sábado, 13 de abril de 2013

Artemis Fowl 8 - Eoin Cofler, Capítulo 3 - TRADUCCIÓN

Hey! Como andan? Bueno aquí vengo a actualizar el 3 capítulo de este libro... El próximo es bien cortito (2 hojas) pero tengo una semana muy ocupada, así que creo que lo tendré para el próximo sábado (o, con suerte, viernes) Disfruten :)



Capítulo 3
Fuego y azufre
Las Profundidades, Atlantis
Opal no disfrutó ser forzada dentro de un tubo de punta plana, pero una vez que estuvo bien abajo, en el interior de la corteza de neutrones, se sintió algo cómoda, amortiguada por la esponjosa capa de espuma anti-radiación.
“Una es como una oruga en su crisálida” Pensó un poco molesta por el áspero material del que estaba hecho su traje contra-radiación. “Estoy por transformarme en una divinidad. Estoy por alcanzar mi destino. Inclínense, criaturas, o soporten su propia ceguera.” Entonces pensó, “¿soporten su propia ceguera? ¿Es eso demasiado?”
La preocupante duda de que había cometido un error terrorífico al poner su plan en acción se encontraba en la parte trasera de la cabeza de Opal. Era la maniobra más radical que nunca había hecho, y miles de hadas y humanos morirían. Peor aún, ella misma podría dejar de existir, o transformarse en algún tipo de mutante del tiempo. Pero Opal había lidiado con estas preocupaciones simplemente negándose en pensar en ellas. Sabía que era infantil; pero estaba noventa por ciento convencida de que había sido ordenada cósmicamente para ser el primer Ser Cuántico.
La alternativa era demasiado aborrecedora para ser aguantarla por tanto tiempo: ella, Opal Koboi, sería forzada a vivir el resto de sus días como una prisionera común y corriente en las Profundidades, un objeto de burla. La materia de cuentos morales y proyectos escolares. Un chimpancé en un zoológico para que las hadas de Atlantis se le quedaran viendo con los ojos bien abiertos. Matarlos a todos y a sí misma sería definitivamente más preferible. No es que ella fuera a morir. El tubo contendría su energía; y, con la concentración suficiente, se volvería una versión nuclear de sí misma.
Una siente su propio destino en la mano. En cualquier minuto, a partir de ahora.
Ciudad Refugio
Artemis, Mayordomo y Holly tomaron el elevador expreso hacia el Puerto de lanzaderas de la Plaza de Policías, conectada a una corriente de magma del centro de la tierra, que suministraba mucho del poder de la ciudad a través de cañas geotérmicas. Artemis no les habló a los otros; él simplemente murmuraba para sí mismo y golpeaba la pared de acero del ascensor con los nudillos.
Holly estaba aliviada al encontrar que no había un patrón en los golpes, a no ser, por supuesto, que este haya sido demasiado complicado como para que ella lo percibiera. No sería la primera vez que el proceso de razonamiento de Artemis estuviera fuera de su alcance.
El elevador era espacioso para los estandartes de la PES, y le permitió a Mayordomo la suficiente altura como para pararse derecho, a pesar de que aún se golpeaba la coronilla contra las paredes de la cápsula cada vez que había un bache.
Finalmente Artemis habló: -Si podemos meternos en la lanzadera antes del punto muerto, entonces tendremos la verdadera oportunidad de llegar a los pozos de magma.
Él usó las palabras punto muerto, pero sus compañeros sabían que se refería a asesinato. Pip le dispararía a Opal cuando el tiempo acabara; ninguno de ellos lo dudaba ahora. Entonces, las consecuencias de este homicidio se desatarían, cualesquiera que sean; y su mejor oportunidad de sobrevivir reposaba dentro de una cápsula de titanio construida para soportar una inmersión total en una explosión de magma.
El elevador siseó al detener los pistones automáticos y abrió la puerta para admitir los ruidos varios del completo caos. El puerto de lanzaderas estaba repleto de hadas frenéticas luchando por pasar a través de los checkeos de seguridad, ignorando los protocolos usuales de rayos-X y saltando las barreras y torniquetes. Las hadas volaban ilegalmente bajo, ahora, con sus alas rozando el tubo luminoso. Los gnomos se apiñaron en formaciones de crunchball, intentando hacerse camino a través de la línea de los oficiales anti-disturbios de la PES.
