Capítulo
3
Fuego
y azufre
Las
Profundidades, Atlantis
Opal no disfrutó
ser forzada dentro de un tubo de punta plana, pero una vez que estuvo bien
abajo, en el interior de la corteza de neutrones, se sintió algo cómoda,
amortiguada por la esponjosa capa de espuma anti-radiación.
“Una es como una
oruga en su crisálida” Pensó un poco molesta por el áspero material del que
estaba hecho su traje contra-radiación. “Estoy por transformarme en una
divinidad. Estoy por alcanzar mi destino. Inclínense, criaturas, o soporten su
propia ceguera.” Entonces pensó, “¿soporten
su propia ceguera? ¿Es eso
demasiado?”
La preocupante
duda de que había cometido un error terrorífico al poner su plan en acción se
encontraba en la parte trasera de la cabeza de Opal. Era la maniobra más
radical que nunca había hecho, y miles de hadas y humanos morirían. Peor aún,
ella misma podría dejar de existir, o transformarse en algún tipo de mutante
del tiempo. Pero Opal había lidiado con estas preocupaciones simplemente negándose
en pensar en ellas. Sabía que era infantil; pero estaba noventa por ciento
convencida de que había sido ordenada cósmicamente para ser el primer Ser
Cuántico.
La alternativa
era demasiado aborrecedora para ser aguantarla por tanto tiempo: ella, Opal
Koboi, sería forzada a vivir el resto de sus días como una prisionera común y
corriente en las Profundidades, un objeto de burla. La materia de cuentos
morales y proyectos escolares. Un chimpancé en un zoológico para que las hadas
de Atlantis se le quedaran viendo con los ojos bien abiertos. Matarlos a todos
y a sí misma sería definitivamente más preferible. No es que ella fuera a morir.
El tubo contendría su energía; y, con la concentración suficiente, se volvería
una versión nuclear de sí misma.
Una siente su
propio destino en la mano. En cualquier minuto, a partir de ahora.
Ciudad Refugio
Artemis,
Mayordomo y Holly tomaron el elevador expreso hacia el Puerto de lanzaderas de
la Plaza de Policías, conectada a una corriente de magma del centro de la
tierra, que suministraba mucho del poder de la ciudad a través de cañas
geotérmicas. Artemis no les habló a los otros; él simplemente murmuraba para sí
mismo y golpeaba la pared de acero del ascensor con los nudillos.
Holly estaba
aliviada al encontrar que no había un patrón en los golpes, a no ser, por
supuesto, que este haya sido demasiado complicado como para que ella lo
percibiera. No sería la primera vez que el proceso de razonamiento de Artemis
estuviera fuera de su alcance.
El elevador era
espacioso para los estandartes de la PES, y le permitió a Mayordomo la suficiente
altura como para pararse derecho, a pesar de que aún se golpeaba la coronilla
contra las paredes de la cápsula cada vez que había un bache.
Finalmente Artemis
habló: -Si podemos meternos en la lanzadera antes del punto muerto, entonces
tendremos la verdadera oportunidad de llegar a los pozos de magma.
Él usó las
palabras punto muerto, pero sus compañeros sabían que se refería a asesinato.
Pip le dispararía a Opal cuando el tiempo acabara; ninguno de ellos lo
dudaba ahora. Entonces, las consecuencias de este homicidio se desatarían,
cualesquiera que sean; y su mejor oportunidad de sobrevivir reposaba dentro de
una cápsula de titanio construida para soportar una inmersión total en una
explosión de magma.
El elevador siseó
al detener los pistones automáticos y abrió la puerta para admitir los ruidos
varios del completo caos. El puerto de lanzaderas estaba repleto de hadas
frenéticas luchando por pasar a través de los checkeos de seguridad, ignorando
los protocolos usuales de rayos-X y saltando las barreras y torniquetes. Las
hadas volaban ilegalmente bajo, ahora, con sus alas rozando el tubo luminoso. Los
gnomos se apiñaron en formaciones de crunchball, intentando hacerse camino a
través de la línea de los oficiales anti-disturbios de la PES.
