IL CAPITANO
CRAZY JOHN-JOHNS
Il Capitano está sentado en el
asiento del piloto, reclinado hacia adelante a causa de Helmud en su espalda.
Fignan está en el lugar del copiloto, proyectando mapas brillantes del
territorio que los rodea. Il Capitano escanea el horizonte en busca del parque
de diversiones Crazy John-Johns. Desea no tener que volver; casi mueren allí.
En su cabeza, todavía puede ver a Helmud por sobre su hombro,
apuñalando cada ojo de Terrón que parpadeaba en la tierra, la gran corpulencia
de los que se empujaban fuera de la suciedad, y la pierna de Hastings siendo
mordida por una trampa de dientes, cómo la desgarró para librarse—con su pierna
a la mitad. Y su auto—amaba ese maldito auto; se quedó atascado allí fuera también.
¿Hastings? ¿Sobrevivió la cirugía de su pierna? Muchas cosas
podrían haber ido mal—un cirujano torpe cortando accidentalmente una arteria
principal, pérdida de sangre, falta de higiene causando una infección.
¿Qué pasa si está muerto?
Mierda.
El paisaje sigue sucio y estéril. La última vez aterrizó
estrellándose. Le gustaría hacerlo bien, pero ya está distraído. Piensa sobre
lo que le dijo Pressia—que un día, podría ser posible para él y Helmud separarse
el uno del otro. El vial tiene propiedades de crecimiento celular. Podría ser
usado en Helmud desde donde sus costillas se unen un poco con las de Il
Capitano y donde sus piernas se unen a su hermano. Imagina un procedimiento en el
cual Helmud vuelve a crecer pedazo a pedazo como es, despacio, cirugía tras
cirugía, separado ¿Podría ser posible?
Helmud ha sido parte de Il Capitano por tanto tiempo ¿Cómo se
sentiría volver a estar solo? Se dice a sí mismo que endemoniadamente bien.
Quiere ser ese hombre—su propio hombre. Pero le duele el pecho cada vez que
piensa en ello, como si el corazón de Helmud—que cabalga siempre justo detrás
del suyo—sintiera la traición y aplicara una aguda presión, corazón a corazón.
Si funcionara, le permitiría a Pressia verlo como una persona
real, un hombre que se mantiene solo—¿Alguien de quién enamorarse?
Ella y Bradwell volvieron a sus asientos. Il Capitano desea poder
sentir una pizca de esperanza de que nunca vuelvan a juntarse. Pero también
sabe que no tiene oportunidad con Pressia—con o sin Bradwell.
Ella obtuvo lo que quería—el vial y la fórmula—e Il Capitano tiene
la bacteria. Antes, en el cuarto, le pidió a una de las guardianas cinta
resistente, y adhirió la caja que sostenía a la bacteria, plana y cuadrada,
detrás de su espalda—justo frente al pecho de Helmud. Dice. –Revísala, Helmud.
Y puede sentir los dedos de su hermano contra la caja. -¡Revisada!
–Dice.
Il Capitano no tiene sus pistolas, pero está más armado de lo que
jamás lo había estado en su vida.
Crazy John-Johns empieza a tomar forma a través de la ceniza.
Mientras deja que los buckies tomen aire, la aeronave baja. Puede ver el cuello
alargado de una de las montañas rusas sobresaliendo por las nubes negras y la
calesita inclinada, pero la ceniza es tan espesa para ver la agrietada cabeza
gigante del mismo Crazy John-Johns—su rostro de payaso con permanente sonrisa,
nariz abultada y cabeza pelada. El polvo en el suelo es demasiado denso.
-¡Algo anda mal! –Le grita a Pressia y Bradwell.
-Algo. –Susurra Helmud.
Fignan emite una serie de nerviosos pitidos.
-¿Qué pasa? –Le dice Pressia.
Pasa el parque de diversiones y empieza a darle la vuelta. Una
gran cerca rodea el lugar, pero la tierra a su alrededor se levanta mientras
los Terrones hacen un túnel, saliendo del suelo. Algunos arremeten contra la
verja mientras otros le clavan las garras. -¡Los Terrones se están sublevando!
Los sobrevivientes defienden el parque con beebees y dardos. La debilidad de los Terrones es en los ojos—el
punto donde son más humanos. Al ser golpeados allí, se tambalean y caen, y los
otros Terrones los devoran rápidamente. –No pueden matarlos lo suficientemente
rápido. Hay demasiados ¡Centenares!
Il Capitano no ve a Hastings. Empieza a sentir un nudo en el
estómago. Pressia lo convenció de que lo necesitan. Es de adentro de la Cúpula—una
de sus propias creaciones, la elite de Fuerzas Especiales. Pero, por supuesto,
fue depurado y, por lo tanto, comprometido, pero podía clamar que todo eso fue
hecho contra su voluntad. Puede volver a la Cúpula como un mensajero asediado.