-Las personas están olvidando sus instrucciones, -Murmuró Holly. –Y el pánico no va a ayudar a nadie.
Artemis miró cabizbajo la multitud. Él ya había visto algo como esto una vez en el aeropuerto de JFK, cuando una estrella de un reality de la TV había aparecido en Arribos.
–No podremos hacerlo. No sin lastimar a alguien.
Mayordomo levantó a sus compañeros y los puso a uno en cada hombro. –El infierno que no podremos, -Dijo, pasando determinado a través de la multitud.
La actitud de Pip había cambiado desde que le había disparado a su colega. No más cháchara o posturas; ahora estaba siguiendo sus instrucciones al pie de la letra: esperar a que la alarma del teléfono suene y disparar a la duendecilla.
“Ese niño Fowl. Era una broma ¿Correcto? No puede hacer nada ahora. Probablemente ni siquiera era Fowl.”
Pip decidió que nunca divulgaría lo que había pasado allí hoy. El silencio era seguridad. Las palabras solamente se unirían en una cadena y lo ahorcarían.
Ella no necesita saberlo, nunca.
Pero Pip sabía que lo miraría a los ojos y sabría todo. Por un segundo pensó en correr, desprenderse de ese complejo plan maestro y ser un gnomo normal de nuevo.
No puedo hacerlo. Me encontraría. Me encontraría y me haría cosas terribles. Y, por alguna razón, no deseo ser libre de ella.
No había nada más que seguir las órdenes que todavía no he desobedecido.
Tal vez si la mato me perdonará.
Pip cargó el arma y la presionó contra la parte trasera de la cabeza de Opal.
Atlantis
En el reactor, la cabeza de Opal vibraba con excitación. Debía de ser pronto. Muy pronto. Había estado contando los segundos, pero el viaje por ascensor lleno de baches la había desorientado.
“Estoy lista” Pensó “Lista para el próximo paso.”
“¡Jálalo!” Transmitió, sabiendo que su yo más joven escucharía el pensamiento y entraría en pánico. “Jala el gatillo.”
Plaza de Policía
Potrillo sintió su jopo caer bajo el peso de la transpiración y trató recordar el comentario de adiós que le había dicho a Caballina esa mañana.
Creo que le dije que la amo. Siempre lo hago ¿Pero lo dije esta mañana? ¿Lo hice?
Le parecía muy importante.
Caballina está en los suburbios. Estará fuera de peligro. Bien.
El centauro no podía creer en sus propios pensamientos. Si Opal estaba tras todo esto, todavía quedaban giros repentinos del plan por ser revelados.
Opal Koboi no hace planes; ella escribe óperas.
Por primera vez en su vida, Potrillo estaba horrorizado de encontrarse a sí mismo pensando que alguien más podría ser un poco más inteligente que él.
Plaza de Policía, Puerto de lanzaderas
Mayordomo cruzó la multitud, dejando caer sus pies con cuidado. Su aparición en el Puerto de lanzaderas solo sirvió para intensificar el nivel de pánico, pero eso no podía ser tratado ahora. Algunas molestias temporales tendrían que ser sufragadas por ciertas hadas si eso significaba alcanzar sus lanzaderas a tiempo.
Los elfos se agruparon al rededor de sus rodillas como peces limpiadores, varios pinchándolo con porras zumbeantes y un par de ellos rociándolo con espray repelente de feromonas, que Mayordomo descubrió, para su gran disgusto, que redujo instantáneamente sus pectorales.
Cuando alcanzaron la barrera de seguridad, el enorme guardaespaldas simplemente pasó por encima de ella, dejando a la mayoría de la asustada muchedumbre acordonándose en el otro lado. Mayordomo tuvo el ánimo suficiente como para embocar a Holly frente del escáner de retina para poder pasar sin activar las medidas de seguridad de la terminal.
Holly llamó a un hada que reconoció en el escritorio de seguridad.
-Chix ¿Está nuestro pozo abierto?
Chix Verbil había sido una vez compañero de Holly en una aventura y solo continuaba vivo porque ella había arrastrado su lastimado cuerpo fuera del camino peligroso.
-Uh… si. El Comandante Kelp nos dijo que hiciéramos un hoyo ¿Estás bien, Capitana?
Holly se desmontó del hombro-estante de Mayordomo, aterrizando con chispas de los tacos de sus botas.
-Sí, bien.
-Un modo de transporte inusual, -Comentó Chix, golpeando nervioso el suelo con un pie, su reflejo brillando en el acero pulido como un espíritu atrapado en otra dimensión.
