sábado, 28 de junio de 2014

Arder/Quemar - Capítulo 14: Que suerte la nuestra - TRADUCIDO - Julianna Baggott

PERDIZ
QUE SUERTE LA NUESTRA
La voz de su madre. -¡Perdiz! ¡Tu amigo está aquí!
Abre los ojos.
¿La voz de su madre? No—no puede ser. Está muerta. Y aun así, ella solía llamarlo de esa forma cuando sus amigos se pasaban por su casa. Recuerda su hogar en la infancia—sus sábanas con pequeños camiones, el reloj en forma de pelota de Baseball, un set de bloques conectables desparramados por el suelo.
Y su madre apareciendo en el pasillo—su pelo balanceándose, su sonrisa.
No es la voz de su madre, y tampoco la de Lyda. Este es el cuarto en el apartamento donde creció dentro de la Cúpula. Duerme en la cama inferior de la litera. Sedge solía dormir arriba. No le gustaba cuando Perdiz lloraba de noche. Le diría que se calle. Su madre se había ido, presuntamente muerto. Debería haberle sido permitido llorar cuando quisiera.
La habitación de su padre está vacía. No entra allí—nunca.
Perdiz lo mató.
Este pensamiento lo despierta del todo.
La puerta se abre y es Iralene. -Arvin Weed está aquí. –Dice. -¿Debo hacerles de beber? ¿Refrescos? –Está retorciendo su anillo de compromiso.
-¿Qué hora es? –Se sienta.
-Dormiste, y dormiste, y dormiste. –Dice ella. –¡Ya es mañana!
Después de que regresó a casa e Iralene lo haya abrazado, él le dijo que no se estaba sintiendo bien y que pensaba que sería bueno hablar con Arvin Weed, quien es ahora su doctor. En realidad, sólo quería preguntarle sobre Glassings y la gente que sigue suspendida, y también mostrarle la hoja de ecuaciones científicas que encontró en la cámara de guerra de su padre. Después de que Iralene le dijo que arreglaría un encuentro con Weed, Perdiz caminó hasta su cuarto, se acostó y, después de días sin dormir, cayó en incansables pesadillas. Solía soñar con encontrar el cuerpo muerto de su madre en todas partes—debajo de las gradas vacías, en el laboratorio de ciencias de la academia—pero en este sueño, vivía su día de alguna forma mundana cuando se encontró con un montón de cuerpos. Uno o dos retorcidos, sangrando, pero todavía vivos, y se levantaban y corrían hacia él. Hablaban con la voz del hombre que saltó en frente del tren—Eckinger Freund, confirmaron las autoridades. Y estas personas moribundas lo llamaban mentiroso, pero Perdiz no podía decir si lo odiaban por la verdad que le contó de su padre o por esta nueva mentira—casarse con Iralene.
-¿Vas a venir a hablar con Arvin? –Dice Iralene. -¿Debo charlar con él para darte algo de tiempo?
Se frota los ojos y se recuesta en la cama con las manos sobre su corazón. Sigue completamente vestido. Se siente enfermo. –No, está bien. Ya voy. –Empieza a irse pero él dice. –Espera.
Ella se gira, sonriéndole. –Amo la forma en la que te ves cuando recién te despiertas.
-Iralene, estamos solos. –Dice. –Prometimos no… -Él le pidió no ser romántica con él excepto para el espectáculo, en público.
-¿No puede una chica practicar?
Se sienta. -¿Subió el conteo de muertes desde que se transmitió la conferencia de prensa?
Ella aspira profundamente. El suicidio la asusta. Su rostro se endurece. -
Beckley reportó que no hubo casos durante la noche.
-Bien. –Si va a renunciar a su libertad, y una buena medida de la verdad, así, mejor que esté salvando vidas. –Dile a Arvin que estaré allí en un minuto ¿Si?
-Seguro. –Ella sonríe y cierra la puerta.