También es un viejo amigo de Perdiz. Tomará a Hastings de vuelta ¿o no?
-¡Veo a Fandra! -Grita Pressia.
-¡Y a Hastings! -Responde Bradwell.
Allí están—trepando por los ríeles de la montaña rusa, usándolos como
escalera. Hastings se encuentra encorvado y pálido, pero todavía alto y
musculoso. Lleva puesta alguna clase de prótesis oculta por la pierna del
pantalón, excepto por una cuña de metal—que es ahora su pie. Con armas
incrustadas en sus brazos, se detiene—azotado por el viento, enganchando su
brazo al juego—y dispara a los Terrones. Tiene buena puntería y derriba a un
par. Sus cuerpos giran y caen. Pero hay demasiados.
Fandra trepa detrás de él. Su cabello es tan brillante como una
bandera dorada. Lo tiene recogido, pero pequeños mechones todavía se mecen en
su cara.
-No puedes aterrizar. –Dice Bradwell. –¡No con todos los Terrones,
para que vengan a por nosotros! –Tiene razón. Hastings y Fandra están trepando
hacia ellos.
-¿Quieren sacar a todos por aire? –Grita Il Capitano.
-¡Son demasiados ahora! –Grita Bradwell.
A través de la ceniza y del polvo, Il Capitano ve cuerpos
corriendo a toda velocidad por el parque de diversiones.
Bradwell tiene razón. Hay más sobrevivientes que la última vez que
estuvieron aquí. Fignan había extendido las piernas y trata de juntar
información. Declara una cuenta aproximada—setenta y dos—en un radio de
hombre-a-mujer, de edades parecidas.
-¡No ahora, Fignan! –Dice Il Capitano.
-¡No ahora! –Grita Helmud.
Significa que más gente arriesgó sus vidas para salir de la ciudad—una
mala señal. Algo pasó allí. ¿Ahora qué?
Piensa Il Capitano ¿Ahora qué? Se
siente enfermo, con una torcedura familiar de temor en su pecho.
-¡Necesitamos a Hastings! –Grita Il Capitano.
-¿Por qué atacan? –Dice Pressia. –La música era un freno ¿Dónde
está la música?
-No puedo escucharla por sobre el motor. -Dice Il Capitano. La
música mantenía a los Terrones a raya. Eran sólo las estúpidas notas tintineantes
de los temas de los parques de atracciones. Dinky dinks y diddly dinks… Pero
los sobrevivientes la usaban como barrera, reproduciéndola en viejos altavoces
antes de abrir fuego. Los Terrones habían llegado a temerle.
-No podemos oír la música. –Dice Bradwell. –Estamos encerrados
aquí.
Il Capitano toca el botón y el sello de una pequeña ventana
lateral se rompe y el vidrio se baja unos centímetros. Escucha movimiento,
probablemente Pressia y Bradwell corriendo hacia la ventana abierta.
Al principio sólo se oye el viento. Pero después escuchan un grito.
Luego otro. –No hay música. –Dice ella.
-Sin música… -Grita Il Capitano, y después susurra lo que todos
saben. –Morirán.
Sobrevuela Crazy John-Johns, esta vez tan bajo que puede ver las
caras retorcidas y derretidas de los caballos en la calesita. Y ahora puede
distinguir algunos Terrones arremetiendo sus pesados cuerpos contra las
cadenas, golpeando entre el beebee de
las pistolas, pequeñas nubes de polvo esparciéndose de sus pechos y hombros.
Una docena se inclinan sobre la verja, que se dobla bajo su peso.
Y entonces la cerca cede, saltando de sus postes y enrollándose
sobre sí misma. Los Terrones la pasan a gatas hasta dentro del parque.
Los sobrevivientes comienzan a gritar y correr de un lado al otro.
-¡Dios santo! –Dice Il Capitano.
-¡Dios! -Grita Helmud.
Escucha a Pressia gritando. -¿Qué demonios estás haciendo?
Bradwell corre hacia el puente de mando. –Están dentro. –Dice.
-Lo sé. –Dice Il Capitano.
-¡Dios! –Dice Helmud.
-Debemos acercarnos a la montaña rusa. –Dice Bradwell. –Y
necesitamos hacer entrar a Hastings.
-Y a Fandra. –Dice Il Capitano.
Pressia también camina hacia la cabina de mando. –No vendrá con
nosotros. No dejará al resto. La conozco. Está trepando por un motivo, pero no
para escapar.
Bradwell mira afuera por el parabrisas. –Mejor que se apuren.
-Voy a acercarme tanto como pueda. –Dice Il Capitano.
-Cerca. –Dice Helmud.
Il Capitano deja entrar más aire a las buckies. La aeronave se
inclina momentáneamente hacia un lado—Pressia y Bradwell se tambalean hasta
agarrarse de las paredes. El viento es fuerte, viniendo del oeste. Da un giro
hacia él. –Si bajo las puntas de aterrizaje, puede agarrarse a ellas.
