sábado, 21 de junio de 2014

Arder/Quemar - Capítulo 12: Un Cuento de Hadas - TRADUCIDO - Julianna Baggott

LYDA
UN CUENTO DE HADAS
Lyda y Perdiz no han comido ni dormido bien en días—no desde que el hombre se tiró frente al tren. Los números de suicidio crecen. Perdiz pujó por la reunión con Foresteed porque quiere información clara, más estadísticas, un plan para acabar con lo que ahora es, claramente, una epidemia.
Se encuentran en la oficina de Foresteed, harta de mobiliaria devota al pasado y a la Cúpula.
-Nunca estuve aquí dentro antes. –Susurra Perdiz. Lyda tampoco lo ha estado, por supuesto. La asistente de Foresteed les ofreció un asiento donde esperar, pero no pueden evitar deambular, pensando en todo.
Carteles de reclutamiento para la Ola Roja Honesta están enmarcados en las paredes—hombres jóvenes con la mandíbula fuertemente apretada hombro con hombro, con una ciudad en llamas al fondo: UNETE AHORA, ANTES DE QUE SEA DEMASIADO TARDE… En la mezcla, hay un folleto tríptico enmarcado celebrando la inauguración del museo de la Ola Roja Honesta. Lyda le da un vistazo al texto, recordando levemente su propia niñez.
¡Dentro del museo, actores en vivo representan obras ambientadas en los tiempos problemáticos cuando criminales de ideas peligrosas vagaban por nuestras calles, cuando el feminismo no alentaba propiamente a la feminidad, cuando los medios de comunicación saboteaban al gobierno en sus verdaderos esfuerzos reformadores, cuando el gobierno no tenía el poder para proteger por completo buenos y trabajadores ciudadanos, del daño, y mucho, mucho más!¡Únetenos en el pasto para una reconstrucción histórica en un entorno completamente envolvente!¡Anima a los soldados de la Ola Roja Honesta mientras vencen a manifestantes y criminales y otros elementos malvados! Prepárate para asombrarte por nuestro creciente Sistema de prisiones, nuestros centros de rehabilitación, nuestros asilos para los difuntos… ¡Trae a tus estudiantes a esta oportunidad educativa! ¡Familias, pasen tiempo juntas uniéndose sobre el oscuro pasado reciente y nuestro esperanzador futuro! Compren en nuestra patriótica tienda de regalos de la Ola Roja Honesta. Chicos menores de 12 entran gratis.
A Lyda le da un escalofrío.
Perdiz se le acerca por detrás. –Fui de niño ¿Y tú?
Ella sacude la cabeza. –Mi padre no me dejaría. Creo que tenía algunas ideas ocultas propias sobre la Ola Roja Honesta. Puede ser por eso que ya no está con nosotros.
Lyda se mueve hacia un gabinete de vidrio protegiendo ediciones envueltas en cuero de: El manual académico para niñas, El manual académico para niños, y El Nuevo Edén: Prepara Tu Corazón, Mente y Cuerpo—un libro dado a cada dueño de hogar en la Cúpula. Detalla instrucciones sobre el tiempo de volver a vivir en el exterior, y también una lista de rasgos de carácter que deberían ser cultivados y alabados—fidelidad, devoción, pureza de corazón. Lyda recuerda la copia de su familia, prominentemente exhibida sobre el mantel para que la pueda ver cualquier invitado.
En otra caja de exposición hay viejos uniformes y recortes de periódicos sobre los planes de construcción de la Cúpula. Uno incluye una foto del padre de Perdiz en una ceremonia de apertura.
-Me pregunto si Foresteed alguna vez se casó. –Dice Lyda. -¿Tuvo una familia? ¿No lograron entrar?
-No sé. –Dice Perdiz. –No lo conocía por aquel entonces.
-Lo extraña. –Dice Lyda. –Los asilos, las batallas, las prisiones. Extraña la opresión en masa.
-Está enfermo de la cabeza. –Agrega Perdiz.
Lyda camina hacia el escritorio de Foresteed y se inclina sobre él. Hay un pilón de autorizaciones de padres para codificación—las firmas garabateadas como si pudieran elegir—y luego ve un archivo con su nombre en la etiqueta. De pronto, todo se siente más personal, situándola al límite.
Alza la carpeta levemente. Es su evaluación psicológica del centro de rehabilitación.
-¿Qué? –Susurra.
Perdiz está al otro lado de la habitación, concentrado en artículos de diario sobre su padre. Lyda toma la carpeta con rapidez.
Razón a referirse: se cree que Lyda Mertz sufre de un trauma emocional debido a un evento en el que participó de un robo y desaparición de un compañero de clase, Perdiz Willux…
Debajo de FUENTES DE INFORMACIÓN, hay una lista de todos los que entrevistaron y depusieron—sus maestros, la Srta. Pearl y el Sr. Glassings; algunas de sus compañeras; su madre; su pediatra. Hay resúmenes de sus reportes y luego una lista de pruebas psicológicas—todas dispensadas ¿Por qué? Porque las habría pasado. No estaba loca.