Perdiz se cambia la ropa. No debería estar nervioso sobre ver a Arvin. Él fue en algún momento sólo un nerd académico, un amigo distante que a veces le dejaba a Perdiz copiarse de sus notas. Pero Arvin no está allí como un amigo. Arvin ayudó a Perdiz a volver a crecer su meñique, y parecía estar a cargo del equipo que le borró la memoria, ambas órdenes de su padre. Y probablemente habría sido el elegido para hacer el trasplante de cerebro ¿Lo habría hecho? Perdiz nunca lo sabrá. En vez de una operación, hizo la autopsia de su padre, diciéndole a los líderes que había muerto por una Degeneración Rauda de Células mientras, públicamente, a la gente le fue dicho que luchó bravamente contra un desorden genético.
Perdiz mira su meñique y flexiona la mano. El dedo se dobla y extiende en perfecta sincronía con el resto. Dentro de todo, es un trabajo increíble. Mientras esté aquí, Arvin querrá probablemente probar las terminaciones nerviosas y la re-formación de la memoria de Perdiz también.
Perdiz encuentra la hoja de información científica donde la escondió y la desliza dentro de su bolsillo.
Va al baño, se moja la cara con agua y se seca con una toalla de mano. Se mira a sí mismo por un momento y no está seguro de quién, exactamente, se supone que sea. Se siente un fraude. Sabe que tendrá que entregarse a esta mentira. Lo hará porque Lyda susurró: No más sangre en tus manos. No más.
Pero él sabe que la sangre simplemente ha empezado.
¿Y Lyda? ¿Y el bebé? ¿Cuánto tiempo tendrán que vivir esta vida oculta? Después de la reunión en la oficina de Foresteed, pidieron por unos minutos en el cuarto juntos. Se sostuvieron mutuamente. Ella dijo. –Perdiz, esto es lo correcto. –Y rápidamente agregó. –Estoy asustada.
Él le dijo que él también estaba asustado. Y ahora extraña el sentimiento de su cuerpo cálido mientras se abrazaban debajo de su abrigo entre la ceniza flotante, como nieve negra. Extraña la manera en la que ella lo mira, que siempre se siente honesta. Ama como Lyda parece ambas, frágil y dura. En una mano, el delicado trabajo de hacer un ser humano está ocurriendo dentro suyo. En la otra, se endureció de una forma que no puede explicar.
La verdad sobre su padre. Esta única verdad ¿Cuántas mentiras tendrá que ofrecer para apaciguar a la Cúpula? ¿Cuántas?
Sale del baño, camina por el corredor y entra a la sala de estar. Arvin está mirando la carpeta de Iralene de vestidos de novia. –Creo que este es verdaderamente hermoso. –Dice apuntando a una página abierta. –No que eso importe.
-¿Por qué no importaría? –Dice Iralene herida.
-Te verías bien en cualquier cosa. -Dice Arvin. Y aquí está un perfecto ejemplo de Weed. Puede que haya querido decir que no le importa, pero lo recubrió con un cumplido ¿O lo dice en serio?
Es verdad que Iralene se vería bien en cualquier cosa. Es perfecta. Es por eso que está aquí.
Y de pronto lo golpea: lo tienen donde quieren tenerlo. Está actuando la vida que su padre diseñó para él. Iralene, con su cabello lustroso y sonrisa brillante, se está preparando para una boda. Perdiz va a caminar hacia al altar carcomido por la culpa. Trató de liderar y todo se hizo pedazos.
Y entonces su sospechoso comienzo ¿Fue la cantidad de suicidios realmente tan grave como le dijeron? La multitud enfurecida, el ruido de sirenas, el hombre que salto frente al tren—todo se sintió real. De hecho, se sintió espontaneo—la cosa más improvisada que jamás presenció en la Cúpula. Y aun así, no puede confiar en Foresteed, quién vería la alteración como una oportunidad de controlarlo con la culpa. Puede ser que Foresteed no tenga una gran consciencia, pero seguro la ve como una debilidad en los otros—una para explotar a su beneficio ¿Qué tan real es todo esto? ¿Es una conspiración para llevar a Perdiz al límite? ¿Participa Weed en ello?
-Perdón por interrumpir. –Dice Perdiz.
Arvin e Iralene levantan la vista. Arvin saca las manos y sacude las de Perdiz. -¿Cómo te sientes?