-Las personas están olvidando sus
instrucciones, -Murmuró Holly. –Y el pánico no va a ayudar a nadie.
Artemis miró
cabizbajo la multitud. Él ya había visto algo como esto una vez en el
aeropuerto de JFK, cuando una estrella de un reality de la TV había aparecido
en Arribos.
–No podremos hacerlo. No sin
lastimar a alguien.
Mayordomo
levantó a sus compañeros y los puso a uno en cada hombro. –El infierno que no
podremos, -Dijo, pasando determinado a través de la multitud.
La actitud de
Pip había cambiado desde que le había disparado a su colega. No más cháchara o
posturas; ahora estaba siguiendo sus instrucciones al pie de la letra: esperar
a que la alarma del teléfono suene y disparar a la duendecilla.
“Ese niño Fowl. Era
una broma ¿Correcto? No puede hacer nada ahora. Probablemente ni siquiera era Fowl.”
Pip decidió que
nunca divulgaría lo que había pasado allí hoy. El silencio era seguridad. Las
palabras solamente se unirían en una cadena y lo ahorcarían.
Ella no necesita
saberlo, nunca.
Pero Pip sabía
que lo miraría a los ojos y sabría todo. Por un segundo pensó en correr,
desprenderse de ese complejo plan maestro y ser un gnomo normal de nuevo.
No puedo
hacerlo. Me encontraría. Me encontraría y me haría cosas terribles. Y, por
alguna razón, no deseo ser libre de ella.
No había nada más
que seguir las órdenes que todavía no he desobedecido.
Tal vez si la
mato me perdonará.
Pip cargó el
arma y la presionó contra la parte trasera de la cabeza de Opal.
Atlantis
En el reactor,
la cabeza de Opal vibraba con excitación. Debía de ser pronto. Muy pronto.
Había estado contando los segundos, pero el viaje por ascensor lleno de baches
la había desorientado.
“Estoy lista”
Pensó “Lista para el próximo paso.”
“¡Jálalo!” Transmitió,
sabiendo que su yo más joven escucharía el pensamiento y entraría en pánico. “Jala
el gatillo.”
Plaza de Policía
Potrillo sintió
su jopo caer bajo el peso de la transpiración y trató recordar el comentario de
adiós que le había dicho a Caballina esa mañana.
Creo que le dije
que la amo. Siempre lo hago ¿Pero lo dije esta mañana? ¿Lo hice?
Le parecía muy importante.
Caballina está
en los suburbios. Estará fuera de peligro. Bien.
El centauro no podía
creer en sus propios pensamientos. Si Opal estaba tras todo esto, todavía
quedaban giros repentinos del plan por ser revelados.
Opal Koboi no
hace planes; ella escribe óperas.
Por primera vez
en su vida, Potrillo estaba horrorizado de encontrarse a sí mismo pensando que alguien
más podría ser un poco más inteligente que él.
Plaza de
Policía, Puerto de lanzaderas
Mayordomo cruzó
la multitud, dejando caer sus pies con cuidado. Su aparición en el Puerto de
lanzaderas solo sirvió para intensificar el nivel de pánico, pero eso no podía
ser tratado ahora. Algunas molestias temporales tendrían que ser sufragadas por
ciertas hadas si eso significaba alcanzar sus lanzaderas a tiempo.
Los elfos se
agruparon al rededor de sus rodillas como peces limpiadores, varios pinchándolo
con porras zumbeantes y un par de ellos rociándolo con espray repelente de
feromonas, que Mayordomo descubrió, para su gran disgusto, que redujo
instantáneamente sus pectorales.