Un equipo que la entrevistó cuando fue traída al centro de rehabilitación describe a Lyda en su entrevista.
La Srta. Mertz estaba agitada y nerviosa… fácilmente distraída por la imagen de la ventana y frecuentemente se frotaba las rodillas con las manos. Estaba consciente de su cabeza rasurada y la mantenía cubierta. No mantuvo contacto visual consistente… una entrevistada reluctante… Encontró doloroso hablar de su padre y su muerte. No quería discutir las dificultades de ser criada por una madre soltera. Habló brevemente sobre su vida en la academia, diciendo que estaba “bien” y que había estado “feliz, ya sabes, más o menos”.
Estuvo feliz, más o menos, pero sólo porque no sabía lo que era la felicidad. No la entendía porque nunca tuvo la libertad de tomar sus propias decisiones, de elegir una vida.
La libertad y felicidad están entrelazadas—una no puede realmente existir sin la otra.
Se ve a sí misma en el ojo de su mente—esa niña callada y asustada en el centro de rehabilitación, avergonzada y humillada. No quiere volver a sentirse de esa forma de nuevo.
Lyda lee algo del denso lenguaje medico sobre su diagnóstico, no suena para nada verídico.
Y entonces las conclusiones.
Diagnóstico a corto plazo: Creemos que debido al pensamiento desilusionado de la Srta. Mertz, desobediencia deliberada, omisión de reglas y leyes, nuevo historial criminal y profundo nivel de negación, es una amenaza para sí misma y otros…
Sacude la cabeza. No, no es verdad. Para nada.
Diagnóstico a largo plazo: Creemos que la Srta. Mertz posiblemente no sea jamás capaz de una transición devuelta a la sociedad normal. Sus prospectos de encontrar pareja—a luz de sus deficiencias psicológicas—son remotas. No creemos que vuelva al nivel de completa participación y contribución como miembro de la comunidad. Sugeriremos—sujeto a análisis posterior—que sea considerada inapropiada para compañerismo. Fuertemente urgimos que no le sea dado el derecho a procrearse, al ver su debilidad psicológica como una posible raíz con origen genético del lado paterno.
Determinación Final: institucionalización de por vida.
Lyda baja la carpeta, se aleja del escritorio. Se siente atrapada de nuevo, como lo hacía en el centro de rehabilitación. Recuerda las sombras de las aves falsas moviéndose a través del recuadro de luz que se suponía que recordaba a los pacientes del sol. Quiere llamar a Perdiz, mostrarle la carpeta, pero no puede. Hay algo de vieja vergüenza dentro suyo. Profesionales pensaron estas cosas sobre ella—inapropiada para compañerismo, no le sea dado el derecho a procrearse… Quiere esconder esto de Perdiz.
¿Por qué anunciar que esta era una determinación, su futuro muerto?
¿Por qué está esto en el escritorio de Foresteed?
Susurra: “La Srta. Mertz posiblemente no sea jamás capaz de una transición devuelta a la sociedad normal.” Y se pregunta si esta es la cosa más cierta que jamás haya leído. Ahora que estuvo fuera en lo salvaje, ¿Podría sobrevivir aquí—incluso con Perdiz a su lado?
Camina hacia él ¿Lo necesita aquí dentro de una manera que no lo hizo allí afuera? Solía no tener miedo, ser audaz y fuerte. Extraña sus lanzas. Extraña a las Madres y al olor a bosque y a la forma en la que la ceniza gira en el aire. –Perdiz. –Dice.
Él se gira y la mira, su rostro ansioso y alerta. -¿Qué pasa?
Y entonces se abre la puerta y Foresteed—esbelto y bronceado—da una zancada dentro del cuarto. -¡Siéntense! Pónganse cómodos.
-No es realmente posible. –Dice Perdiz. –Necesitamos el nuevo conteo de suicidios ¿Todavía sube?
Foresteed se sienta en su escritorio. Mira la carpeta como si supiera que no está en el punto exacto donde la dejó. Observa a Lyda.
Ella aparta la vista y toma asiento en una de las sillas de cuero.
-El número sólo empeoró. -Dice Foresteed. –Y estamos sobrecargados en todas las facilidades, tratando de cuidar a aquellos que lo arruinaron todo. –Casi ríe.
-Haré cuanto pueda para ayudar en la situación. –Dice Perdiz. –Excepto, bueno, ya sabes qué pienso sobre retractarme. No puedo hacerlo.
-Por supuesto que no. -Dice Foresteed. –El daño está hecho, ¿o no?
Perdiz mira sus manos. Ha estado retorciéndose de la culpa. Lyda le trató de decir que no hay forma de que hubiera podido saber que la gente empezaría a suicidarse, que no es su culpa. Pero nada ayudó.
