viernes, 3 de enero de 2014

The Bane Chronicles N°9: The Last Stand of the New York Institute (1/3) - Cassandra Clare - TRADUCCIÓN

Bueno, bueno, cuanto tiempo! Ya estaba fuera de práctica, hace mucho que no hago esto, pero para volver a empezar, aquí traigo la primera parte (de 3, supongo) de “The Bane Chronicles N° 9: The Last Stand of The New York Institute” por la maravillosa Cassie Clare (obviamente, no me pertenece nada, desafortunadamente)… personalmente, esta historia me gustó mucho, y seguramente vaya a subir las otras, pero sin ningún orden en específico… espero que la disfruten:

Las Crónicas de Bane: la Última Defensa del Instituto de Nueva York
Ciudad de Nueva York, 1989
El hombre estaba, por mucho, demasiado cerca. Se detuvo en el buzón a unos dos metros de Magnus y comió de su desastroso pancho con chili de Gray’s Papaya. Cuando hubo terminado, arrugó la envoltura cubierta de chili y la tiró al suelo, en dirección a Magnus, luego, tironeó de un agujero en su campera de mezclilla y no le quitó el ojo de encima. Su mirada era la misma que algunos animales le dan a sus presas.
Magnus estaba acostumbrado a una cierta cantidad de atención. Su ropa la llamaba. Usaba unos Doc Martens plateados, jeans rasgados artísticamente, tan grandes que sólo un angosto cinturón de plata brillante prevenía que se le cayeran por completo, y una remera rosa tan grande que exponía sus clavículas y un poco de su pecho- la clase de ropa que hacía a la gente pensar en la desnudez. Pequeños pendientes bordeaban una de las orejas, terminando en uno más grande balanceándose en el lóbulo, un aro con la forma de un gran gato de plata usando una corona y sonriendo con superioridad. Un collar ankh plateado descansaba sobre su corazón, y una campera negra hecha a medida lo envolvía, con cuentas colgando, más para completar el conjunto que para protegerlo del aire nocturno. El atuendo era completado por un corte Mohawk, presumiendo un mechón rosa.
Y estaba apoyándose contra la pared exterior de la clínica West Village, ya entrada la noche.  Eso era suficiente para sacar lo peor de algunas personas. La clínica era para pacientes con SIDA. La plaga local moderna. En vez de demostrar compasión, o buen sentido, o preocupación, muchas personas se referían al hospital con odio y disgusto. En todas las eras pensaba que fueron iluminados, y en todas las eras vagaba en casi la misma oscuridad de miedo e ignorancia.
-Bicho raro. –Dijo el hombre finalmente.
Magnus lo ignoró y siguió leyendo su libro, It’s Always Something por Gilda Radner, bajo la leve luz fluorescente de la entrada a la clínica. Ahora, enojado por la falta de respuesta, el hombre empezó a murmurar una serie de cosas bajo su aliento.
Magnus no podía escuchar lo que decía, pero podía adivinarlo. Insultos sobre su sexualidad percibida, sin duda.
-¿Por qué no circulas? –Dijo Magnus, tranquilamente cambiando de hoja. –Sé de una peluquería abierta toda la noche. Pueden arreglar esa uniceja tuya en poco tiempo.
No era lo correcto para decir, pero a veces esas cosas salían. No puedes aceptar tanta ignorancia ciega y estúpida sin fracturarte un poco en los lados.
-¿Qué dijiste?
Dos policías pasaron en ese momento. Posaron su vista en dirección a Magnus y el extraño. Había una mirada de advertencia para el hombre, y una de disgusto apenas disimulado para Magnus. Esta dolía un poco, pero el brujo estaba tristemente acostumbrado a ese trato. Él había jurado hacía mucho que nadie lo cambiaría –no los mundanos que lo odiaban por una cosa, ni los Cazadores de Sombra que estaban actualmente cazándolo por otra.
El hombre se alejó, pero mirando hacia atrás.
Magnus guardó el libro en su bolsillo. Eran casi las ocho, demasiado oscuro para seguir leyendo, y ahora estaba distraído. Miró a su alrededor. Sólo unos años atrás, esta había sido una de las esquinas más vibrantes, festivas y creativas de la ciudad. Buena comida en cada cuadra y parejas paseando. Ahora las cafeterías parecían raramente pobladas. Las personas caminaban con rapidez. Tantas habían muerto, tanta gente espléndida. Desde donde estaba, Magnus podía ver tres apartamentos anteriormente ocupados por amigos y amantes. Si giraba en la esquina y caminaba por cinco minutos, pasaría frente a una docena de otras ventanas oscuras.
