica, y las cosas siguen como es normal.
Holly se encontró a sí misma con la cara roja con furia súbita. –Estás hablando como si Opal ya estuviera muerta.
Artemis no estaba seguro de que decir. –Estamos contemplando el abismo, Holly. En poco tiempo, muchos de nosotros podríamos estar muertos. Necesito ser objetivo.
Potrillo alzó la mirada del panel de su computadora. -¿Qué piensas sobre los porcentajes, fangosillo?
-¿Porcentajes?
-Teoría correcta.
-Oh, ya veo ¿Cómo serían las explosiones?
-Exactamente.
Artemis pensó sobre ello. –Considerando todas las cosas, diría que un noventa por ciento. Si fuera un hombre de apuestas, y hubiera alguien que aceptara este tipo de apuestas, pondría mi última moneda de oro en ello.
Camorra paseaba por la pequeña oficina. –Necesitamos liberar a Opal, inmediatamente.
Ahora Holly estaba insegura. –Pensemos sobre esto, Cam.
El comandante se giró hacia ella. –¿No escuchaste lo que dijo el humano? ¡Fisión! No podemos tener fisión en el subsuelo.
-Estoy de acuerdo, pero podría ser un truco.
-La alternativa es demasiado terrible. La soltamos, y la cazamos. Pon a Atlantis en la línea. Necesito hablar con el guardián de las profundidades ¿Aún se encuentra Vinyáya?
Artemis habló tranquilamente, pero con el tono de mando que lo hizo un líder natural desde la edad de diez años.
-Es demasiado tarde como para liberar a Opal. Todo lo que podemos hacer es salvar su vida. Eso es lo que ella planeó.
-¿Salvar su vida? –objetó Camorra. –Pero todavía tenemos… -El Comandante Kelp revisó la cuenta regresiva. –Diez minutos.
Artemis palmeó el hombro de Holly y luego se alejó de ella. –Si la burocracia mágica es en cualquier cosa parecida a la humana, entonces no serán capaces de poner a Opal dentro de una lanzadera en ese tiempo. Lo qué sí podrían hacer es llevarla al núcleo del reactor.
Kelp todavía no había aprendido a callarse y dejar al niño explicar, así que siguió haciendo preguntas, alentando en proceso, gastando segundos valiosos.
-¿El núcleo del reactor? ¿Qué núcleo del reactor?
Artemis levantó un dedo. –Una pregunta más, Comandante, y seré forzado a decirle a Mayordomo que lo restrinja.
Kelp estaba a un suspiro de echar a Artemis o acusarlo de algo, pero la situación era crítica y, si había una chance de que este humano pudiera, de alguna forma, ayudar…
Apretó sus puños hasta que sus dedos crujieron. -Okey. Habla.
-Las Profundidades son alimentadas por un reactor natural de fisión, en una capa mineral de uranio, posada sobre una cama de granito similar a la de Oklo, Gabón, -Dijo Artemis, arrancando los hechos de su memoria. –La compañía de poder de las Criaturas cosechan la energía en pequeñas vainas dentro del uranio. Estos estuches están estructurados con ciencia y magia para resistir una explosión nuclear moderada. Eso es lo que enseñan en las escuelas aquí ¿Todas las hadas en esta habitación lo saben, correcto?
Todos asintieron. Técnicamente, estaba en lo correcto, como lo sabían ahora.
-Si podemos poner a Opal dentro de la ranura antes del tiempo límite, entonces la explosión al menos estaría contenida y, teóricamente, si le echamos suficiente espuma anti-radiación, Opal incluso retendrá su integridad física. A pesar de que eso es algo, no apostaría mi última moneda en ello. Opal, aparentemente, está preparada para tomar el riesgo.
Camorra estuvo tentado a golpear al humano en el pecho, pero se resistió prudentemente. -¿Estás diciendo que todo esto es un elaborado plan de escape?
-Por supuesto, -dijo Artemis. –Y no tan elaborado. Opal nos está forzando a liberarla de su celda. La alternativa es la completa destrucción de Atlantis y de cada alma allí, lo que es impensable para cualquier persona, excepto Opal.
Potrillo ya había obtenido los planos de la prisión. –El núcleo del reactor está a no más de noventa y dos metros por debajo de la celda de Opal. Ahora estoy contactándome con el guardia.
