sábado, 21 de junio de 2014

Arder/Quemar - Capítulo 13: Reflejo - TRADUCIDO - Julianna Baggott

PRESSIA
REFLEJO
El aire está estancado y los motores son ruidosos. La aeronave se zarandea en el viento. El viaje entero toma cincuenta horas. Revisó la caja de metal algunas veces, tocando el vial y la fórmula—ambos intactos, gracias a dios; se ha vuelto un hábito nervioso. Ya pasó mucho del tiempo, pero aun así, las horas que quedan—¿Cuántas, exactamente?—se alargan ante Pressia sin descanso. En una mano, sólo está la vista por la claraboya del centelleante mar; en la otra, la nave es peligrosa. Il Capitano es un piloto novato, y estaba enojado cuando se dio cuenta que regresarían sin sus armas. Se veía perdido y desesperado. -¿Cómo demonios espera Kelly que lleguemos a ninguna parte sin pistolas? –Se calmó lo suficiente para despegar, y, ocasionalmente, suelta boyas de seguimiento reflectoras de láser. El sonido es ensordecedor mientras son lanzadas de la aeronave, iluminando las claraboyas y haciendo a la nave en sí misma traquetear. Podían morir aquí afuera—desplomarse, estrellarse y después hundirse, sin sonido, en el suelo oceánico. Esto le asusta, pero le ha temido a la muerte por tanto tiempo que ya no tiene tanto poder sobre ella como una vez lo hizo.
En su lugar, el sofocante sentimiento que tiene en el pecho—implacable y horrible—es por Bradwell. Él está sentado sólo al otro lado del pasillo, e, incluso aunque le salvó la vida, no han hablado ¿Cómo se siente estar atrapada en un espacio pequeño con alguien que la odia? La hace querer ser más y más pequeña hasta desaparecer.
Espera al momento en el que Bradwell baje la guardia un poco, en el que se suavice, se abra. Pero incluso mientras duerme, parece enojado. Su entrecejo se frunce en sueños, tal vez pesadillas. Patea sin descanso. Es duro para él simplemente sentarse en el asiento. Tieso e incómodo, sus alas parecen empujar sus hombros hacia adelante, forzándole a encorvarse.
Il Capitano y Helmud están en la cabina de mando con Fignan a su lado. Il Capitano está cantando canciones viejas—aunque nada de amor. Asume que está siendo cuidadoso.
Pero no hay tiempo para cuidarse del otro. Deben hablar sobre su próximo paso.
-¡Bradwell! -Dice Pressia.
No se mueve.
-¡Bradwell!
De nuevo, nada.
Se desabrocha el cinturón, cruza el pasillo y le sacude el hombro. -¡Bradwell, despierta!
Se despierta del sueño de la forma en la que lo solía hacer en el cobertizo mohoso donde se recuperó después de que casi mueren congelados en el suelo del bosque—sus brazos y piernas se sacuden y jadea en busca de aire. -¿Qué? ¿Qué pasa?
-Tenemos que hablar.
Mira a su alrededor, con los ojos bien abiertos, y luego a la claraboya—seguramente sorprendido de encontrarse en una aeronave cruzando el océano. –No quiero hablar sobre nosotros. –Dice. –No puedo.
-No sobre nosotros. –Dice ella, pero desea que pudieran hablar sobre lo que significan para el otro ¿Alguna vez lo harán? –Necesitamos un plan. Tenemos que hablar con Il Capitano y Helmud también.
Él se frota los ojos y asiente. –Tienes razón.
Bradwell sigue a Pressia a la cabina de mando. Il Capitano está cantando, y Helmud parece estar tarareando una harmonía. Es hermoso. Fignan parece estar en modo dormido, como si el canto lo hubiera apaciguado. Odia interrumpir.
La puerta está abierta, pero golpea de todos modos.
Él se detiene a mitad de una nota. –Pensé que estaban dormidos.