Hastings alcanzó la punta de la montaña rusa; con Fandra detrás.
Ambos se sostienen con fuerza. El viento con ceniza se enrosca a su alrededor.
-En este viento. –Murmura Il Capitano. –Va a ser más difícil hacerlo bien.
-Puedes hacerlo, Cap. –Dice Bradwell.
-La estrellé la última vez ¡La estrellé! -¡Jesús! Chocó. Podrían
haber muerto. Recuerda el suelo acercándose desde debajo. Se había cubierto para
el aterrizaje y las cosas se pusieron negras.
-Bradwell tiene razón. -Dice Pressia. –Puedes hacerlo. Lo sabemos.
-Lo sabemos. –Dice Helmud.
Il Capitano aprieta su agarre en el volante y se inclina hacia
delante. Da otro giro. Los Terrones deambulan por el parque. Un par están
encorvados sobre un cuerpo—¿Un sobreviviente? ¿Otro Terrón? Se están dando un
festín.
Arriba, Hastings y Fandra esperan en la punta de la montaña rusa,
con sus ropas ondeando. Y entonces se tambalean. Se miran mutuamente y luego hacia
abajo.
-¿Qué pasa? –Dice Pressia.
-Los Terrones. –Dice Bradwell.
Il Capitano ve que se han reunido en la base del juego. Lo están
golpeando con los hombros.
-No podemos dejar a Fandra. –Dice Pressia. –No podemos
abandonarlos.
-¿Qué otra opción tenemos? –Dice Il Capitano.
-Es demasiado terrible imaginar cómo morirán todos ellos.
Demasiado terrible. –Los ojos de Pressia se humedecen y ella cubre su rostro
con una mano y se mete la cabeza de muñeca debajo de la pera. Il Capitano
quiere consolarla, pero no puede; incluso si pudiera quitar sus manos de los
controles, no la tocaría frente a Bradwell.
Pero justo cuando el horror de todo eso empieza a hacer impacto en
Il Capitano—estos Terrones devorando sobrevivientes en un parque de atracciones
bombardeado—un par de pequeñas notas llenan el aire. Fignan. Está reproduciendo
una grabación que debe de haber capturado la última vez que estuvieron aquí.
Todos giran y miran a Fignan, quien detecta la atención repentina
y calla.
-¡Fignan! -Grita Pressia. -¡Lo tienes!
Fignan hace parpadear su fila de luces, orgulloso.
-Y puede hacerlo sonar a todo volumen también. –Le dice Il
Capitano a Bradwell. -¿O no?
-A todo volumen. -Dice Helmud.
-Sí. -Dice Bradwell. –Pero…
-Tenemos que entregarlo. –Dice Pressia.
-Espera. –Dice Bradwell. –Tiene que haber otro modo.
-¡Pero Fignan puede salvarlos! –Dice Pressia. -Quién sabe qué le
pasó a su sistema.
-Pero no podemos entregarlo. –Dice Bradwell. –Tiene información
importante. Es único en su especie.
-Debemos hacerlo. Van a morir. Lo necesitan.
Y entonces las luces de Fignan parpadean y, de nuevo, una pequeña
tonada se eleva desde él—ligera y suave y rápida.
-Vallan a la puerta de la cabina. –Dice Il Capitano. –Estén listos
para entrar a Hastings y bajar a Fignan. Encontraré una forma de mantener esta
cosa firme.
-Sigue tocando, Fignan. –Dice Pressia, levantándolo y llevándolo
fuera del cuarto de mando. –Tan alto como puedas.
-Ten cuidado con él. –Dice Bradwell, siguiéndola fuera. Fignan se
ha vuelto su compañero leal, un viejo amigo.
El sonido se vuelve más y más fuerte, hasta que es estridente y
penetrante, incluso sobre el rugido de los motores. Il Capitano suelta las
cuatro patas largas que mantienen firme a la nave en el suelo. Hastings sigue
codificado con fuerza, agilidad, velocidad. Con suerte, es lo suficientemente
fuerte—después de su pérdida de sangre y de una extremidad—para agarrarse. Las
patas de aterrizaje zumban con fuerza y se traban en su lugar.
Il Capitano siente una ráfaga de aire entrando a latigazos por la
cabina. Pressia y Bradwell habían abierto la puerta de la cabina. Il Capitano deja
que los buckies tomen más aire. La aeronave resuena y se balancea y brilla en
dirección a Hastings, que había enganchado las piernas—una real, una prostética—en
el último peldaño de la montaña rusa, ahora meciéndose por los Terrones
frenéticos que la golpean por debajo. Il Capitano no será capaz de ver si
desciende lo suficiente para que Hastings se agarre. Pasará por un punto ciego.
En su último vistazo, Fandra está mirando a los Terrones debajo y
Hastings tiene ambos brazos estirados hacia arriba.
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