Capítulo
2
Matando
el Pasado
Las
Profundidades, Atlantis
Opal Koboi estaba
haciendo un fútil intento de levitación cuando los guardias vinieron por ella. Era
algo que fue capaz de hacer de pequeña, antes de que su elegida vida criminal quitara
la magia de su sistema, la pequeña unión entre lo que muchos expertos
acordaban, era donde la magia era originada. Su poder debería haberse
regenerado, si no fuera por la glándula pituitaria humana que había tenido
unida a su hipotálamo brevemente. La levitación era un arte complicado,
especialmente para los duendes con poderes limitados, y, usualmente, un estado
solo logrado por los monjes Hey-Hey del Tercer Balcón; pero Opal lo había
conseguido aún en pañales, la que había sido la primer señal a sus padres de que
su hija era un poco especial.
“Imagínalo,” pensó.
“Deseé ser humana. Ese fue un error por el que, eventualmente, encontraré a
alguien a quien culpar. El centauro, Potrillo, me llevó a ello. Espero que
muera en la explosión.”
Opal sonrió con autosatisfacción.
Hubo un tiempo en el que ella se entretenía en la monótona prisión ideando
planes cada vez más elaborados para la muerte de su némesis centauro, pero ahora
estaba satisfecha con dejar a Potrillo morir con el resto de las explosiones
inminentes. Por supuesto, había cocinado una pequeña sorpresa para su esposa; pero
este era, mayormente, un proyecto secundario y no algo en lo que había
concentrado mucho tiempo.
“Es una gran
medida lo lejos que he llegado,” Pensó Opal. “De algún modo he madurado. El
velo fue levantado y veo mi verdadero propósito.”
Hubo un momento
cuando Opal había sido, simplemente, una despiadada hada de negocios, con
cuestiones de papá; pero, en algún lugar, durante sus años de experimentos
prohibidos, le había permitido a la magia negra alimentarse de su alma y deformar
sus deseos de corazón hasta que su propia ciudad no era suficiente para
concretarlo. Necesitaba al mundo para doblegarlo, y estaba preparada para
cualquier riesgo y sacrificio para que su deseo se concretara.
Esta vez será
diferente porque tendré temibles guerreros unidos a mi voluntad. Guerreros
ancestrales que morirían por mí.
Opal aclaró su
mente y mandó una prueba de búsqueda de su otro yo. Todo lo que volvió fue ruido
blanco de terror.
“Ella sabe,” Se dio
cuenta. “Pobre cosa.”
Ese momento de
simpatía por su yo más joven no duró mucho, porque la encarcelada Opal había
aprendido a no vivir en el pasado.
“Simplemente estoy
matando una memoria,” pensó. “Eso es todo.”
El cual era un
modo muy conveniente de verlo.
La puerta de su
celda cambió de sólido a gas, y Opal no se sorprendió al ver al Guardián Tarpon
Vinyáya, un trabajador maleable que nunca había pasado una noche afuera, bajo
la luna, inquieto en la puerta, flanqueado por dos enormes duendes jumbo.
-Guardián, -Dijo, abandonando su intento
de levitación. -¿Ha llegado mi perdón?
Tarpon no tenía
tiempo para bromas. –Estamos moviéndote, Koboi. Sin discusión; sólo ven. -Le
hizo un gesto a los guardias. –Envuélvanla, chicos.
Los duendes jumbo
entraron rápidamente a la habitación, fijando los brazos de Opal a sus costados
sin decir palabra. Estos seres eran una raza peculiar de Atlantis, donde la rara
mezcla del ambiente presurizado y el filtro basado en algas, los habían hecho aparecer
con una regularidad incrementada a lo largo de los años. Lo que los duendes
jumbo ganaban en músculos, generalmente lo sacrificaban en cerebro, y eso los
hacía guardias de prisión ideales, sin respeto por nadie más chico que ellos
que no firmara sus cheques.
Antes de que Opal
pudiera abrir la boca para objetar, los duendes la habían puesto en un traje
rayado anti-radiación, y atado tres cuerdas de bungee alrededor de su torso.
El guardián
suspiró, como si hubiera estado esperando a que Opal, de algún modo,
inhabilitara a sus guardias. Que él tenía.
-Bien, bien, - dijo, secando su
frente alta con un pañuelo. –Llévenla al sótano. No toquen ninguno de los tubos,
y traten de evitar respirar si es posible.
Los duendes
levantaron a su cautiva como una alfombra enrollada, y salieron de la celda,
atravesaron el estrecho puente que la unía con la prisión principal, y se
metieron en el elevador de servicio.
Opal sonrió tras
la pesada gasa de su casco.
Este es, ciertamente,
el día de Opal Koboi de ser maltratada por chicos fornidos.
Le mandó ese
pensamiento a su yo más joven en la superficie.
Lo siento por
ti, hermana.