Holly sabía que Artemis era un genio y que no había nadie más calificado para adivinar las intenciones de los secuestradores. Pero aún así tenían opciones.
Miró las figuras en la pantalla y se enfrió por lo casual que se veían esos gnomos a la luz de lo que estaban por hacer. Se encorvaban como adolescentes, apenas mirando a su cautiva, arrogantes en sus habilidades y ni una pizca conscientes de sus mascaras-inteligentes de personajes animados, que “leían” sus caras y proyectaban la emoción apropiada al estilo exagerado de las caricaturas. Esas caretas eran muy populares entre la multitud de karaoke, quienes entonces podían verse y sonar como sus ídolos.
“Tal vez ni siquiera saben lo que está en riesgo aquí,” Pensó Holly repentinamente. “Tal vez estén tan despistados como lo estaba yo diez segundos atrás.”
-¿Pueden escucharnos? –Le preguntó a Potrillo.
-Sí, pero aún no nos han respondido. Solo presiona el botón.
Esta era una vieja forma de hablar; en realidad no había ningún botón, sino un sensor en la pantalla táctil.
-¡Aguarda, Capitana! –ordenó Camorra.
-Soy una negociadora entrenada, señor, -dijo Holly, esperando que el respeto en su tono le hiciera lograr lo que quería. –Y una vez fui… -Miro culpable a Artemis, apenada por tener que jugar esa carta. –Y una vez fui rehén, así que sé cómo van las cosas. Déjeme hablarles.
Artemis asintió con coraje, y la elfa supo que había entendido su táctica.
-La Capitana Canija está en lo correcto, Comandante, -dijo. -Holly es un comunicador natural. Incluso se las arregló para hacerme a mí entender.
-Hazlo, -rugió Camorra. -Potrillo, sigue tratando de comunicarte con Atlantis. Y reúne al Concejo; necesitamos empezar a evacuar las dos ciudades ahora.
A pesar de que no podías ver sus caras verdaderas, las expresiones caricaturescas de los gnomos estaban aburridas. Eso decían la inclinación de sus cabezas y la curvatura de sus rodillas. Tal vez todo esto no era tan excitante como pensaron que iba a ser. Después de todo, no podían ver a su audiencia, y nadie había respondido a sus amenazas. Lo que había empezado como un acto revolucionario, se veía ahora como dos grandes gnomos metiéndose con una duendecilla.
Pip blandió su arma hacía Kip, y el significado era obvio: ¿Por qué no solo le disparamos ahora?
Holly activó el micrófono con una sacudida de su mano.
-Hola, ustedes allí. Ésta es la Capitana Holly Canija de la PES ¿Pueden escucharme?
Los gnomos se animaron, y Pip incluso intentó un silbido, que vino a través de la caja de voz como una vibración.
-Hey, Capitana Canija. Hemos escuchado sobre ti. He visto imágenes. No está mal Capitana.
Holly reprimió una réplica mordaz. Nunca debes forzar a un secuestrador a demostrar su resolución.
-Gracias, Pip ¿Puedo llamarte Pip?
-Tú, Holly Canija, puedes llamarme de cualquier manera y en cualquier momento que quieras, -chilló Pip, mientras extendía su mano libre para chocar nudillos con su compañero.
Holly estaba incrédula. Esos dos estaban a punto de incapacitar por completo el mundo mágico, y bromeaban sobre ello como dos goblins en una fiesta de bolas de fuego.
-Okay, Pip, -continuó uniformemente. -¿Qué podemos hacer por ustedes?
Pip sacudió la cabeza tristemente hacia Kip. -¿Por qué las más lindas son siempre las más estúpidas? –Giró hacia la cámara. –Tú sabes lo que puedes hacer por nosotros. Ya se lo dijimos. Liberen a Opal Koboi, o su modelo joven va a tomar un largo sueño. Y con eso me refiero a recibir un tiro en la cabeza.
-Necesitan darnos un poco de tiempo para mostrar confianza. Vamos, Pip ¿Una hora más? ¿Por mi?
Pip rascó su cabeza con el cañón del arma, pretendiendo estar considerándolo. –Eres linda, Holly. Pero no tan linda. Si te doy otra hora, nos rastrearan de algún modo y me tirarán un congela-tiempo a la cabeza. No, gracias, Cap. Tienen diez minutos. Si fuera tú, abriría esa celda o llamaría al director del funeral.