Cuando
alcanzaron la barrera de seguridad, el enorme guardaespaldas simplemente pasó
por encima de ella, dejando a la mayoría de la asustada muchedumbre
acordonándose en el otro lado. Mayordomo tuvo el ánimo suficiente como para
embocar a Holly frente del escáner de retina para poder pasar sin activar las
medidas de seguridad de la terminal.
Holly llamó a un
hada que reconoció en el escritorio de seguridad.
-Chix ¿Está nuestro pozo abierto?
Chix Verbil había
sido una vez compañero de Holly en una aventura y solo continuaba vivo porque
ella había arrastrado su lastimado cuerpo fuera del camino peligroso.
-Uh… si. El Comandante Kelp nos
dijo que hiciéramos un hoyo ¿Estás bien, Capitana?
Holly se desmontó
del hombro-estante de Mayordomo, aterrizando con chispas de los tacos de sus
botas.
-Sí, bien.
-Un modo de transporte inusual,
-Comentó Chix, golpeando nervioso el suelo con un pie, su reflejo brillando en
el acero pulido como un espíritu atrapado en otra dimensión.
-No te
preocupes, Chix, -Dijo Holly, palmeando la pierna de Mayordomo. –Es manso. A
menos que huela miedo.
El
guardaespaldas olió el aire, como si allí hubiera una ligera esencia de terror.
Chix se elevó
unos centímetros, sus alas eran como la mancha de las de un colibrí. Apretó la tabla-V
en la computadora de su muñeca con sudorosos dedos.
-Okey. Están preparados para
salir. El equipo de tierra revisó todos sus soportes de vida. Y dejamos un
fresco cubo de plasma mientras estuvimos allí, así que estarás bien por unas
décadas. Las puertas blindadas se están cerrando en menos de dos minutos, así
que me pondría en marcha si fuera tu, y me llevaría a esos dos Fangosos… ah,
humanos… contigo.
Mayordomo
decidió que sería más rápido dejar a Artemis sobre su hombro hasta que
estuvieran en la lanzadera, ya que, probablemente, tropezaría con un enano en
el apuro. Partió en un rápido trote hacia abajo del tubo de metal que conectaba
el escritorio de check-in con su puesto de atraque.
Potrillo se las
había arreglado para conseguir una orden de remodelación aprobada para el
puerto para que Mayordomo pudiera caminar bajo el dintel con su barbilla baja.
La lanzadera en sí misma era, actualmente, un vehículo fuera-de-camino
confiscado por el Departamento Activo de Criminales a un traficante de atún. Su
fila media de asientos había sido removida para que el guardaespaldas pudiera extenderse
en la parte trasera. Manejar el fuera-de-camino era la parte favorita de
Mayordomo en sus visitas al subsuelo.
“¡Fuera-de-camino!” Había
bufado Potrillo. “Como si hubiera algún
lugar en Refugio que no tuviera caminos.
Engullidores de plasma de alto estatus, eso es lo que estos cacharros son.”
Eso que no lo
había detenido de ordenar con júbilo una reparación para que el vehículo se
pareciera a un Humvee Americano, y pudieras acomodar a dos humanos en la parte
trasera. Y porque Artemis era uno de esos humanos, Potrillo no pudo evitar presumir
un poco, añadiendo más extras dentro del confinado espacio que las que podrían
ser encontradas en el promedio de la sonda de Marte: asientos de gel, treinta y
dos altavoces, Televisión 3-D HD; y, para Holly, oxy-refuerzo, y un cortador
laser en el ornamento de la cubierta, un diablillo soplando un cuerno de tallo
largo. Este era el porqué la lanzadera era referida como el Cupido de Plata. Sonaba
un poco romántico para el gusto de Artemis, así que Holly lo llamaba por ese
nombre tantas veces como pudiera.