Los mundanos morían tan fácilmente. No importaba cuantas veces lo presenciaba, nunca se volvió más tolerable. Él había vivido por siglos, y todavía esperaba a que la muerte se volviera más sencilla.
Normalmente evitaba esta calle por esa razón, pero esta noche, esperaba a que Catarina terminara su turno en la clínica. Cambió su peso de un pie al otro, y apretó la campera aún más contra su pecho, lamentando por un momento haber elegido basarse en la ligera moda en vez de en calor y comodidad.
El verano se había quedado hasta tarde, y los árboles cambiaron sus hojas con rapidez.  Ahora esas hojas caían velozmente y las calles estaban desnudas y desprotegidas. El único punto luminoso era el mural Keith Haring en la pared de la clínica –brillantes caricaturas en colores primarios bailando juntas con un corazón flotando sobre todas ellas.
Los pensamientos de Magnus fueron interrumpidos por la repentina reaparición del hombre, quien había claramente dado la vuelta a la cuadra y estaba completamente enojado por el comentario de Magnus. Esta vez, el hombre caminó derecho hacia el brujo, parando ante a él, casi frente a frente.
-¿En serio? –Dijo Magnus. –Vete. No estoy de humor.
Como respuesta, el hombre sacó una navaja y la abrió. La poca distancia significaba que nadie podía verla.
-Te das cuenta, -Dijo Magnus sin mirar la punta del cuchillo justo debajo de su cara. –Que parado de esa forma todo el mundo va a pensar que nos estamos besando. Y eso es terriblemente embarazoso para mí. Tengo un gusto mucho mejor en hombres.
-¿Crees que no lo haría, rarito? Tú…
Magnus levantó la mano. Una chispa azul caliente se repartió por sus dedos, y, un segundo después, su agresor estaba volando hacia atrás por la vereda, finalmente golpeando su cabeza contra una toma de agua. Por un momento, cuando la figura boca abajo no se movía, Magnus se preocupó por haberlo matado accidentalmente, pero luego lo vio removerse. El hombre miró hacia el brujo con los ojos entrecerrados y una mezcla de terror y furia en su rostro. Estaba claramente impactado por lo que había pasado. Un hilo de sangre corría por su frente.
En ese momento apareció Catarina. Evaluó la situación con rapidez, fue hasta el hombre caído y pasó una mano por su cabeza, deteniendo el sangrado.
-¡Quítate de encima! –Gritó él. –¡Vienes de allí dentro! ¡Quítate! ¡La cosa está sobre ti!
-Idiota, -Dijo Catarina. –Así no es como contraes SIDA. Soy enfermera, déjame…
El extraño la alejó y se revolvió hasta pararse. Al otro lado de la calle, unos transeúntes miraron el intercambio con una leve curiosidad.
Luego, cuando el hombre tropezó, perdieron el interés.
-De nada, -Dijo ella a la figura yéndose. –Imbécil.
Se giró hacia Magnus. -¿Estás bien?
-Sí, -Respondió. –Él era el que estaba sangrando.
-A veces deseo poder dejar a alguien así sangrar. –Dijo Catarina, sacando un pañuelo y limpiando sus manos. -¿Qué estás haciendo aquí, de todas formas?
-Vine para acompañarte a casa.
-No necesitas hacer eso. –Dijo con un suspiro. –Estoy bien.
-No es seguro y estás exhausta.
Catarina estaba inclinándose levemente a un lado. Magnus agarró su mano. Estaba tan cansada que el brujo vio su glamour desaparecer por un momento, advirtiendo un flash de azul en la mano que sostenía.
-Estoy bien. –Repitió ella, pero sin mucha convicción.
-Sí, -Dijo Magnus. –Obviamente. Ya sabes, si no empiezas a cuidarte me veré forzado a ir a tu casa y hacer mi sopa de atún mágicamente asquerosa hasta que te sientas mejor.
Catarina rió. –Cualquier cosa excepto la sopa de atún.
-Entonces comeremos algo. Vamos. Te llevaré a Veselka. Necesitas un poco de goulash y una gran rebanada de torta.
Caminaron hacia el este en silencio, sobre pilas resbaladizas de hojas mojadas aplastadas.