-Este tipo de cosas llevan tiempo, Pip, -persistió Holly, repitiendo el nombre para forjar un vínculo. –Toma tres días pagar una multa de tránsito.
Pip se encogió de hombros. –No es mi problema, bebe. Y puedes llamarme Pip todo el día y no nos hará mejores amigos. No es mi nombre real.
Artemis desactivó el micrófono. –Este es inteligente, Holly. No juegues con él, solo di la verdad.
La elfa asintió y prendió el aparato. -Okey, cual sea tu nombre. Déjame decírtelo directamente. Hay una buena chance de que, si le disparan a la Opal joven, aquí abajo habrá una serie de grandes explosiones. Mucha gente inocente morirá.
Pip blandió su pistola sin cuidado. -Oh si, las leyes cuánticas. Sabemos sobre eso, ¿no, Kip?
-Leyes cuánticas, -Dijo Kip. –Por supuesto que lo hacemos.
-¿Y no les importa que hadas buenas, gnomos que podrían estar emparentados a ustedes, mueran?
Pip alzó sus cejas para que se juntaran sobre la máscara. –¿Te llevas bien con alguien de tu familia, Kip?
-No tengo familia. Soy huérfano.
-¿En serio? Yo también.
Mientras bromeaban, Opal se estremecía en el suelo, tratando de hablar a través de la cinta. Potrillo obtendría un análisis vocal de los apagados murmullos después, si es que había un después, pero no se necesitaba ser un genio para figurarse que estaba rogando por su vida.
-Debe de haber algo que necesiten, -dijo Holly.
-Hay algo, -respondió Pip. –¿Puedo conseguir tu código-com? Seguro que me encantaría salir por un sim-latte cuando todo esto acabe. Puede que sea en un tiempo, por supuesto, en lo que Ciudad Refugio permanece en ruinas.
Potrillo puso un cuadro de texto en la pantalla que decía: Están trasladando a Opal.
Holly pestañó para demostrar que había entendido, luego siguió con la negociación. –Esta es la situación, Pip. Tenemos nueve minutos. No puedes sacar a alguien de Atlantis en nueve minutos. No es posible. Ellos necesitan ponerse el traje, presurizar, tal vez; ir a través de conductos hacia mar abierto. Nueve minutos no es suficiente.
Las respuestas teatrales de Pip se estaban volviendo un poco difíciles de tomar. –Bien, entonces creo que un montón de gente van a nadar. La fisión puede hacer un tremendo agujero en el escudo.
Holly se rompió. -¿No se preocupan por nadie? ¿Cuál es el precio por el genocidio?
Pip y Kip rieron.
-Es un horrible sentimiento, ¿no? La impotencia. - dijo Pip. –Pero hay sentimientos peores. Los Drownings, por ejemplo.
-Y ser aplastado por escombros de edificios, -añadió Kip.
Holly golpeó con sus diminutos puños la consola.
Estos dos son tan exasperantes.
Pip se acercó a la cámara, para que su máscara ocupara toda la pantalla. –Si no recibo una llamada de Opal Koboi en los próximos minutos diciéndome que está en una lanzadera camino a la superficie, le voy a disparar a esta duendecilla. Créelo.
Potrillo apoyó la cabeza en sus manos. –Solía adorar “Pip y Kip”, -Dijo.

Bueno, ese es el final del primer capítulo, y el segundo no es muy largo (6 hojas) asi que espero tenerlo listo pronto :)

viernes, 29 de marzo de 2013

Artemis Fowl 8 de Eoin Cofler, Capítulo 1 (parte 1) - TRADUCCIÓN

Aquí tienen la primer parte del 1º capítulo de este maravilloso libro, lo subo así, dividido, porque sino la espera sería bastante larga con la escuela, cumpleaños de 15, actividades extracurriculares, etc... Espero que la disfruten, y para descargar el libro en ingles, aqui el link: mybooksforfree.blogspot.com:


Capítulo 1
Una situación del Complejo
Notas del maletín del Dr. Jerbal Argon, de la fraternidad psicológica
1. Artemis Fowl, una vez auto llamado mente maestra adolescente criminal, ahora prefiere el termino genio juvenil. Aparentemente ha cambiado. (Nota para mí: Harrumph.)