El
fuera-del-camino detectó la cercanía de la elfa y le mandó un mensaje a su
computadora de muñeca, inquiriendo si debía abrir las puertas y prenderse por
sí misma. Holly lo confirmó sin perder el paso, y las puertas-alas de
murciélago oscilaron silenciosamente hacia arriba, justo a tiempo para que
Mayordomo bajara a Artemis de su hombro, como un saco de gatitos, en el asiento
trasero. Holly se deslizó en el único asiento delantero, a la nariz de la nave
y bloqueó el riel de suministros antes de que las puertas se sellaran.
Artemis y
Mayordomo se inclinaron hacia atrás, dejando que sus cinturones de seguridad
cayeran sobre sus hombros, tirándolos cómodamente cerca de los rodillos
sensibles a la presión.
Los dedos de Artemis
hicieron crujir el material de sus pantalones a la altura de su rodilla. Su
progreso por la vía de alimentación parecía desesperantemente lento. Al final
del panel de metal-vestido-de-roca del túnel podían ver la abertura, una
brillante media luna creciente bostezando, como la puerta al infierno.
-Holly, -Dijo sin separar sus
dientes, -Por favor, un poco de aceleración.
Holly levantó
sus manos enguantadas del volante. –Todavía estamos en un carril alimentador,
Artemis. Todo es automático.
La cara de
Potrillo apareció en una proyección de cabezas arriba del parabrisas. –Lo
siento, Artemis, -Dijo –En verdad. Nos hemos quedado sin tiempo.
-¡No! –Dijo Artemis, luchando
contra su cinturón. –Aún quedan quince segundos. Doce al menos.
Los ojos de
Potrillo cayeron hacia los controles antes que él. –Debemos cerrar las puertas
para asegurar que todos dentro de los túneles sobrevivan. Estoy muy apenado,
Artemis.
El
fuera-del-camino se sacudió y, luego, cuando el poder fue cortado del riel, se
detuvo.
-Podemos hacerlo, -Dijo Artemis, su
voz cercana a un resuello de pánico.
Más adelante, la
boca del infierno se empezó a cerrar mientras los gigantes engranajes forjados
por enanos rodaron las persianas de un metro de espesor hacia abajo por el
agujero.
Artemis apretó
el hombro de su amiga. -¿Holly? Por favor.
La elfa rodó los
ojos y cambió los controles a modo manual.
-D’Arvit, -Dijo, y apretó el
acelerador hasta el suelo.
El
fuera-del-camino saltó hacia adelante, sacudiéndose libre de su carril guía,
con sus luces giratorias y sus sirenas de aviso.
En la pantalla, Potrillo
se frotó sus párpados con los dedos índices. –Sí, sí. Aquí vamos. La Capitana
Canija va de pícara de nuevo. Levante las manos quien está sorprendido ¿Nadie?
Holly intentó
ignorar al centauro y concentrarse en apretar la lanzadera a través de la
reducida brecha.
“Usualmente dejo
este tipo de proezas para el final de una aventura,” Pensó. “Tercer acto de
apogeo. Estamos empezando temprano esta vez.”
La lanzadera rechinó
a lo largo del suelo del túnel, la fricción levantaba arcos mellizos de chispas
que rebotaban contra la pared. Holly deslizó sus gafas de control sobre sus
ojos y, automáticamente, ajustó su visión al curioso doble enfoque necesario para enviar parpadeos a los
comandos que estaban en sus lentes y, actualmente, mirar lo que había en frente
de ella.
-Cerca, -Dijo. –Va a estar cerca.
–Y luego, antes de perder la conexión, agregó –Buena suerte, Potrillo. Mantente
a salvo.
El centauro
golpeó la pantalla con dos dedos. –Buena suerte a todos nosotros.
Holly salvo unas
pocas pulgadas extra desinflando las almohadillas de suspensión del Cupido,
y el fuera-del-camino pasó por debajo de las puertas blindadas descendientes
con medio segundo de sobra, cayendo en picada por la chimenea natural. Abajo,
el núcleo de la tierra escupió columnas de magma de seis kilómetros de ancho,
creando corrientes ascendentes de fuego que explotaron contra la parte inferior
de la pequeña lanzadera y la mandó en un espiral hacia la superficie.