Veselka estaba tranquilo, y consiguieron una mesa junto a la ventana. Las únicas personas a su alrededor hablaban en voz baja en Ruso, fumaban y comían repollo relleno. Magnus ordenó café y rugelach. Catarina, un gran plato de borscht, pierogi frito con cebolla y salsa de manzana y bolas de carne Ucranianas y un Cherry Lime Rickey. No fue hasta haber terminado esto y ordenado como postre crepês de queso que encontró las energías para hablar.
-No se está bien allí. –Dijo. –Es duro.
Había poco que Magnus pudiera acotar, así que se limitó a escuchar.
-Los pacientes me necesitan, -Dijo, pinchando con su sorbete el hielo de su vaso que, por lo demás, estaba vacío. –Algunos de los doctores, gente que debería de saberlo mejor que nadie, no tocan siquiera a sus pacientes. Y es tan horrible esta enfermedad. La manera en la que se consumen. Nadie debería morir así.
-No. –Dijo Magnus.
Caterina pinchó su hielo un rato antes de recostarse en el reservado y suspirar profundamente.
-No puedo creer que es ahora, de todos los momentos, cuando los Nefilim están causando problemas. –Dijo frotándose la cara con una mano. –Niños Nefilim, sin más ¿Cómo es que siquiera está pasando?
Ese era el motivo de Magnus al haberla esperado en la clínica para acompañarla a casa. No era porque el vecindario era peligroso, que no lo era. Él la había esperado porque ya no era seguro para los Subterráneos estar solos. Apenas podía creer que el mundo subterráneo estaba en tal estado de caos y miedo por una manga de estúpidos niños Cazadores de Sombras.
Cuando había escuchado los rumores por primera vez, hacia tan sólo unos meses, Magnus había rodado los ojos. Un grupo de Cazadores de Sombras de apenas veinte años, poco más que niños, se estaba rebelando contra las leyes de sus padres. Gran asunto. La Clave y los Acuerdos y trucos viejos pero respetados siempre le parecieron a Magnus la receta ideal para una revuelta juvenil. Este grupo se llamaba a sí mismo El Círculo, según el reporte de un Subterráneo, y era liderados por un joven carismático llamado Valentine. El conjunto constaba de algunos de los mejores y más brillantes de su generación.
Y los miembros del Círculo decían que la Clave no era lo suficientemente dura con los Subterráneos. Así fue como se giró la rueda, supuso Magnus, una generación contra la otra –desde Aloysius Starkweather, quien quería la cabeza de los Hombre Lobo en su pared, a Will Herondale, quien había tratado, sin haber tenido mucho éxito, esconder su corazón abierto. La juventud de hoy pensaba que las políticas de la Clave de fría tolerancia eran demasiado generosas, aparentemente. La juventud de hoy quería combatir contra los monstruos, todos ellos. Magnus suspiró. Esta parecía una estación de odio en todo el mundo.
El Círculo de Valentine no había hecho mucho aún. Tal vez nunca lo harían. Pero habían hecho suficiente. Habían vagado por Idris, usaron portales y visitaron otras ciudades en misiones para auxiliar Institutos allí, y en cada ciudad que visitaban, Subterráneos morían.
Siempre hubo Subterráneos rompiendo los Acuerdos, y los Cazadores de Sombras los hicieron pagar por ello. Pero Magnus no había nacido ayer, o siquiera en este siglo. No pensaba que fuera una coincidencia que, donde sea que Valentine y sus amigos fueran, la muerte los siguiera. Encontraban cualquier excusa para librar al mundo de los Subterráneos.
-¿Qué es lo que quiere este chico Valentine? –Preguntó Catarina. -¿Cuál es su plan?
-Quiere la muerte y destrucción de todos los Subterráneos, -Dijo Magnus. –Su plan es posiblemente ser un gran idiota.
-¿Y qué si vienen aquí? –Preguntó Catarina. -¿Qué van a hacer los Whitelaws?
Magnus había vivido en Nueva York por décadas, y había conocido a los Cazadores de Sombras del Instituto todo ese tiempo. Durante el último período, el Instituto había sido liderado por los Whitelaws, siempre cuidadosos y distantes. A Magnus nunca le había gustado ninguno de ellos, y a ninguno de ellos les había gustado Magnus. El brujo no tenía pruebas de que traicionarían a un Subterráneo inocente, pero los Néfilim pensaban tanto en su propia raza que no estaba seguro sobre lo que los Whitelaws harían.  