2. Los pasados seis meses, Artemis ha estado teniendo sesiones de terapia semanales en mi clínica en Ciudad Refugio, en un intento para superar un severo caso del Complejo de Atlantis, una situación psicológica que desarrolló como resultado de su intromisión con las criaturas mágicas. (Bien merecido, tonto fangosillo.)
3. Recordar subir la horrorosa cuenta a los Policías de los Elementos del Subsuelo.
4. Artemis parece estar curado, y en un tiempo record ¿Es esto probable? ¿O incluso posible?
5. Discutir mi teoría de la relatividad con Artemis. Podría hacer un capítulo muy interesante para mi V-Book: Frustrando a Fowl: Engañando a los pantalones inteligentes (Los publicadores adoran el título—Ka-ching!)
6. Ordenar más analgésicos para mi maldita cadera.
7. Emitir un certificado en limpio sobre la salud mental de Artemis. Hoy, sesión final.

Oficina del Dr. Argon, Ciudad Refugio, elementos del subsuelo
La impaciencia de Artemis Fowl aumentó. El Dr. Argon estaba retrasado. Esta última sesión era innecesaria al igual que las otras seis. Él estaba completamente curado, dios santo, y lo había estado desde la semana dieciocho. Su prodigiosa inteligencia había acelerado el proceso, y no debería estar jugando con sus pulgares ante la petición de un gnomo psicólogo.
Al principio, Artemis paseaba por la oficina, rechazando calmarse con la pared de agua y sus luces del humor; luego se sentó por un minuto en la cabina de oxígeno, que descubrió un poco demasiado calmante.
“Cabina de oxígeno, en efecto”, pensó saliendo de la cabina.
Finalmente, la puerta siseó y se deslizo a un lado, dejando entrar al Dr. Jerbal Argon a su propia oficina. El gnomo rechoncho cojeó directo a su silla. Se dejo caer hacia el abrazo de su relleno, golpeando los controles del apoyabrazos hasta que una bolsa de gel brillo suavemente a la derecha de su cadera.
-Aaaah, -Suspiró –Mi cadera me está matando. Honestamente, nada ayuda. Las personas piensan que conocen el dolor, pero no tienen ni idea.
-Llegas tarde, -Señaló Artemis en Gnómico fluido, su voz carente de simpatía.
Argon suspiró felizmente mientras el caliente almohadón de la silla hacía efecto en su cadera.
-Siempre apurado, ¿eh, fangosillo? ¿Por qué no tuviste una bocanada de oxígeno o meditaste frente a la pared de agua? El Monje Hey-Hey maldice frente a esa cosa.
-No soy un duende pastor, Doctor. Lo que el Monje Hey-Hey hace después del primer gong me interesa poco ¿Podemos proceder con mi rehabilitación? ¿O prefieres gastar más de mí tiempo?
Argon resopló un poco e inclinó su cuerpo hacia adelante, abriendo unos expedientes sobre su escritorio.
-¿Por qué entre más sano estás, más antipático te vuelves?
Artemis cruzó las piernas, su lenguaje corporal estaba relajado por primera vez.
-Solamente ira reprimida, Doctor ¿De dónde provendrá?
-Cumplamos con tu disposición ¿Si, Artemis? -Argon agarró una pila de tarjetas del archivo. –Voy a mostrarte algunas manchas de tinta, y tú me debes decir que figura te sugieren.
El quejido de Artemis fue extenso y teatral. –Manchas de tinta. Oh, por favor. Mi vida es considerablemente más corta que la suya, Doctor. Prefiero no gastar tiempo valioso en pruebas inútiles. También debemos leer hojas de té o adivinar el futuro en las entrañas del pavo.
-La lectura de las manchas de tinta son indicadores confiables de la salud mental, -Objetó Argon. –Probadas y comprobadas.
-Comprobadas por psiquiátricos para psiquiátricos, -Bufó Artemis.
Argon le dio un manotazo a una de las tarjetas de la mesa.
-¿Qué ves en esta mancha de tinta?
-Veo una mancha de tinta, -Dijo el humano.
-Sí, pero, ¿qué es lo que la mancha te sugiere?
Artemis sonrió de manera altamente molesta.
-Veo la carta quinientos treinta y cuatro.
-¿Perdón?
-Carta quinientos treinta y cuatro, -Repitió el genio. –De una serie de seiscientas cartas estándares de manchas de tinta. Las memoricé durante nuestra sesión. Ni siquiera las mezclaste.