-No te preocupes, Chix, -Dijo Holly, palmeando la pierna de Mayordomo. –Es manso. A menos que huela miedo.
El guardaespaldas olió el aire, como si allí hubiera una ligera esencia de terror.
Chix se elevó unos centímetros, sus alas eran como la mancha de las de un colibrí. Apretó la tabla-V en la computadora de su muñeca con sudorosos dedos.
-Okey. Están preparados para salir. El equipo de tierra revisó todos sus soportes de vida. Y dejamos un fresco cubo de plasma mientras estuvimos allí, así que estarás bien por unas décadas. Las puertas blindadas se están cerrando en menos de dos minutos, así que me pondría en marcha si fuera tu, y me llevaría a esos dos Fangosos… ah, humanos… contigo.
Mayordomo decidió que sería más rápido dejar a Artemis sobre su hombro hasta que estuvieran en la lanzadera, ya que, probablemente, tropezaría con un enano en el apuro. Partió en un rápido trote hacia abajo del tubo de metal que conectaba el escritorio de check-in con su puesto de atraque.
Potrillo se las había arreglado para conseguir una orden de remodelación aprobada para el puerto para que Mayordomo pudiera caminar bajo el dintel con su barbilla baja. La lanzadera en sí misma era, actualmente, un vehículo fuera-de-camino confiscado por el Departamento Activo de Criminales a un traficante de atún. Su fila media de asientos había sido removida para que el guardaespaldas pudiera extenderse en la parte trasera. Manejar el fuera-de-camino era la parte favorita de Mayordomo en sus visitas al subsuelo.
“¡Fuera-de-camino!” Había bufado Potrillo. “Como si hubiera algún lugar en Refugio que no tuviera caminos. Engullidores de plasma de alto estatus, eso es lo que estos cacharros son.”
Eso que no lo había detenido de ordenar con júbilo una reparación para que el vehículo se pareciera a un Humvee Americano, y pudieras acomodar a dos humanos en la parte trasera. Y porque Artemis era uno de esos humanos, Potrillo no pudo evitar presumir un poco, añadiendo más extras dentro del confinado espacio que las que podrían ser encontradas en el promedio de la sonda de Marte: asientos de gel, treinta y dos altavoces, Televisión 3-D HD; y, para Holly, oxy-refuerzo, y un cortador laser en el ornamento de la cubierta, un diablillo soplando un cuerno de tallo largo. Este era el porqué la lanzadera era referida como el Cupido de Plata.  Sonaba un poco romántico para el gusto de Artemis, así que Holly lo llamaba por ese nombre tantas veces como pudiera.
El fuera-del-camino detectó la cercanía de la elfa y le mandó un mensaje a su computadora de muñeca, inquiriendo si debía abrir las puertas y prenderse por sí misma. Holly lo confirmó sin perder el paso, y las puertas-alas de murciélago oscilaron silenciosamente hacia arriba, justo a tiempo para que Mayordomo bajara a Artemis de su hombro, como un saco de gatitos, en el asiento trasero. Holly se deslizó en el único asiento delantero, a la nariz de la nave y bloqueó el riel de suministros antes de que las puertas se sellaran.
Artemis y Mayordomo se inclinaron hacia atrás, dejando que sus cinturones de seguridad cayeran sobre sus hombros, tirándolos cómodamente cerca de los rodillos sensibles a la presión.
Los dedos de Artemis hicieron crujir el material de sus pantalones a la altura de su rodilla. Su progreso por la vía de alimentación parecía desesperantemente lento. Al final del panel de metal-vestido-de-roca del túnel podían ver la abertura, una brillante media luna creciente bostezando, como la puerta al infierno.
-Holly, -Dijo sin separar sus dientes, -Por favor, un poco de aceleración.
Holly levantó sus manos enguantadas del volante. –Todavía estamos en un carril alimentador, Artemis. Todo es automático.
La cara de Potrillo apareció en una proyección de cabezas arriba del parabrisas. –Lo siento, Artemis, -Dijo –En verdad. Nos hemos quedado sin tiempo.
-¡No! –Dijo Artemis, luchando contra su cinturón. –Aún quedan quince segundos. Doce al menos.
Los ojos de Potrillo cayeron hacia los controles antes que él. –Debemos cerrar las puertas para asegurar que todos dentro de los túneles sobrevivan. Estoy muy apenado, Artemis.