-He estado mejor.
Iralene alza sus paquetes de novia y dice. –Los dejaré hablar. –Perdiz se imagina las sesiones de entrenamiento por las que tuvo que pasar Iralene—lecciones sobre cuándo ser visible y cuándo desaparecer cortésmente.
-Hablemos por aquí. –Perdiz lleva a Arvin a los sillones. Se sientan uno frente al otro.
-Así que, el meñique. –Dice Weed. -¿Algún calor, adormecimiento o picor?
-Nop.
Weed se estira a través de la mesa de café entre ellos, toca el dedo de Perdiz y lo dobla. -¿Sientes todo esto bastante bien?
-Sip. Aunque a veces todavía me imagino que no está. Y después miro hacia abajo y me sorprendo.
-Gente que pierde una pierna dicen que todavía pueden sentirla; sus terminaciones nerviosas sigue mandando mensajes al cerebro sobre que existe. Se llama extremidad fantasma.
-¿Así que estoy sintiendo la extremidad fantasma?
-Volver a crecer partes del cuerpo es toda ciencia nueva. Quizás esto se vuelva una observación común.
Perdiz se pregunta si está hablando de Wilda, la niña que fue secuestrada, llevada a la Cúpula y purificada. Ya no tiene cicatrices o marcas o fusiones o incluso un obligo, y sólo podía decir lo que estaba programada para decir—una amenaza del padre de Perdiz. -¿Esperas hacer crecer muchas extremidades, Dr. Weed?
-Soy uno de los tipos buenos, Perdiz. –Dice Arvin. –Lo sabes. –Sus ojos se separan de él y mira alrededor del cuarto.
-¿Lo hago? –Dice Perdiz.
Arvin ríe y se reclina contra el sillón.
-¿Qué es tan gracioso?
-Recuerdo que una vez me dijiste que vivía demasiado en mi cabeza. Dijiste: “No tienes un instinto de barriga, Weed? ¿Has ido alguna vez de panza?” ¿Recuerdas?
Perdiz no tiene memoria de eso para nada. –Debe ser la pérdida de memoria. –Dice Perdiz.
-No. –Dice Weed. –No lo recuerdas porque lo dijiste sin siquiera pensarlo. Me tocaste el estómago con un dedo y todos rieron.
-Perdón, Weed. Estoy seguro de que no quería decir nada con ello.
-Todo lo que decías tenía un significado. Eras el hijo de Willux. Era tu pase libre para hacer lo que quisieras.
-¿En serio? –Dice Perdiz a la defensiva. –Porque recuerdo gente ofreciéndose para patearme el trasero, ¿Y tú saltaste a ayudarme? No. Simplemente mantuviste tu nariz en tus estudios ¿Y sabes qué? Tenía razón. Vives demasiado dentro de tu cabeza.
-Y -Dice Weed, -Deberías tratar de confiar un poco menos en tu estómago y un poco más en tu cabeza. Si lo hicieras, quizás no estaríamos en este lío.
Está culpando a Perdiz por los suicidios, y tiene razón. No se puede negar que fue la chispa. Perdiz alza una mano. Weed fue demasiado lejos. Ya no puede dejar que la gente le hable de esa forma—ni siquiera un viejo amigo.
Weed tose, se alias la camisa. Hay silencio antes de que vuelva a su rol de doctor. -¿Qué hay de tu memoria?
-Siguen habiendo parches algunas veces—ya sabes, mi tiempo en el exterior. –Recuerda la mayoría: Pressia, Bradwell, Il Capitano y Helmud, y las madres fusionadas a sus niños. Recuerda el thunk de su meñique siendo seccionado y cómo yacía allí, desconectado. Hay cosas que aún le vuelven en explosiones de color—mayormente su madre y Sedge muriendo en el suelo del bosque. Recuerda haber estado con Lyda en la base de cama de bronce con dosel, abrazados bajo su abrigo, el calor de sus cuerpos. –Sabes cómo es. Algunas cosas quieres recordar. –Dice. –Y otras, olvidar.