-Yo lo estaba. –Dice Bradwell. Con Pressia entran a la cabina. Él apenas cave en el espacio. Sus costillas, pecho y hombros se ensancharon. Sus alas son espesas y se arquean a su espalda.
-Debemos pasar a ver a Hastings. -Dice Pressia agarrando la espalda del asiento de copiloto vacío.
-Tendríamos que aterrizar en Crazy John-Johns y después despegar nuevamente. –Dice Il Capitano nervioso.
-No podemos dejarlo allí. –Dice Bradwell.
-No estaba diciendo que lo abandonaría. Es sólo un riesgo—eso es todo. Si nos aterrizamos/estrellamos como lo hicimos la última vez, no tendremos a nadie que nos ayude. Deberemos volver a casa a pie a través de un territorio en el que apenas sobrevivimos la primera vez.
-No tenemos opción. –Dice Pressia. –Nos necesita, y podríamos necesitarlo a él también.
-¿Necesitarlo para qué? –Pregunta Il Capitano.
Pressia suspira. –Voy a entrar a la Cúpula. Tengo que hablar con Perdiz. Debo llevarle la cura a la gente correcta dentro. –En ningún momento se suelta la mochila.
-Asumes que hay gente correcta en el interior. –Dice Bradwell.
-Gente correcta. –Dice Helmud con optimismo.
-No pueden ser todos malos. Y ahora que Perdiz está a cargo, estoy segura de que…
-Yo no estoy seguro de nada. –Dice Bradwell. -Kelly sabía que Willux estaba muerto, que Perdiz estaba a cargo, ¿Entonces por qué no ha escuchado sobre una nueva orden en la Cúpula?
-Tal vez Perdiz no tuvo tiempo. –Dice Pressia enojada. –Tal vez su plan está en marcha ¡O quizás empezó a hacer verdaderos cambios, pero decirle a Kelly, a un océano de distancia, no es su mayor prioridad justo ahora! -Se gira hacia Il Capitano. –Crees en Perdiz ¿No?
-Siempre dudo de la gente. –Dice Il Capitano. –Sobreviví por no creer en otros humanos.
Pressia lo entiende. Ella es alguien que decepcionó al Cap; no lo ama de la manera que él a ella.
-¿Cuál es su plan? ¿Derribar la Cúpula y que haya una guerra civil? ¿Más sangre, más muerte? –Les pregunta Pressia.
-Si quieres ponerte de su lado, adelante. –Le dice Bradwell a Il Capitano. –Cómo te sientes con respecto a ella ya no es un secreto. Haz lo que quieras.
A Pressia le sorprende que Bradwell haya dicho esto en voz alta. Mira a Il Capitano. Tiene los cachetes sonrosados. Él tose en su puño y mira fuera por el parabrisas. Están atravesando un banco de nubes.
-Solamente quieres que prueben que tienes razón después de todos estos años. –Le dice Pressia a Bradwell. –Tomarás justicia sobre paz, incluso si eso significa que va a morir gente.
-No estoy tratando de probar que tengo razón. La tengo. Hay una diferencia. La verdad es importante. –Dice Bradwell. –La historia es importante.
-Il Capitano hará lo que piense que es correcto—justicia o paz, -Dice Pressia. –Confío en él para que tome la decisión.
-Paz. -Dice Helmud, dando su voto.
A Pressia le alegra que Helmud esté de su lado. –Bien. –Dice Pressia. –Gracias.
-¿Cap? -Dice Bradwell.
-No, -Dice Il Capitano. –No voy a elegir entre ustedes. Debemos estar unidos en esto.
Bradwell mira por el parabrisas, y Pressia sólo puede ver su perfil, las cicatrices gemelas recorriéndole una mejilla. Él dice. –Mi madre murió agarrada a la camisa de mi padre. Sus ojos seguían abiertos, mirándolo, como si hubiera muerto rogándole que siguiera vivo. Pero murieron Puros, por dentro. –Se golpea el pecho. –Murieron como eran, luchando por revelar la verdad. –Se frota los nudillos y dice. -¿Qué soy yo? -Sus alas se tuercen a su espalda. –Soy un cuento de hadas que los padres les cuentan a sus niños para asustarlos y que tengan cuidado en la vida. No soy real.