El fuera-del-camino se sacudió y, luego, cuando el poder fue cortado del riel, se detuvo.
-Podemos hacerlo, -Dijo Artemis, su voz cercana a un resuello de pánico.
Más adelante, la boca del infierno se empezó a cerrar mientras los gigantes engranajes forjados por enanos rodaron las persianas de un metro de espesor hacia abajo por el agujero.
Artemis apretó el hombro de su amiga. -¿Holly? Por favor.
La elfa rodó los ojos y cambió los controles a modo manual.
-D’Arvit, -Dijo, y apretó el acelerador hasta el suelo.
El fuera-del-camino saltó hacia adelante, sacudiéndose libre de su carril guía, con sus luces giratorias y sus sirenas de aviso.
En la pantalla, Potrillo se frotó sus párpados con los dedos índices. –Sí, sí. Aquí vamos. La Capitana Canija va de pícara de nuevo. Levante las manos quien está sorprendido ¿Nadie?
Holly intentó ignorar al centauro y concentrarse en apretar la lanzadera a través de la reducida brecha.
“Usualmente dejo este tipo de proezas para el final de una aventura,” Pensó. “Tercer acto de apogeo. Estamos empezando temprano esta vez.”
La lanzadera rechinó a lo largo del suelo del túnel, la fricción levantaba arcos mellizos de chispas que rebotaban contra la pared. Holly deslizó sus gafas de control sobre sus ojos y, automáticamente, ajustó su visión al curioso doble enfoque necesario para enviar parpadeos a los comandos que estaban en sus lentes y, actualmente, mirar lo que había en frente de ella.
-Cerca, -Dijo. –Va a estar cerca. –Y luego, antes de perder la conexión, agregó –Buena suerte, Potrillo. Mantente a salvo.
El centauro golpeó la pantalla con dos dedos. –Buena suerte a todos nosotros.
Holly salvo unas pocas pulgadas extra desinflando las almohadillas de suspensión del Cupido, y el fuera-del-camino pasó por debajo de las puertas blindadas descendientes con medio segundo de sobra, cayendo en picada por la chimenea natural. Abajo, el núcleo de la tierra escupió columnas de magma de seis kilómetros de ancho, creando corrientes ascendentes de fuego que explotaron contra la parte inferior de la pequeña lanzadera y la mandó en un espiral hacia la superficie.
Holly puso los estabilizadores y dejó que su cabeza y cuello reposar en el respaldo.
-Sosténganse, -Dijo. –Hay un bravo camino adelante.
Pip saltó cuando la alarma sonó en su teléfono como si no la estuviera esperando, como si no hubiera estado contando los segundos. De cualquier forma, parecía sorprendido ahora que el momento finalmente había llegado. Dispararle a Kip le había drenado el engreimiento, y su lenguaje corporal era, claramente, el de un asesino reacio.
Trató de ganar algo de ese viejo espíritu arrogante blandiendo su pistola y mirando de reojo la cámara; pero era difícil representar el asesinato de una duendecilla pequeña como cualquier otra cosa.
-Les advertí, -Le dijo a la cámara. –Esto está en ustedes, no en mí.
En la plaza de Policías, el Comandante Kelp activó el micrófono.
-Te encontraré, -Gruñó. –Incluso aunque me lleve mil años, te encontraré y te daré prisión de por vida.
Eso actualmente, parecía divertir un poco a Pip. -¿Tú? ¿Encontrarme? Perdón si eso no me preocupa, poli, pero conozco a alguien que me asusta mucho más que tú.
Y sin más discusión le disparó, una vez, a Opal en la cabeza.
La duendecilla cayó hacia adelante como si la hubieran golpeado con una pala por detrás. El impacto de la bala la tiró al suelo con algo de fuerza, pero siempre hubo muy poca sangre a excepción de un pequeño goteo desde su oreja, casi como si la Opal joven hubiera caído de su bicicleta en el patio del colegio.
En la Plaza de Policía, el usualmente bullicioso centro de operaciones se encontraba en silencio, mientras todo el personal esperaba las repercusiones del asesinato que acababan de atestiguar ¿Cuál teoría cuántica sería la correcta? Tal vez nada pasaría aparte de la muerte de un duende.
-Okey, -Dijo Camorra Kelp, luego de un largo momento. –Todavía estamos operando ¿Cuánto antes de que estemos en la guarida del trol?