Holly puso los
estabilizadores y dejó que su cabeza y cuello reposar en el respaldo.
-Sosténganse, -Dijo. –Hay un
bravo camino adelante.
Pip saltó cuando
la alarma sonó en su teléfono como si no la estuviera esperando, como si no
hubiera estado contando los segundos. De cualquier forma, parecía sorprendido
ahora que el momento finalmente había llegado. Dispararle a Kip le había
drenado el engreimiento, y su lenguaje corporal era, claramente, el de un
asesino reacio.
Trató de ganar
algo de ese viejo espíritu arrogante blandiendo su pistola y mirando de reojo
la cámara; pero era difícil representar el asesinato de una duendecilla pequeña
como cualquier otra cosa.
-Les advertí, -Le dijo a la
cámara. –Esto está en ustedes, no en mí.
En la plaza de
Policías, el Comandante Kelp activó el micrófono.
-Te encontraré, -Gruñó. –Incluso
aunque me lleve mil años, te encontraré y te daré prisión de por vida.
Eso actualmente,
parecía divertir un poco a Pip. -¿Tú? ¿Encontrarme? Perdón si eso no me
preocupa, poli, pero conozco a alguien que me asusta mucho más que tú.
Y sin más discusión
le disparó, una vez, a Opal en la cabeza.
La duendecilla
cayó hacia adelante como si la hubieran golpeado con una pala por detrás. El impacto
de la bala la tiró al suelo con algo de fuerza, pero siempre hubo muy poca
sangre a excepción de un pequeño goteo desde su oreja, casi como si la Opal joven
hubiera caído de su bicicleta en el patio del colegio.
En la Plaza de Policía,
el usualmente bullicioso centro de operaciones se encontraba en silencio,
mientras todo el personal esperaba las repercusiones del asesinato que acababan
de atestiguar ¿Cuál teoría cuántica sería la correcta? Tal vez nada pasaría aparte
de la muerte de un duende.
-Okey, -Dijo Camorra Kelp, luego
de un largo momento. –Todavía estamos operando ¿Cuánto antes de que estemos en
la guarida del trol?
Potrillo estaba
a punto de hacer correr algunos cálculos en la computadora, cuando la pantalla
de la pared se partió, derramando un gas verde en la habitación.
-Sosténganse a algo, -Advirtió. –El
caos se aproxima.
Atlantis
Opal Koboi sintió
su propio yo morir, y fue una sensación curiosa, como una ansiedad creciendo en
sus adentros.
“Con que es así
como se siente el trauma” pensó. “Estoy segura de que lo superaré”
La ácida
enfermedad fue prontamente reemplazada por un entusiasmo burbujeante al
saborear la noción de en lo que se estaba por convertir.
Finalmente me
estoy transformando. Emergiendo de mi crisálida como la criatura más poderosa
del planeta. Nada se parará en mi camino.
Esto era todo
muy melodramático, pero Opal decidió que, bajo esas circunstancias, su eventual
biógrafo entendería.
A la duendecilla
nunca se le ocurrió que su teoría de la paradoja temporal podía estar completamente
mal, y ella podría haber sido arrojada a un agujero en un reactor nuclear,
habiendo matado a su único aliado real.
“Siento un
hormigueo” Pensó “Está comenzando.”
El cosquilleo se
volvió una incómoda sensación de quemazón en la base de su cráneo que
rápidamente se extendió por toda su cabeza en una ardiente presión. Opal ya no
podía nutrir los pensamientos de futuras conquistas cuando su completo ser se
convirtió, de pronto, en miedo y dolor.
“He cometido un
error” Pensó desesperada. “Ningún premio vale la pena por otro segundo de
esto.”