Él había ido a encontrarse con Marian Whitelaw, la cabeza del instituto, y le había contado sobre los reportes del Submundo de que Valentine y sus pequeños ayudantes habían estado matando Subterráneos que no habían roto los Acuerdos, y que luego los miembros del Círculo le habían mentido a la Clave.
-Ve a la Clave. –Le había dicho Magnus. –Diles que controlen a sus mocosos revoltosos.
-Controla tu lengua revoltosa, –Había dicho Marian Whitelaw fríamente. –cuando hablas de tus superiores, brujo. Valentine Morgenstern es considerado uno de los Cazadores de Sombras más prometedores, justo como sus amigos. Conocí a su esposa, Jocelyn, cuando era una niña; es una mujer dulce y adorable. No dudaré de su bondad. Ciertamente no con una prueba basada en los rumores maliciosos del Submundo solamente.
-¡Están matando a mi gente!
-Están matando a Subterráneos criminales, en completo cumplimiento de los Acordes. Están mostrando fervor en la persecución del mal. Nada malo puede salir de ello. No espero que lo entiendas.
Por supuesto que los Cazadores de Sombras no creerían que los mejores y más brillantes de ellos se habían vuelto un poco demasiado sedientos de sangre. Por supuesto que aceptarían las excusas que Valentine y los otros ofrecían, y por supuesto que creerían que Magnus y cualquier otro Subterráneo que se quejara, simplemente quería que los criminales escapasen de la justicia.
Sabiendo que no podían contar con los Nefilim, los Subterraneos habían tratado de salvaguardarse a sí mismos. Un refugio había sido montado en Chinatown, a través de una amnistía entre los eternamente enemistados vampiros y hombres lobo, y todos estaban pendientes de ello.
Los Subterráneos estaban por su cuenta. Pero, entonces, ¿no lo habían estado siempre?
Magnus suspiró y miró a Catarina sobre sus platos.
-Come, -Dijo. –Nada está pasando justo ahora. Es posible que nada vaya a suceder.
-Mataron a un “vampiro salvaje” en Chicago la semana pasada. –Dijo ella, pinchando una crepa con su tenedor. –Sabes que querrán venir aquí.
Comieron en silencio, pensativo del lado de Magnus y exhausto del de Caterina. Vino la cuenta y el brujo pagó. Catarina no pensaba mucho en cosas como el dinero. Ella era enfermera en una clínica de bajos recursos, y él tenía abundante efectivo a mano.
-Necesito volver. –Dijo Catarina frotando una mano contra su agotado rostro. Magnus pudo ver rastros de cerúleos en la estela de sus dedos, su glamour desapareciendo mientras hablaba.
-Tú te vas a casa a dormir, -Dijo Magnus. –Soy tu amigo. Te conozco. Te mereces una noche libre. Deberías pasarla indagando en lujos extravagantes como dormir.
-¿Qué pasa si algo sucede? –Preguntó -¿Y si vienen?
-Puedo conseguir que Ragnor me ayude.
-Ragnor está en Perú. –Dijo Catarina. –Dice que lo encuentra muy tranquilo sin tu maldita presencia, y esa es la cita exacta ¿Puede venir Tessa?
Magnus negó con la cabeza.
-Tessa está en Los Ángeles. Los Blackthorns, descendientes de su hija, corren el Instituto allí. Quiere mantener un ojo en ellos.
A Magnus le preocupaba Tessa también, escondida sola cerca del Instituto de Los Ángeles, en esa casa en las colinas junto al mar. Ella era la bruja más joven a la que Magnus era lo suficientemente cercano como para llamar una amiga y había vivido por años con los Cazadores de Sombras, donde no podía practicar magia con el alcance que Magnus, Ragnor o Catarina podían. El brujo había tenido horribles visiones de Tessa lanzándose a sí misma al medio de una lucha entre Nefilim, ella nunca permitiría que ninguno de los suyos sea lastimado si podía sacrificarse en su lugar.
Pero Magnus conocía y apreciaba al Gran Brujo de Los Ángeles. Él no dejaría que Tessa se lastimara. Y Ragnor era lo suficientemente astuto para que Magnus se preocupara por él demasiado. Él nunca bajaría la guardia en cualquier lugar en el que no se sintiera completamente a salvo.
-Así que somos sólo nosotros. –Dijo Catarina.