Argon chequeó el número en la parte de atrás de la carta: 534. Por supuesto.
-Conocer el número no responde a la pregunta ¿Qué es lo que ves?
Artemis permitió que su labio se tambalease.
–Veo un hacha que chorea sangre. También un niño asustado y un elfo vestido con la piel de un trol.
-¿De veras? –Ahora Argon estaba interesado.
-No. No es en serio. Veo una construcción segura, tal vez una casa familiar, con cuatro ventanas. Una mascota fiel y un camino que lleva desde la casa hasta la distancia. Creo, que si te fijas en tu manual, encontrarás que esta respuesta entra en los parámetros de salud.
Argon no necesitaba fijarse. El fangoso estaba en lo correcto, como siempre. Tal vez, con su nueva teoría, podía tomarlo desprevenido. No era parte del programa, pero podía hacerlo ganar un poco de respeto.
-¿Has escuchado sobre la teoría de relatividad?
Artemis parpadeó. -¿Es una broma? Viajé a través del tiempo, Doctor. Creo que se un poco sobre relatividad.
-No. No esa teoría; mi teoría de la relatividad propone que todas las cosas mágicas están relacionadas e influenciadas por antiguos hechizos o puntos calientes mágicos.
Artemis tomó su barbilla. -Interesante. Pero pienso que encontraras que tu postulación debería llamarse la teoría de relativinodad.
-Como sea, -dijo Argon, dejando atrás la objeción. –Hice una pequeña investigación, y parece ser que los Fowl han molestado a la gente mágica varias veces durante miles de años. Docenas de antecesores tuyos intentaron obtener una olla de oro, a pesar de que has sido el único en tener éxito.
Artemis se enderezó; esto era interesante. –Y nunca supe esto porque le borraron la memoria a mis antepasados.
-Exactamente, -dijo Argon, excitado por tener la completa atención de su paciente. -Cuando era joven, tu propio padre maniató a un enano que había sido atraído a su propiedad. Imagino que todavía sueña con ese momento.
-Bien por mí. –Un pensamiento golpeó a Artemis. -¿Por qué el enano fue atraído a nuestra mansión?
-Por la magia residual fuera de escala que hay allí. Algo pasó en la finca de los Fowl. Algo grande, mágicamente hablando.
-Y el poder permanente nos implanta ideas en las cabezas de los Fowl y nos guía hacia la creencia en magia, -Murmuró Artemis, casi para sí mismo.
-Exacto. Es una situación de goblin-y-huevo ¿Pensaste sobre la magia antes de encontrarla? ¿O la magia te hizo pensar en buscarla?
Artemis tomó un par de notas en su smartphone.-Y este enorme evento mágico, ¿podrías ser más específico?
Argon se encogió de hombros. –Nuestros registros no llegan tan lejos. Diría que estamos hablando de cuando las hadas vivían en la superficie, más de diez mil años atrás.
Artemis se levantó y se cernió sobre el gnomo rechoncho. Sentía que le debía algo al doctor por su teoría de la relativinodad, qué, ciertamente llevaría alguna investigación.
-Dr. Argon, ¿Tuvo pie equinovario de pequeño?
Argon estaba tan sorprendido que respondió honestamente a la pregunta personal, muy inusual para un psicologo. –Sí, sí tuve.
-¿Y fuiste forzado a usar zapatos correctivos con suelas apiladas?
Argon estaba intrigado. No había pensado en esos horribles zapatos en siglos; de hecho, los había olvidado hasta el momento.
-Sólo uno, en mi pie derecho.
Artemis asintió sabiamente, y Argon sintió como si sus roles hubieran sido cambiados, y él fuera el paciente.
-Puedo adivinar que tu pie fue alineado correctamente, pero que tu fémur se torció levemente en el proceso. Una simple ortesis debería solucionar tu problema. -Artemis saco una servilleta doblada de su bolso. –Hice un diseño mientras me tenías esperando en estas últimas sesiones. Potrillo debería ser capaz de construírtelo. Debo de haber estado unos milímetros afuera de mi estimación de tus dimensiones, así que mejor seas medido. –Apoyó diez dedos en el escritorio. -¿Puedo irme? ¿He cumplido con mi obligación?