Opal se agitó
violentamente dentro de su traje anti-radiación, luchando contra las suaves
limitaciones de la espuma que embotaba sus movimientos. El pánico se extendió a
través de su sistema nervioso, incrementando en intensidad desde meramente
inaguantable hasta inimaginable. Cualquier hilo de sanidad mental que le
hubiera quedado la había dejado bruscamente, como un velero amarrado en un
huracán.
Opal sintió su
magia volver para conquistar el dolor que permanecía en sus terminales
nerviosas. La loca y vengativa duendecilla luchó por contener su propia energía
y no ser completamente destruida por su propio poder. Incluso ahora, ser
liberado como electrones desplazaría las orbitas y el núcleo se dividiría
espontáneamente. Su cuerpo fue
desplazado por energía dorada, evaporizando el traje de radiación y quemando
los agujeros a través de la disuelta espuma, rebotando contra las paredes de
neutrones de la cámara y de nuevo hacia la harapienta conciencia de Opal.
“Ahora,” Pensó. “Ahora
el éxtasis comienza, mientras me rehago a mi propia imagen. Soy mi propio dios.”
Y, con solo el
poder en mente, Opal se re ensambló a sí misma. Su apariencia no cambió, para
ella era vano y se creía perfecta. Pero abrió y expandió su mente, dejando que
los nuevos poderes recubrieran los puentes entre sus células nerviosas, centrándose
en las mantras ancestrales de las artes oscuras, para que su nueva magia
pudiera ser usada para traer de vuelta a sus soldados de su lugar de descanso. Un
poder como este era demasiado para un solo cuerpo, y ella debía suprimirlo tan
pronto como hubiera escapado, o sus átomos se harían trizas y serían barridos
como luciérnagas por el viento.
“Las uñas son
difíciles de re ensamblar,” pensó “Debo sacrificar las mis manos y pies.”
El efecto dominó
del asesinato de la joven Opal en una esquina del campo, fue más extensor de lo
que Artemis podría imaginar, a pesar de que, en verdad, imaginar era el verbo incorrecto, ya que Artemis Fowl no tenía el
hábito de imaginar nada. Incluso de pequeño, él nunca había soñado despierto
con luchar contra dragones montado a caballo. Lo que Artemis prefería era
visualizar un objetivo realizable y luego trabajar para cumplir la meta.
Su madre, Angeline,
una vez había espiado por sobre el hombro de un Artemis de ocho años mientras
él dibujaba en su diario.
“¡Oh, querido,
eso es asombroso!” Había exclamado ella, encantada de que su niño finalmente mostrara algún
interés en la creatividad artística, incluso si la pintura parecía un poco
violenta. “Es un robot gigante destruyendo una ciudad.”
“No, Madre,” Había suspirado
Artemis, siempre como el teatral genio incomprendido. “Es un robot constructor haciendo un hábitat lunar.”
Angeline había
revuelto el pelo de su hijo como venganza de su suspiro y se preguntó si el
pequeño Arty debería necesitar hablar con alguien profesional.
Artemis había
considerado la extensa devastación que sería causada por la energía espontanea
explotando de toda la materia relativa a Opal, pero ni él estaba consciente del
nivel de saturación de los productos Koboi elaborados en los pasados años,
antes de su encarcelación. Industrias Koboi tenía muchos negocios legítimos, que
manufacturaban todo desde partes de armas, hasta equipamiento médico; pero Opal
también tenía muchas compañías sombra que, ilegalmente, extendieron su
influencia al mundo humano, e incluso al espacio, y el efecto de estos diez mil
componentes explotando, osciló de inconveniente a justo debajo de catástrofe.
En el depósito
de la PES, doscientas armas clasificadas, preparadas para ser recicladas la
semana entrante, colapsaron como barras derretidas de chocolate y luego irradiaron
una luz dorada de fuego que frió todos los sistemas locales con circuitos
cerrados antes de explotar con el poder de cien barras de Semtex. No se alcanzó
la fisión, pero los daños fueron considerables. El almacén fue esencialmente
evaporizado, y muchos de los pilares de soporte de carga de la ciudad bajo
tierra fueron derribados como bloques infantiles de construcción.