-Apuesto a que sí. –Dice Arvin con una ligera sonrisa de suficiencia en el rostro.
¿Sabe Weed que es un asesino? Si es así, Perdiz casi desea que se lo diga directamente.
-¿Apuestas?
Arvin se inclina hacia delante, con los codos en sus rodillas, y baja la voz. –Dime por qué estoy realmente aquí.
-Primero que nada, ¿Dónde está Glassings?
-¿Durand Glassings? ¿Nuestro profesor de Historia Mundial? Esto es a donde querías llegar en el funeral ¿Todavía en ello?
-Sí.
-¿Cómo demonios lo sabría?
-Foresteed me dice lo mismo. Pero alguien lo sabe.
-No yo. –Weed lo mira con el rostro hecho piedra.
-Quiero saber si empezaste exitosamente a sacar a la gente de suspensión. –Dice Perdiz. –Como te dije.
-Mira, esto no es fácil. Belze es muy viejo. Estaba muy débil cuando fue puesto en suspensión, postoperación en realidad ¿Y sabías que sólo tiene una pierna? El muñón termina en una manga de cables. No podemos simplemente sacarlo de un tirón. Quiero decir, si estás haciendo esto de alguna forma por el bien de tu hermana, no va a hacer ningún bien si muere en el proceso.
-¿Cómo sabes que está conectado a Pressia?
-Tengo el mayor nivel de accesibilidad posible. De hecho, algunos estamos curiosos por lo que realmente pasó en el bunker de tu madre ¿Siquiera te encontraste con esos viales y, tal vez, otras cosas?
-Pensé que sólo los querrías para mi padre, como último recurso para curarlo, y como no los obtuvo a tiempo para hacerle algún bien…
-Podría hacer mucho con ellos, créeme. -Arvin se para y se pone a caminar.
-¿En serio? ¿Estás seguro, Weed?
-¡Dios, Perdiz! Tengo todo lo que necesito para purificar a alguien, pero luego se derrumban.
-He visto tu obra. –Dice Perdiz con un poco de sarcasmo.
-¿Te refieres a los Miserables que trajimos dentro? –Dice Weed caminando hacia la ventana, mirando la calle. –Eran sólo experimentos.
-No, eran personas.
Se gira hacia Perdiz rápidamente y dice. –Y sus sacrificios no serán en vano si tenemos la fórmula y ese último ingrediente. Sería capaz de arreglar a todos los Miserables sin ninguno de los efectos colaterales que mataron a tu padre ¿Piensas que los chicos de las Fuerzas Especiales saldrán limpios?  Hay amigos tuyos de la academia allí, Perdiz.
-No sabía que tenías este lado altruista. Quiero decir, Arvin Weed, humanitario. No tenía idea cuando estabas, ya sabes, supervisando mi tortura.
-Órdenes son órdenes. Algunos dirán que fui más responsable que el propio hijo de Willux. Di lo que quieras sobre él; tu padre era un genio. Nunca empezarás siquiera a imaginarte de lo que era capaz su cerebro. Deberías mostrar algo de respeto.
-Weed, en tu cabeza y en tu estómago, sabes que mi padre fue un asesino de masas; tienes que saberlo.
Weed asiente. Levemente se rasca la frente. Dice con voz escalofriante y calmada. –Puedo hacer que pase algo bueno. Puedo salvar gente. Puedo hacer el bien donde tu padre falló.
Perdiz sacude la cabeza.
-¿Piensas que, de algún modo, puedes retomar donde mi padre lo dejó? –Perdiz se levanta, le da la espalda a Weed y cruza los brazos sobre el pecho. –Sé que fuiste el que desarrolló la píldora. –Dice en voz baja. Es incapaz de mirar a Weed a los ojos. Con esta oración, reconoció el hecho de que usó la píldora para matar a su padre, como también la posibilidad real de que Weed fuera cómplice en el asesinato. Puede ser que los dos no sean tan diferentes como parecen, unidos como lo están en un momento de la historia—en un asesinato.
-Sin ti. –Dice. –No podría haberlo hecho. –Se gira y mira a Weed, luego al suelo.