El médico asintió sombríamente, pensando que posiblemente omitiría esa sesión de su libro. Observó a Artemis caminar a través del suelo de la oficina y desaparecer tras el camino de entrada.
Argon estudió el dibujo en la servilleta y supo por instinto que Artemis estaba en lo correcto sobre su cadera.
“O ese chico es la criatura más sana de la tierra,” pensó, “o está tan desequilibrado que nuestras pruebas no pueden siquiera raspar la superficie.”
Argon agarró un sello de caucho de su escritorio, y, cubriendo el expediente de Artemis, estampó FUNCIONAL en grandes letras rojas.
“Eso espero,” pensó. “En verdad lo espero.”
El guardaespaldas de Artemis, Mayordomo, aguardó por su jefe afuera de la oficina del Dr. Argon, en una gran silla, regalo del centauro Potrillo, consultor técnico de la Policía de los Elementos del Subsuelo.
-No puedo quedarme parado, viéndote encaramado en un taburete mágico, -Le había dicho Potrillo. –Ofende mis ojos. Pareces un mono pelando un coco.
-Muy bien, -había respondió Mayordomo con su voz grave. –Acepto el regalo, pero solo por la preservación de tus ojos.
En verdad había estado feliz de tener una silla cómoda, siendo más de 1,98 metros de alto en una ciudad de gente de 91 centímetros.
El guardaespaldas se paró y se estiró, aplastando sus palmas contra el techo, que era el doble de alto que un hada estándar. Gracias a dios, Argon tenía gusto por lo exagerado, o Mayordomo no podría haberse parado derecho en la clínica. En su opinión, el edificio, con sus techos abovedados, sus tapices con motas doradas, y puertas de madera retro, se veía más como un monasterio, donde los monjes hacían sus votos de riqueza, que un centro médico. Solo la pared con laser, los desinfectantes de manos y la ocasional duendecilla enfermera que pasaba, le recordaba que era en realidad una clínica.
“Estoy tan feliz de que esto esté llegando a su fin”, Había pensado Mayordomo al menos una vez cada cinco minutos en las dos últimas semanas. Había estado en lugares pequeños muchas veces; pero había algo en ser confinado en una ciudad sujeta al interior de la tierra que lo hacía sentir claustrofóbico por primera vez en su vida.
Artemis emergió de la oficina de Argon, su sonrisa de autosuficiencia más pronunciada que lo usual. Cuando Mayordomo vio esta expresión, supo que su jefe estaba nuevamente al mando de sus facultades, y que el Complejo de Atlantis estaba certificado como curado.
No más contar palabras. No más miedo irracional por el número cuatro. No más paranoia e ilusiones. Gracias a dios por eso.
De todas formas preguntó, solo para estar seguro. -Bueno, Artemis, ¿Cómo estamos?
Artemis abotonó el saco de algodón de su traje azul marino. –Estamos bien, Mayordomo. Eso quiere decir que yo, Artemis Fowl Segundo, estoy cien por ciento funcional, lo que es unas cinco veces más funcional que una persona promedio. O, poniéndolo de otra manera: uno punto cinco de Mozart. O tres cuartos de da Vinci.
-¿Sólo tres cuartos? Estas siendo modesto.
-Correcto, -dijo Artemis, sonriendo. –Lo estoy.
Los hombros de Mayordomo se hundieron con alivio. Ego inflado, suprema confianza en sí mismo. Artemis era, definitivamente, el de antes.
-Muy bien. Recojamos a nuestra escolta y sigamos nuestro camino, ¿podemos? Quiero sentir el sol en mi cara. El sol real, no esas lámparas de UV que tienen aquí.
Artemis sintió una punzada de simpatía por su guardaespaldas, una emoción que había estado experimentando más y más seguido en los meses recientes. Era lo suficientemente difícil para Mayordomo pasar desapercibido entre los humanos; allí abajo, solo podría haber llamado más la atención usando un traje de payaso y haciendo malabares con bolas prendidas fuego.
-Muy bien, -Estuvo de acuerdo Artemis. –Pasaremos a buscar a nuestra acompañante y partiremos ¿Dónde está Holly?
Mayordomo señaló hacía abajo por el corredor. –Donde siempre. Con el clon.