Magnus sabía que el corazón de su amiga yacía con los mortales, y que ella estaba más involucrada por el bien de sus amistades que por realmente querer pelear con los Cazadores de Sombras. Catarina tenía sus propias batallas que enfrentar, su propio campo sobre el que pararse. Era una mayor heroína que cualquier Nefilim que jamás haya conocido. Los Cazadores de Sombras habían sido elegidos por el ángel. Catarina había elegido ella misma luchar.
-Parece ser una noche tranquila. –Dijo Magnus. –Vamos. Terminemos y déjame llevarte a casa.
-¿Es esto caballerosidad? –Dijo la bruja con una sonrisa. –Pensé que eso estaba muerto.
-Como nosotros, nunca muere.
Caminaron de vuelta por el camino por el que habían venido. Estaba completamente oscuro, y la noche había tomado un giro decididamente frío. Había señales de una lluvia cercana. Catarina vivía en un simple, suavemente deteriorado apartamento con escaleras fuera de la Calle West Veintiuno, no muy lejos de la clínica. La estufa nunca funcionaba, y las latas desechadas siempre rebosaban, pero a ella no parecía importarle. Tenía una cama y un lugar para su ropa. Eso era todo lo que necesitaba. Llevaba una vida mucho más simple que la de Magnus.
El brujo fue a su casa, a su apartamento en Village, fuera de Christopher Street. Su hogar tampoco tenía ascensor, y subió de dos escalones a la vez. Al contrario de Catarina, su vivienda era extremadamente habitable.
Las paredes eran brillantes y alegres tonos de rosa y amarillo margarita, y el departamento estaba amueblado con algunos de los objetos que había coleccionado con el correr de los años: una maravillosa mesilla francesa, un par de divanes victorianos, y un impresionante dormitorio arte deco construido completamente con vidrio espejado.
Normalmente, en una fresca noche de primavera como esa, Magnus se serviría una copa de vino, pondría un álbum de Cure en el tocadiscos, subiría el volumen y esperaría a que empezaran los negocios. La noche era normalmente su tiempo de trabajo; tenía varios clientes sorpresivos, y siempre había investigación que hacer o lecturas con las que ponerse al día.
Esta noche hizo una jarra de café fuerte, se sentó en su asiento en la ventana y miró hacia la calle debajo de él. Esta noche, como cualquier otra noche desde que los oscuros rumores de los sangrientos jóvenes Nefilim empezaron, se sentaría, observaría y reflexionaría. Si el Círculo venía, como parecía que harían eventualmente, ¿qué pasaría? Valentine tenía un odio especial por los Hombre Lobo, decían, pero había matado a un brujo en Berlín por someter demonios. Magnus era conocido por hacer esto una o veinte veces.
Era extremadamente probable que, si venían a Nueva York, vendrían por él. Lo más sensato sería irse, desaparecer en el país. Había adquirido una pequeña casa en Florida Keys para ir durante los brutales inviernos neoyorkinos. La vivienda estaba en una de las islas más pequeñas y deshabitadas, y también tenía un lindo bote. Si algo pasara, podría subirse y perderse en el mar, encabezado al Caribe o Sudamérica.  Había empacado muchas veces, y desempacado justo después.
No había punto en correr. Si el Círculo continuaba con su campaña de supuesta justicia, harían el mundo entero inseguro para los Subterráneos. Y no había forma en que Magnus podría vivir consigo mismo después de huir, dejando a sus amigos, como Catarina, tratando de defenderse.
Tampoco le gustaba la idea de Raphael Santiago o alguno de sus vampiros siendo asesinados, o alguna de las hadas que sabía que trabajaban en Broadway, o las sirenas que nadaban en el West River. Magnus siempre se había considerado a sí mismo una piedra rodante, pero había vivido en Nueva York por un largo tiempo. Se encontró a sí mismo queriendo defender, no solo a sus amigos, sino también a su ciudad.
Así que se quedaba, y esperaba, y trataba de estar listo para el Círculo cuando vinieran.
La espera era lo más difícil. Tal vez era el por qué se había involucrado con el hombre en la clínica. Algo dentro de Magnus quería que llegara la batalla. Contorneó y flexionó sus dedos, y una luz azul circuló entre ellos. Abrió la ventana y respiró algo del aire nocturno, que olía a una mezcla de lluvia, hojas y pizza de algún lugar en la esquina.
-Simplemente hazlo. –Le dijo a nadie.


Bueno, espero poder subir la próxima parte pronto J Dejen comentarios por favor para saber qué tal les pareció :P

No hay comentarios:

Publicar un comentario