PROLOGO
BRADWELL
Él conocía el final. Podía verlo casi tan claro como vio el
principio.
-Empieza allí, -Susurró al viento. Sus alas
eran gigantescas. Las plumas aleteando; algunas eran arrastradas a sus espaldas.
Tiene que tensar sus alas contra el viento mientras camina, atravesando los
campos de rastrojos hacia el risco de piedra. Quiere retroceder, hacer un túnel
y cavar hacia el niño pequeño que una vez fue.
Esto es lo que nunca le había dicho a nadie.
Él no estuvo durmiendo durante el asesinato
de sus padres; quería creer que lo había hecho.
Después de que los hombres entraron a su
casa, un altercado lo despertó, su madre gritando, probablemente justo antes de
que ella y su padre fuesen disparados. Bradwell había sido advertido sobre
gente entrando a la fuerza en su casa. Rápidamente se levantó de la cama y se
escondió debajo de ella.
Vio un par de botas en el espacio entre la
falda de la cama y el suelo. Se apostaron al lado de su litera, y entonces uno
de los asesinos –próximamente, su asesino— se arrodilló, levantó la tela, y por
un momento, estuvieron cara a cara.
Bradwell no se movió, aguantó la
respiración. La cara del hombre era larga y angular, con una barbilla levemente
torcida. Tenía ojos azules.
Finalmente, sin una sola palabra, dejó caer
la falda.
Le dijo al otro hombre que se encontraba
con él:
-El chico debe de estar en una pijamada.
-¿Revisaste el cuarto?
-Revisé la maldita habitación.
Los escuchó irse y ni siquiera entonces se
levantó. Pretendió dormir, aún bajo la cama. Pretendió soñar. Y luego, abrió
los ojos, y esta es la parte que confesó: bajó a la cocina como si fuera una
mañana cualquiera; eso podría ser todo
lo que su cerebro podía manejar. Como sus padres no estaban haciendo el
desayuno, los llamó, y sólo entonces comenzó a entrar en pánico. Finalmente,
encontró sus cuerpos aún en la cama.
Podría haber corrido hacia el grito de su
madre, pero en su lugar se escondió. Le contó a Pressia que había estado
dormido durante los asesinatos, y había querido creer que eso era verdad. En
realidad, ese día fue la primera vez que debería haber muerto, pero, por mucho,
no la última. El hecho de estar vivo es accidental.
Trepa las rocas y camina al borde del
risco. Está oscuro, pero la luna es brillante. Extiende sus alas y se inclina
hacia la brisa. Por un momento piensa que el viento cesará y que él caerá hacia
delante y volará.
Pero sus alas no lo sostendrían.
Volar. Ese no es el final.
Acaba en polvo y ceniza.
Estaba destinado a ser un mártir, junto a
sus padres.
Él tomó prestado este tiempo con sus
hermanos—El Capitan y Helmud. Nunca se supuso que se enamoraría o que alguien
lo amaría a él—Pressia. Cuando piensa en ella, es como si patearan su corazón
fuera de su pecho. Pudo haber muerto con ella en el suelo congelado de un
bosque. Pudo haber muerto unido a sus hermanos, con su sangre entremezclándose.
Pero ninguno de esos fue el fin.
Aquí, en el risco, ve el final: él yaciendo
en el suelo entre el polvo y las cenizas de su tierra natal y su pecho abierto
a desgarrones. La verdad se eleva de su cuerpo como un moño largo desplegándose,
moteado con su sangre.
¿Cómo pasará? ¿Cuándo?
Sólo sabe que no está muy lejos.
Con el viento atravesando sus alas, siente
como si estuviera corriendo hacia ello— ¿O es el final apurándose para
encontrarlo? Esta vez no se ocultará. Esta vez correrá hacia el grito.
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