La Capitana Holly Canija de la Policía de los Elementos del Subsuelo de la división de Refugio observó la cara de su archi-enemiga y solo pudo sentir pena. Por supuesto, si hubiera estado observando a la verdadera Opal Koboi y no a un clon, la pena no hubiera sido el ultimo sentimiento en su lista, pero definitivamente estaría muy por debajo de rabia y disgusto intenso, bordeando el odio. Pero este era un clon, crecido por adelanto para por una duendecilla megalomaniática con un doble físico, para ser liberada de la custodia en la clínica de J. Argon si la PES hubiera podido encarcelarla, que hicieron.
Holly sentía lástima por el clon porque era una criatura patética y muda, que nunca debió de ser creada. El clonamiento había sido censurado por la ciencia por razones religiosas y por el obvio hecho de que un ser sin fuerza o alma para dar poder a su sistema, estaba condenado a una vida corta de actividad cerebral negligente y el fallo de órganos. Este clon había vivido la mayoría de sus días en una incubadora, luchando por cada respiro desde que había sido retirado del cristal donde había crecido.
-No por mucho más tiempo, pequeña, -Susurró Holly, tocando la frente sustituta del clon a través de los guantes esterilizadores construidos en la pared de la incubadora.
Holly no podía decir con exactitud por qué había empezado a visitar al clon. Tal vez porque Argon le había dicho que nadie lo hacía.
Vino de ninguna parte. No tiene amigos.
Ella al menos tenía dos amigos. Artemis había estado uniéndose a sus visitas, y varias veces se sentaba a su lado en silencio, algo inusual en él.
La designación oficial del clon era Experimento desautorizado 14, pero los chistosos de la clínica la habían nombrado Nopal, que era un cruel juego de palabras entre el nombre  Opal y las palabras no pal (N/A: Pal en ingles es Amigos). Malvado o no, el nombre encajaba; y ahora incluso Holly lo usaba, pensó frágilmente.
Argon le había asegurado que el Experimento Desautorizado 14 no tenía facultades mentales, pero Holly estaba segura de que a veces, los ojos tímidos de Nopal reaccionaban a sus visitas ¿Podía el clon reconocerla?
Holly miró las delicadas fracciones de Nopal e, irremediablemente, le recordó a quien donó los genes del clon.
“Esa duendecilla es veneno,” pensó amargamente. “Lo que toca, emblanquece y muere.”
Artemis entró a la habitación y se paró al lado de Holly, descansando una mano en su hombro.
-Están equivocados sobre Nopal, -dijo Holly. –Ella siente y entiende.
Artemis se inclinó. –Lo sé. Le enseñé algo la semana pasada. Observa.
Posó una mano en el vidrio, golpeando sus dedos lentamente en una secuencia, construyendo un ritmo. –Es un ejercicio elaborado por un doctor cubano llamado Parnassus. Lo usa para generar una respuesta de parte de infantes, e incluso de chimpancés.
Artemis continúo golpeando, y, lentamente, Nopal respondió alzando su mano trabajosamente hacia la del chico y golpeando el cristal con torpeza en un intento de copiar el ritmo.
-Allí ¿Ves? -dijo Artemis. -Inteligencia.
Holly lo golpeó suavemente, hombro contra hombro, su versión de un abrazo. –Sabía que, eventualmente, tu cerebro sería útil.
El grupo de bellotas sobre el pecho del traje de la PES de Holly vibraron, y la elfa tocó su aro tecnológico, aceptando la llamada. Un rápido vistazo a su computadora de muñeca le dijo que era una llamada del consultor técnico de la PES, Potrillo, y había sido clasificada como urgente.
-Potrillo ¿Qué pasa? Estoy en la clínica como niñera de Artemis.
La voz del centauro era tan clara como el cristal a través de las conexiones inalámbricas de Ciudad Refugio.
-Te necesito de vuelta en la Plaza de Policía, ahora. Trae al fangosillo.
Sonaba dramático, pero Potrillo podía ser la reina del drama si su soufflé de zanahoria colapsase.
-Así no es como esto funciona, Potrillo. Los consultores no les dan órdenes a los capitanes.
-Tenemos a una señal de Koboi viniendo de un satélite. Es una señal en vivo, -Contrarrestó el consultor técnico.
-Estamos de camino, -dijo Holly, cortando la conexión.
Recogieron a Mayordomo en el corredor. Artemis, Holly, y Mayordomo eran tres aliados que habían superado campos de batalla, rebeliones, y conspiraciones, todas juntas y habían desarrollado sus propias crisis.