Potrillo estaba a punto de hacer correr algunos cálculos en la computadora, cuando la pantalla de la pared se partió, derramando un gas verde en la habitación.
-Sosténganse a algo, -Advirtió. –El caos se aproxima.
Atlantis
Opal Koboi sintió su propio yo morir, y fue una sensación curiosa, como una ansiedad creciendo en sus adentros.
“Con que es así como se siente el trauma” pensó. “Estoy segura de que lo superaré”
La ácida enfermedad fue prontamente reemplazada por un entusiasmo burbujeante al saborear la noción de en lo que se estaba por convertir.
Finalmente me estoy transformando. Emergiendo de mi crisálida como la criatura más poderosa del planeta. Nada se parará en mi camino.
Esto era todo muy melodramático, pero Opal decidió que, bajo esas circunstancias, su eventual biógrafo entendería.
A la duendecilla nunca se le ocurrió que su teoría de la paradoja temporal podía estar completamente mal, y ella podría haber sido arrojada a un agujero en un reactor nuclear, habiendo matado a su único aliado real.
“Siento un hormigueo” Pensó “Está comenzando.”
El cosquilleo se volvió una incómoda sensación de quemazón en la base de su cráneo que rápidamente se extendió por toda su cabeza en una ardiente presión. Opal ya no podía nutrir los pensamientos de futuras conquistas cuando su completo ser se convirtió, de pronto, en miedo y dolor.
“He cometido un error” Pensó desesperada. “Ningún premio vale la pena por otro segundo de esto.”
Opal se agitó violentamente dentro de su traje anti-radiación, luchando contra las suaves limitaciones de la espuma que embotaba sus movimientos. El pánico se extendió a través de su sistema nervioso, incrementando en intensidad desde meramente inaguantable hasta inimaginable. Cualquier hilo de sanidad mental que le hubiera quedado la había dejado bruscamente, como un velero amarrado en un huracán.
Opal sintió su magia volver para conquistar el dolor que permanecía en sus terminales nerviosas. La loca y vengativa duendecilla luchó por contener su propia energía y no ser completamente destruida por su propio poder. Incluso ahora, ser liberado como electrones desplazaría las orbitas y el núcleo se dividiría espontáneamente. Su cuerpo  fue desplazado por energía dorada, evaporizando el traje de radiación y quemando los agujeros a través de la disuelta espuma, rebotando contra las paredes de neutrones de la cámara y de nuevo hacia la harapienta conciencia de Opal.
“Ahora,” Pensó. “Ahora el éxtasis comienza, mientras me rehago a mi propia imagen. Soy mi propio dios.”
Y, con solo el poder en mente, Opal se re ensambló a sí misma. Su apariencia no cambió, para ella era vano y se creía perfecta. Pero abrió y expandió su mente, dejando que los nuevos poderes recubrieran los puentes entre sus células nerviosas, centrándose en las mantras ancestrales de las artes oscuras, para que su nueva magia pudiera ser usada para traer de vuelta a sus soldados de su lugar de descanso. Un poder como este era demasiado para un solo cuerpo, y ella debía suprimirlo tan pronto como hubiera escapado, o sus átomos se harían trizas y serían barridos como luciérnagas por el viento.
“Las uñas son difíciles de re ensamblar,” pensó “Debo sacrificar las mis manos y pies.”
El efecto dominó del asesinato de la joven Opal en una esquina del campo, fue más extensor de lo que Artemis podría imaginar, a pesar de que, en verdad, imaginar era el verbo incorrecto, ya que Artemis Fowl no tenía el hábito de imaginar nada. Incluso de pequeño, él nunca había soñado despierto con luchar contra dragones montado a caballo. Lo que Artemis prefería era visualizar un objetivo realizable y luego trabajar para cumplir la meta.
Su madre, Angeline, una vez había espiado por sobre el hombro de un Artemis de ocho años mientras él dibujaba en su diario.
“¡Oh, querido, eso es asombroso!” Había exclamado ella, encantada de que su niño finalmente mostrara algún interés en la creatividad artística, incluso si la pintura parecía un poco violenta. “Es un robot gigante destruyendo una ciudad.”
“No, Madre,” Había suspirado Artemis, siempre como el teatral genio incomprendido. “Es un robot constructor haciendo un hábitat lunar.”
Angeline había revuelto el pelo de su hijo como venganza de su suspiro y se preguntó si el pequeño Arty debería necesitar hablar con alguien profesional.