-Estoy seguro de que no sé de qué estás hablando. –Dice Weed.
Perdiz ya no puede soportar las mentiras y negaciones. Camina hacia Arvin, lo empuja y le agarra el hombro. -¡Maldita sea! Si admirabas a mi viejo tanto ¿Por qué lo hiciste?
Weed mira a Perdiz, lleno de odio. Se libera del agarre de Perdiz.
-Dije que no sé de qué hablas.
Y entonces Perdiz sabe la respuesta. Arvin ya la dijo: Puedo salvar gente. Puedo hacer el bien donde tu padre falló. Weed quería tener el poder.
Arvin camina hacia el sofá y se sienta con pesadez. –No sabes nada, Perdiz. Es la misma vieja mierda. Sigues paseándote por ahí, siendo el hijo de Willux, y no hiciste nada de la tarea.
Perdiz se sienta frente a Weed de nuevo. Presiona sus palmas juntas. –Eso no es enteramente verdad. He estado en la cámara secreta de mi padre en el cuarto de guerra. Aprendí un montón allí. De hecho, tu nombre aparecía en un documento.
-¡Por supuesto que lo hacía! Estoy en el centro, Perdiz, y lo he estado por un largo tiempo. Incluso cuando estábamos en la academia, ya estaba metiéndome en los círculos internos.
-Si no sé nada,  Weed, ¿Qué tal si me iluminas? Adelante. Explícamelo.
-Bien. –Dice Weed. –Primero, tu hermana y sus amigos robaron una de nuestras aeronaves. Estaba marcada, por supuesto. Conocemos su ruta. Sabemos a quién contactaron seguramente—cómo descubrieron donde encontrar a estos otros sobrevivientes es un misterio—pero resulta que ellos sí hacen su tarea.
Perdiz ignora la indirecta. -¿De qué diablos estás hablando? ¿Una ruta?
-Atravesando el Océano Atlántico, están en su camino de vuelta.
Perdiz ríe. Es ridículo. -¿El Atlántico? ¿En una aeronave? No es posible.
-La llevaron a Newgrange, una de las locaciones especiales de tu padre. Si estuviste en su cámara interior, entonces sabes que salvó un par de lugares sagrados y a la gente lo suficientemente suertuda para estar allí en el momento correcto.
Newgrange. Perdiz piensa en todas las lecturas de Glassings sobre las antiguas colinas de entierro y la obsesión de su padre desde la niñez con los domos. –Pero Pressia, Bradwell, Il Capitano y Helmud—¿Fueron hasta allí y volvieron?
Arvin asiente.
-¡Foresteed debería haberme dicho todo esto!
-Estoy seguro de que está en sus reportes.
-¡No los leo! -Dice Perdiz más para sí mismo que para Weed.
-Y allí. Probaste mi punto.
-Newgrange, -Dice Perdiz. –En una aeronave. –El mundo parece abrirse. Pressia, Bradwell, Il Capitano y Helmud—atravesaron un océano. –Dios mío. –Susurra. -¿Pero aún no volvieron? Suena peligroso.
-Bueno, llegaron hasta allí y ahora están en el aire de nuevo. La pregunta es por qué ¿Qué pensaron que encontrarían allí? ¿Y tuvieron éxito?
-¿Está Foresteed en esto, rastreando su progreso?
-A Foresteed no le importa mucho tu hermana y sus amigos. Tiene otros intereses.
-¿Cómo cuál?
Arvin sonríe. –Puedes preguntárselo tú mismo.
-Arvin, escucha. Creo que podríamos lograr un consejo juntos—gente del exterior y del interior sentándose a hablar. Podemos ayudar a cada lado a entenderse mutuamente. Allí es donde mi padre verdaderamente falló. Esta gente se está suicidando, pero si conocieran a alguien de allí afuera, si conocieran a Pressia…
Weed lo interrumpe. –Eso es lindo, Perdiz. Pero no funcionará.
-¿Por qué no?
-Mientras los Miserables lleven nuestra historia en común en su piel, no habrá paz. Culpa, Perdiz. No puedes vivir con toda esa culpa sin querer culpar a las víctimas y exonerarte a ti mismo. Naturaleza humana.