Foresteed golpea el escritorio con los nudillos como un martillo. –Creo que hay cosas que podemos hacer.
Perdiz se sienta e inclina hacia delante. -¿Cuál es el plan?
-Debes ofrecerles alguna parte de la verdad, Perdiz. Tienes que hacerles sentir que pasará algo de lo que les fue prometido, algo que reconozcan. Y sería genial si fuera también algo que los distrajera, dales una pequeñez que celebrar.
Foresteed toma la carpeta con la evaluación psicológica de Lyda, golpeando el escritorio. –Purdy y Hoppes tienen una muy buena sugerencia, y quieren que te diga que consideres…
-¿Purdy y Hoppes? Se supone que trabajan en la historia para que Lyda y yo podamos estar juntos.
-Como puedes imaginarte, todo eso está en espera. -Foresteed mira a Lyda.-Ahora no es el momento.
Lyda se siente azorada repentinamente. Es la madre soltera de nuevo, una vergüenza para su familia, su escuela. Se recuerda rápidamente que está orgullosa de quién es y cuán fuerte se volvió, pero la vergüenza no escucha lógica ¿De dónde viene? ¿Por qué es tan incontrolable y repentina? Foresteed parece saber exactamente qué decir para impulsarla. –Está bien. –Dice Lyda, tratando de sonar segura. –No estamos en ningún apuro. La mayor prioridad aquí es salvar vidas.
Foresteed apenas le presta atención. –Es serio, Perdiz. Purdy y Hoppes quieren que te pregunte si estás dispuesto a revertir el curso un poco. Hay demasiado para ser ganado de un personaje público que está más en línea con lo que le fue prometido a la gente. Románticamente hablando…
Perdiz parece saber exactamente lo que Foresteed sugiere. –No. –Dice.
-No ¿Qué? –Le pregunta Lyda. Es como si la estuviera excluyendo de la conversación. –No te ha preguntado nada aun.
-Sé qué preguntará y la respuesta es no.
-Perdiz. –Dice Lyda. –Gente se está suicidando, están muriendo. Chicos encuentran a sus padres en bañeras llenas de sangre. Si puedes hacer algo sin retractarte de la verdad, entonces tendrías que hacerlo. Debes hacerlo. –Toma su mano.
-Lyda. –Dice Perdiz. -¿No sabes que sugerirá?
-No, no lo hago.
-A la gente les fue contado un cuento de hadas. –Dice Foresteed. –Quieren un “felices por siempre”. Quieren algo que haga parecer que las cosas volverán—incluso aunque no lo hagan.
-¿Un cuento de hadas? –Dice Lyda. -¿Un felices por siempre?
-Purdy y Hoppes me dijeron que te preguntara. No fue mi idea. –Dice Foresteed golpeando los dedos en la carpeta. –Pero no es mala, considerando que realmente no tenemos otra ¿Por qué no darles una boda? La que les fue prometida.
Lyda mira a Perdiz. Suelta su mano. Entrelaza sus dedos y los mira. -Iralene. –Quiere asegurarse de entenderlo.
-Iralene. -Dice Foresteed.
-Una boda. Perdiz e Iralene, -Dice, su voz ahora un susurro. Presiona su mano contra su frente. Su piel está fría y húmeda.
Foresteed habla rápidamente. –Podemos trasmitir una conferencia de prensa en una hora. Sentimos que lo distraerá, como poco, y detendrá la explosión de muertes. Debemos hacer algo. –Y luego aspira profundamente y suspira. -¿Quieres que tu propio niño nazca en un mundo con tanta inestabilidad, violencia y muerte?
Lyda odia que Foresteed siquiera hizo mención a su hijo. Se siente repentinamente protectora. –Esto no es sobre mi niño. –Dice.
-Bien, entonces piensa en los chicos de las otras personas. –Dice Foresteed. -Los que crecerán sin uno de sus padres—como tú, perdiendo a tu padre tan joven.
Sabe que Foresteed trata de manipularla, y lo odia por eso, pero extraña a su padre y quiere que estas muertes innecesarias acaben. Él le sonríe grotescamente.
-Es sólo un cuento de hadas. –Dice Lyda. –Quieren un cuento de hadas. Un “felices por siempre” ¿Puede ser un casamiento temporal hasta que las cosas se estabilicen de nuevo?
-Exactamente. –Dice Foresteed.
¿Entonces por qué siente un pozo tan profundo de tristeza dentro suyo?
-No tenemos que hacerlo. –Le dice Perdiz. –En serio, no tenemos.
-Gente saltó de techos. Hay armas siendo disparadas en habitaciones. –Mira a Perdiz. No hay nada más. Él aspira pero no dice nada. Se gira hacia Foresteed. -Hazlo, -Dice. –Diles lo que quieren. Ve si funciona.

Hay un silencio y después Lyda le susurra a Perdiz. –No más sangre en tus manos. No más.

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