Artemis había considerado la extensa devastación que sería causada por la energía espontanea explotando de toda la materia relativa a Opal, pero ni él estaba consciente del nivel de saturación de los productos Koboi elaborados en los pasados años, antes de su encarcelación. Industrias Koboi tenía muchos negocios legítimos, que manufacturaban todo desde partes de armas, hasta equipamiento médico; pero Opal también tenía muchas compañías sombra que, ilegalmente, extendieron su influencia al mundo humano, e incluso al espacio, y el efecto de estos diez mil componentes explotando, osciló de inconveniente a justo debajo de catástrofe.
En el depósito de la PES, doscientas armas clasificadas, preparadas para ser recicladas la semana entrante, colapsaron como barras derretidas de chocolate y luego irradiaron una luz dorada de fuego que frió todos los sistemas locales con circuitos cerrados antes de explotar con el poder de cien barras de Semtex. No se alcanzó la fisión, pero los daños fueron considerables. El almacén fue esencialmente evaporizado, y muchos de los pilares de soporte de carga de la ciudad bajo tierra fueron derribados como bloques infantiles de construcción.
El Centro de Ciudad Refugio colapsó interiormente, dejando que un millón de toneladas de la corteza terrestre de roca cayera en la capital mágica, rompiendo el sello de presión e incrementando las lecturas de atmósfera a casi un mil por ciento. Cualquier cosa bajo la caída de las rocas fue aplastada instantáneamente. Hubieron ochenta y siete víctimas mortales, y los daños de propiedad fueron absolutos.
El sótano de la Plaza de Policía colapsó, causando que los tres pisos que le seguían se hundieran. Afortunadamente, los pisos superiores estaban sujetos al techo de la caverna, que los mantuvo firmes y salvó la vida de muchos oficiales que habían elegido permanecer en sus puestos.
El sesenta y tres por ciento de los automóviles contenían pistones Koboi en sus engranajes, y volaron simultáneamente, causando una vuelta de vehículos increíblemente sincronizada; parte de la cual fue capturada en una cámara de un estacionamiento que sobrevivió de algún modo a la presión. En los años futuros se volvería el clip más visto de la Web del Subsuelo.
Los laboratorios sombra de Koboi habían estado vendiendo por años tecnología mágica obsoleta a las compañías humanas, como parecía ser, a la vanguardia de sus accionistas. Estos pequeños chips maravilla o sus descendientes se habían extendido por casi todos los dispositivos controlados por computadora construidos en los últimos años. Estas fichas dentro de laptops, celulares, televisores, y  tostadores, aparecieron y silbaron como bolas de soporte cargadas cinéticamente dentro de latas de hojalata. El ochenta por ciento de la comunicación electrónica del planeta Tierra cesó de inmediato. La humanidad fue devuelta a la edad del papel en medio segundo.
Los sistemas de soporte vital lanzaron chispas de energía y murieron. Preciados manuscritos fueron perdidos. Los bancos colapsaron, así como todos los expedientes financieros de los pasados cincuenta años fueron completamente eliminados. Los aviones cayeron del cielo, la estación espacial Graum II quedó a la deriva en el cosmos, y los satélites de defensa que se suponía que no existían, dejaron de hacerlo.
Las personas salieron hacia las calles, gritándole a sus teléfonos muertos, como si el volumen pudiera reactivarlos. El saqueo se extendió por los continentes como un virus de computadora, mientras que los virus informáticos reales murieron con sus huéspedes, y las tarjetas de crédito se volvieron meros rectángulos de plástico. Los parlamentos fueron asaltados en todo el mundo por los ciudadanos que culpaban al gobierno por esta serie de catástrofes inexplicables.
Chispas de fuego y el asqueroso olor a azufre surgieron de las grietas en la tierra. Estas provenían, en su mayoría, de tuberías rotas, pero la gente lo tomó como un grito del Armagedón. El caos reinó, y los survivalistas* desenvolvieron ansiosos las cabritillas de sus ballestas.
La primera fase del plan de Opal estaba completa.

*
Los Survivalistas son  individuos o grupos que se preparan activamente para posibles emergencias adquiriendo anticipadamente  formación médica de emergencia,  almacenando  alimentos  y  agua,  preparándose para una posible defensa y  adquiriendo conocimientos de autosuficiencia.

Nos vemos en el capítulo 4:
"El ingeniero Ozkopy tiene la última palabra"

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