-Pero…
Weed menea la cabeza, sonriendo. –Este es un ejemplo. Quieres que saque a esta gente de suspensión ¿Qué diablos vamos a hacer con todas estas personas? ¿Eh? Algunas están deformadas. Algunas incluso son Miserables ¿Qué vas a hacer? ¿Obtenerles trabajo? ¿Mandarlos al almacén?
-¿Por qué no?
-He pasado los últimos días cosiendo muñecas cortadas, mirando heridas grandes y abiertas de bala, bombeando estómagos, todo por ti.
-Espera. –Dice Perdiz. Es la segunda vez que Weed lo responsabiliza por las muertes. No es completamente justo. –Mi padre no debería haberles forzado mentiras por la garganta.
-Así que, mientras yo estaba limpiando el desastre, ¿tú estabas ocupado racionalizándolo todo? ¿Es así como pasaste tu tiempo?
-No, te dije que fui a la cámara secreta de mi padre, y sé que él sabía que había cometido un error. Sabía que el fin estaba llegando.
-Y allí es donde viste mi nombre ¿Eh? –Weed se alisa el pelo, frota su cabeza. –Sí, recuerdo ese reporte. Bastante aleccionador. Así que, después de todo, no somos la raza superior. Imagínate cómo se sintió tu padre cuando se enteró. –Weed ríe, pero ya no tiene esa sonrisa persistente.
-No sé ni siquiera qué lo hizo pensar que éramos superiores en primer lugar. Nunca lo entenderé.
-¿Es eso lo que quieres de mí? ¿Un psicoanálisis de tu padre?
-No pediría eso de mi peor enemigo. –Dice Perdiz. –Pero sé que si no le gustaba una verdad, encontraba la manera de cambiarla. –Perdiz saca de su bolsillo la hoja con información científica que tomó de los archivos. No quiere mostrársela a Weed, pero, ¿A quién más? –Explícame esto.
Weed agarra la hoja, la mira y se la devuelve. –Es una receta.
-¿Para hacer qué?
-Gente.
-No lo entiendo ¿Gente?
-¿Por qué lo harías? Estás haciendo una persona al viejo estilo ¿o no? embarazando a alguien.
-Conoces su nombre. Ella no es simplemente alguien. Sólo explica la ciencia, ¿Sí?
Weed sonríe, feliz por haber hecho enojar a Perdiz, y se reclina contra el sillón. –Esta era su receta para hacerlos desde lo básico. Un poco de ADN de Puros, un poco de la semilla más dura, los Miserables. Un poco de clonación, algo de crecimiento.
-¿Vos le diste esta receta?
Weed ríe. –Esas cosas son muy avanzadas ¿Quién sabe de dónde la obtuvo? Pero no de nosotros. No. Es arte elevado.
-Así que iba a empezar a construir su propia súper-raza de cero.
-Él no iba a empezar a hacerlo. Está en progreso. De hecho, estaba contigo cuando los viste.
-¿Verlos? ¿A quiénes?
-Tal vez es uno de los agujeros que todavía no se aclaró. Además, estabas un poco sedado. Estábamos llevándote a purificarte.
-¿Quieres decir cuando casi me ahogan?
-Tu padre prefería el término bautismo.
-¿A quién vi? ¿En dónde?
-Los bebés—filas y filas de pequeños bebés.
Y entonces Perdiz lo recuerda, claramente. El banco de ventanas como una sala de maternidad gigante, pero todos los bebés eran prematuros, chiquitos, retorciéndose, algunos chillando, algunos plácidos y quietos. Bebés. Él estaba acostado—no, atado—rodando… siendo llevado en una camilla.