El guardaespaldas vio a Holly usando su cara de trabajo.
-¿Situación?
Holly siguió de largo, obligando a los otros a seguirla
-Opal, -dijo en ingles.
La cara de Mayordomo se endureció. -¿Ojos en?
-Transmisión satelital.
-¿Origen? –preguntó el guardaespaldas.
-Desconocido.
  Se apuraron por el corredor retro hacia el patio de la clínica. Mayordomo adelantó al  grupo y mantuvo la puerta vintage abierta, con sus ventanas manchadas que representaban a un doctor consolando a un lloroso paciente.
-¿Vamos a tomar el Palo? –Preguntó el guardaespaldas, su tono sugería que preferiría no tomarlo.
Holly atravesó la entrada. –Perdón, grandote, hora del Palo.
Artemis nunca había estado en un transporte público antes, humano o mágico, y por eso preguntó, -¿qué es el Palo?
El Palo era el nombre de una calle que tenía una serie de cintas transportadoras que corrían en líneas paralelas a través de una red de cuadras de ciudad Refugio. Era un modo anciano, rápido y seguro de transporte, que operaba con una base de sube/baja similar a cierto sistema humano de cintas de transporte en los aeropuertos. Eran plataformas a lo largo de la ciudad, y todas las personas debían dar un paso hacia la correa y aferrarse a un palo de fibra de carbón que brotaba de ella. Por eso el nombre de Palo.
Por supuesto, Artemis y Mayordomo habían visto el Palo antes, pero el niño nunca había planeado usar un modo de transporte tan indignante, y, por lo tanto, no se había molestado en averiguar su nombre. Artemis sabía que, con su famosa falta de coordinación, cualquier intento de subirse a la cinta hubiera resultado en una caída humillante. Para Mayordomo, el problema no era el de la coordinación o de su escasez. Él sabía que con su volumen, sería difícil solamente encajar sus pies en la anchura de la correa.
-Ah, sí -dijo Artemis. –El Palo. ¿Segura que una cabina verde no sería más rápida?
-Nop, -dijo Holly, presionando hacia Artemis arriba de la rampa hasta la plataforma, luego golpeándolo en los riñones en el momento exacto para que se parara sobre la cinta inconscientemente, su mano descansando en un asidero bulboso del palo.
-Hey, -dijo Artemis, tal vez la tercera vez en su vida que había usado una jerga expletiva. –Lo hice.
-Próxima parada, los Olímpicos, -dijo Holly, que había montado la correa atrás suyo. -Vamos guardaespaldas, -Llamó a Mayordomo por sobre su hombro. –Tu jefe se está adentrando en un túnel.
Mayordomo le lanzó a la elfa una Mirada que podría haber intimidado a un toro. Holly era una querida amiga, pero sus bromas podían ser crueles. Se puso de puntillas sobre la cinta, apretando sus enormes pies en una sola sección y doblando las rodillas para agarrar el pequeño palo. En silueta, se parecía a la bailarina más voluminosa del mundo tratando de arrancar una flor.
Holly podría haber reído si Opal Koboi no hubiera estado en su mente.
La cinta de El Palo llevó a sus pasajeros desde la Clínica de Argon, a través del borde de una plaza con estilo italiano, hasta un túnel bajo, que había sido cortado con laser de la roca sólida. Los tenedores llenos de ensalada de las hadas se quedaban congelados a medio camino de sus bocas mientras el extraño trío pasaba.
La vista de un traje de la PES era común en la correa del Palo, pero un niño humano larguirucho, vestido como un empresario y un hombre-montaña, del tamaño de un trol, era bastante inusual.
El túnel tenía apenas 90 centímetros de altura, así que Mayordomo fue forzado a doblarse sobre tres secciones, aplastando muchos asideros en el proceso. Su nariz estaba a no más de un par de centímetros de la pared del túnel, y notó que estaba gravada con hermosos pictogramas luminosos, representando episodios de la historia humana.
Así, las hadas jóvenes, podían aprender algo sobre su propia herencia cada vez que pasaban por allí. “Que maravilloso” Pensó Mayordomo, pero suprimió su admiración para concentrarse en las tareas de guardaespaldas y no gastar neuronas en estar maravillado mientras estaba bajo tierra. “Guárdalo para el retiro”, pensó “Entonces podrás volver atrás y apreciar el arte.”