Pressia se lo imagina como un niño pequeño corriendo por la casa y llamándolos con creciente pánico.
Algunas veces se le olvida el chico que una vez fue—quien fue enviado a vivir con sus tíos, quien corría por una bandada de pájaros cuando las Detonaciones ocurrieron, quien encontró su camino de vuelta a la casa de sus padres, al cofre en el cuarto seguro, quien se las arregló solo por años. Ella ama a ese niño. Ama el hombre en el que se convirtió—complejo y terco. -Eres real. Eres la misma persona.
Él sacude la cabeza. -No. Ese Bradwell se ha ido.
-¿Qué significa eso? –Pregunta ella.
-Lo que realmente me mantuvo andando todos estos años son la verdad y justicia. Podía mirar a la Cúpula, su cruz brillante, en cualquier momento, y tenía todo lo que necesitaba para sobrevivir. Mataron a mis padres.  Se encerraron en su perfecta pequeña burbuja y destruyeron al mundo. Soy un Miserable. Eso es lo que me hizo Puro ¿Y ahora? Con esos químicos dentro de mí ¿Qué es lo que soy?
-Todavía eres tú mismo. –Dice Pressia. Quiere decir más. Quiere decirle que es real, que lo ama. Pero su espalda está tensa. Sus ojos miran al cielo. Está distante. Dice. –Tienes toda la razón para odiarme.
-No te odio. Desearía poder hacerlo.
-Miren. –Dice Il Capitano. –Alguien tiene que comprometerse.
La cabina está en silencio.
-Aquí está mi compromiso. –Rompe Bradwell el silencio. –Sólo sobre mi cadáver saldrán los Puros de esto como héroes. –Mira a cada uno a los ojos y se va.
Pressia mira el parabrisas que sostenía su reflejo. Ahora es una pantalla negra temblando con nubes ocasionales. Él había bajado la guardia. Habló sobre haber encontrado a sus padres muertos. Desea haber dicho algo diferente, pero ¿qué?
Se gira hacia el reflejo de Il Capitano. Él atrapa su mirada y sonríe tristemente. -Perdón. –Dice. –Por todo. No debería haberlo empujado al…
-No. –Dice ella. –Está bien.
Helmud se estira, le roza el cabello y aparta la vista tímidamente.
Ella ve su propio reflejo y piensa en el juego de rimas que los chicos jugaban en el campo.
Mira tú reflejo. Halla tu pareja. ¡Encuéntrate! ¡Encuéntrate! ¡No quedes al final!
Alza la cabeza de muñeca ¿Quién sería sin ella? ¿Más ella misma o menos? No puede imaginarse cómo debe de ser para Bradwell—su cuerpo no es el suyo propio. Piensa en su propio ADN, las instrucciones sobre cómo construirla a ella, y solamente a ella. Pelo, piel, sangre.
Y luego recuerda el cepillo en su cuarto, cómo nunca tenía un sólo pelo en él a la mañana siguiente ¿Tomaron su ADN? ¿Habrán réplicas de ella—allí afuera—algún día? La idea la aterroriza en formas que no puede entender. ¡Encuéntrate! ¡Encuéntrate! Ella no sabe realmente quién es. Tampoco Bradwell ¿Alguien lo hace?
Il Capitano dice: -Estamos sobre tierra.
-Tierra, -Dice Helmud, como si le ordenara a su hermano que aterrizara. -¡Tierra!

Pressia se quita la mochila y se la abraza al pecho. Mira por el parabrisas al horizonte irregular. Desde aquí, se ve pacífico y en calma. Pero ella sabe que allí pululan Bestias y Terrones. La tierra en sí misma está viva—odiosamente viva. Tal vez la venganza es parte de todos ellos.

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