El Centro de
Ciudad Refugio colapsó interiormente, dejando que un millón de toneladas de la
corteza terrestre de roca cayera en la capital mágica, rompiendo el sello de
presión e incrementando las lecturas de atmósfera a casi un mil por ciento. Cualquier
cosa bajo la caída de las rocas fue aplastada instantáneamente. Hubieron
ochenta y siete víctimas mortales, y los daños de propiedad fueron absolutos.
El sótano de la
Plaza de Policía colapsó, causando que los tres pisos que le seguían se
hundieran. Afortunadamente, los pisos superiores estaban sujetos al techo de la
caverna, que los mantuvo firmes y salvó la vida de muchos oficiales que habían
elegido permanecer en sus puestos.
El sesenta y
tres por ciento de los automóviles contenían pistones Koboi en sus engranajes, y
volaron simultáneamente, causando una vuelta de vehículos increíblemente
sincronizada; parte de la cual fue capturada en una cámara de un
estacionamiento que sobrevivió de algún modo a la presión. En los años futuros
se volvería el clip más visto de la Web del Subsuelo.
Los laboratorios
sombra de Koboi habían estado vendiendo por años tecnología mágica obsoleta a
las compañías humanas, como parecía ser, a la vanguardia de sus accionistas. Estos
pequeños chips maravilla o sus descendientes se habían extendido por casi todos
los dispositivos controlados por computadora construidos en los últimos años. Estas
fichas dentro de laptops, celulares, televisores, y tostadores, aparecieron y silbaron como bolas
de soporte cargadas cinéticamente dentro de latas de hojalata. El ochenta por
ciento de la comunicación electrónica del planeta Tierra cesó de inmediato. La
humanidad fue devuelta a la edad del papel en medio segundo.
Los sistemas de
soporte vital lanzaron chispas de energía y murieron. Preciados manuscritos
fueron perdidos. Los bancos colapsaron, así como todos los expedientes
financieros de los pasados cincuenta años fueron completamente eliminados. Los
aviones cayeron del cielo, la estación espacial Graum II quedó a la deriva en
el cosmos, y los satélites de defensa que se suponía que no existían, dejaron
de hacerlo.
Las personas
salieron hacia las calles, gritándole a sus teléfonos muertos, como si el volumen
pudiera reactivarlos. El saqueo se extendió por los continentes como un virus
de computadora, mientras que los virus informáticos reales murieron con sus
huéspedes, y las tarjetas de crédito se volvieron meros rectángulos de plástico.
Los parlamentos fueron asaltados en todo el mundo por los ciudadanos que
culpaban al gobierno por esta serie de catástrofes inexplicables.
Chispas de fuego
y el asqueroso olor a azufre surgieron de las grietas en la tierra. Estas
provenían, en su mayoría, de tuberías rotas, pero la gente lo tomó como un
grito del Armagedón. El caos reinó, y los survivalistas* desenvolvieron
ansiosos las cabritillas de sus ballestas.
La
primera fase del plan de Opal estaba completa.
* Los Survivalistas son individuos o grupos que se preparan activamente para posibles emergencias adquiriendo anticipadamente formación médica de emergencia, almacenando alimentos y agua, preparándose para una posible defensa y adquiriendo conocimientos de autosuficiencia.
Nos vemos en el capítulo 4: "El ingeniero Ozkopy tiene la última palabra"
* Los Survivalistas son individuos o grupos que se preparan activamente para posibles emergencias adquiriendo anticipadamente formación médica de emergencia, almacenando alimentos y agua, preparándose para una posible defensa y adquiriendo conocimientos de autosuficiencia.
Nos vemos en el capítulo 4: "El ingeniero Ozkopy tiene la última palabra"
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