-El Nuevo Edén merecía sus propios Adanes y Evas. –Dice Weed. -
Willux también se dio por vencido con la gente de la Cúpula—somos débiles y vulnerables con pulmones delicados y corazones irritables. Empezó a odiarnos cerca del final, Perdiz. Y cuando saliste y sobreviviste, estaba orgulloso de ti. Ni siquiera tenías ningunas de las cosas de la codificación de tu hermano. Sólo estabas allí afuera, desentrenado y solo y sobreviviendo. Deberías haberlo escuchado hablar sobre ti. –Weed parece enfermo al recordar. Y a Perdiz le cuesta creer. Su padre siempre estuvo decepcionado de él. Pero entonces piensa en el cuarto de guerra, todas esas fotos de su niñez, todas las cartas de amor. Quizás su padre ocultaba su amor y orgullo bien.
Aun así, Perdiz no está seguro sobre qué pensar. Los sentimientos de su padre hacia él son tan retorcidos y difíciles de determinar. –Nunca me dijo que estaba orgulloso de mí. Nunca. –Excepto al final, justo antes de morir—sabiendo que Perdiz lo había envenenado—le dijo: “Eres mi hijo. Eres mío”—lo que hizo que se sintiera como su padre, por primera vez, vio algo que era un reflejo de él mismo. Cuando Perdiz piensa en ello ahora, es como si Willux le estuviera diciendo que son iguales, tal vez incluso que está destinado a volverse su padre, lo que sería un gran elogio para este último. –Sólo se amaba a sí mismo.
-Bueno, los nuevos Adanes y Evas se volvieron su gente, su esperanza. Eran el futuro. –Weed se levanta. –Deberías cuidarte.
-¿Qué hay del pequeño Jarv Hollenback? ¿Lo sacaste de suspensión? ¿Está con sus padres?
Weed asiente.
-¿Estaban los Hollenback felices por tenerlo devuelta en casa? –Es una pregunta estúpida, pero Perdiz quiere algo bueno—algún efecto positivo de él estando allí, incluso si es pequeño.
-Bueno, la Sra. Hollenback…
-¿Qué?
-Está en el hospital
-¿Trató de…?
-Casi lo logra.
Recuerda la última vez que la vio—en la cocina, sus manos manchadas de harina, pánico tintaba su voz. Que suerte la nuestra, decía. Que suerte la nuestra. Y quería desesperadamente decirlo en serio. La Sra. Hollenback, quién enseñó Historia de la Doméstica como una forma de Arte—la recuerda cantando sobre un muñeco de nieve ¿Cómo trató de hacerlo? No quiere imaginarlo. Había recuperado a Jerv ¿Por qué haría esto ahora? ¿A dónde fue su resistencia, su deseo de vivir? –Quiero ver a la Sra. Hollenback, antes que nada. –Se frota las manos, pensando en culpa y sangre. –Y quiero ver la maternidad. No quiero más generalización por parte de Foresteed, no más data. Quiero ver a la gente.
-¿Estás seguro?
-Sí.
Weed parece apreciar esto. –Está bien.
-¿Crees que la boda ayudará—en nada? Quiero decir, ¿Realmente necesitan una distracción?
-Les sacaste todo. El casamiento les da algo con lo que orientarse nuevamente. –Perdiz asiente. Esperaba que Weed le diera una razón para echarse atrás. –De todas formas, ¿Quién no querría casarse con Iralene?
Perdiz lo mira. Se siente repentinamente adormecido. –Sabes dónde está mi corazón.
Weed se rasca la cabeza y se encoje de hombros. –Cada quien a lo suyo.
-Quiero que me lleves a la maternidad, ahora. –Dice Perdiz. –Necesito ver cosas con mis propios ojos.
Weed inclina la cabeza. –Y yo quiero hablar con tu hermana, Perdiz. Si no estrellan esa nave, quiero saber lo que sabe.
-¿Piensas que chocarán?
-¿Quién sabe si tienen un piloto real a bordo? Las probabilidades son pocas, ¿O no?
Pero Perdiz no está tan seguro. Inmediatamente piensa en Il Capitano y en cuánto amaba su auto. Se volvería loco por una aeronave. De ninguna forma no estaría en los controles ¿Es bueno en ello? Perdiz no lo sabe realmente, pero siente un arrebato de confianza por Il Capitano solamente basado en el poder de voluntad de Il Capitano. –No puedo decirte si mi hermana sabe o no algo.

-Créeme. -Dice Arvin. -¡Lo hace!

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