El cubo del
elevador brilló a través de un centenar de metros de suave arenilla, hacia una
pequeña cámara compuesta enteramente, por material hipertenso, cosechado de la
corteza de las estrellas de neutrones.
Opal adivinó que
habían llegado al lugar y rió al recordar a un estúpido gnomo en la secundaria
que había preguntado de qué estaban hechas las estrellas de neutrones.
Neutrones, chicos,
Había
espetado el Profesor Leguminous. ¡Neutrones! La clave está en el nombre.
Esta cámara
sostenía el record por ser la habitación más costosa por metro cuadrado en ser
construida en cualquier parte del planeta, a pesar de que se veía como una sala
de calderas de hormigón. A un lado había una puerta del elevador; al otro
estaba lo que se veían como tubos de misiles; y en el medio había un enano muy
gruñón.
-¿Están bromeando? -Dijo, empujando
el vientre hacía afuera desafiante.
Los duendes
jumbo dejaron a Opal en el suelo gris.
-Órdenes, camarada, -Dijo uno.
–Ponla en el tubo.
El enano sacudió
la cabeza obstinadamente. –No voy a poner a nadie en un tubo. Esas cosas son
construidas para barras.
-Creo, -dijo el segundo duende,
muy orgulloso de sí mismo por haber recordado la información que estaba a punto
de dar, -que uno de esos lugares del reactor está agotado, así que el tubo deber
estar vacío.
-Eso sonó bastante bien, Jumbo, excepto
por el deber al final, -Dijo el enano,
cuyo nombre era Kolin Ozkopy. –Pero, incluso entonces, necesito saber cómo las
consecuencias de no poner a una
persona en un tubo son peores que no hacerlo.
Una oración tan
larga le tomó al enano jumbo varios minutos para digerir; por suerte, fueron librados de la vergüenza de ser
presionados por una explicación cuando el teléfono de Kolin sonó.
-Un segundo, -Dijo revisando el ID
de la llamada. –Es el Guardián.
Kolin respondió
el teléfono con un ademán. -Hola. Ingeniero Ozkopy al habla.
Ozkopy escuchó
un largo momento, interponiendo tres uh-huhs y dos D’Arvits antes
de guardar el teléfono.
-Wow, -Dijo, tocando el traje de
radiación con la punta de su pie. –Pienso que será mejor ponerla en el tubo.
Plaza de Policía,
Ciudad Refugio, Los Elementos del Subsuelo
Pip agitó su
teléfono ante la cámara.
-¿Escucharon algo? Porque yo no. Nadie
está llamando a este número, y tengo cinco barras. Cien por ciento de plena
cobertura. Demonios, una vez recibí una llamada en una nave espacial.
Holly golpeó el
sensor del micrófono. –Estamos moviéndonos tan rápido como podemos. Opal Koboi
se encuentra en el puerto de lanzaderas en este momento. Tan solo necesitamos
otros diez minutos.
Pip adoptó una
voz cantarina.
“Never
tell a lie, just to get you by.
Never
tell a tale, lest you go to jail.”
(“Nunca digas una mentira, solo para salir adelante.
Nunca cuentes una patraña, para no ir a la cárcel”)
Potrillo se
encontró a sí mismo tarareando la canción. Era el tema principal de Pip y Kip. Holly
lo miró.
-Perdón, -Murmuró.
Artemis se
impacientó aún más con esa disputa infructuosa. –Esto es inútil y francamente
vergonzoso. Ellos no tienen la intensión de liberar a Opal. Deberíamos evacuar
ahora, al menos al puerto de lanzaderas, que están construidas para resistir
las erupciones de magma.
Potrillo no
estuvo de acuerdo. –Estamos seguros aquí. El peligro real es en Atlantis. Allí
es donde la otra Opal se encuentra. Tú dijiste, y concuerdo con ello, que las
explosiones serias, explosiones teóricas, solo ocurren con seres vivos.
-Teóricamente, las explosiones
son solo teóricas hasta que la teoría es comprobada. –contrarrestó Artemis. –Y
con tantas… -Se paró a mitad de la oración, lo que no era de su estilo, ya que
él detestaba ambas, la gramática pobre y la mala educación. Su tono de piel
cambió de pálido a porcelana, y golpeó su frente –Estúpido. Estúpido. Potrillo,
los dos somos unos imbéciles. No espero pensamiento lateral de parte de la PES,
pero de ti…
Holly reconoció
su tono. Ella ya lo había oído durante aventuras previas, generalmente antes de
que las cosas salieran catastróficamente mal.
-¿Qué pasa? –Preguntó, asustada
de la respuesta, que seguramente sería terrible.
-Sí, -Acordó Potrillo, quien
siempre tenía tiempo para sentirse insultado. -¿Por qué soy un imbécil?
Artemis apuntó
diagonalmente con su dedo índice hacía el sudeste, dirección aproximada de la
clínica de J. Argon.
-La cabina de oxígeno pudrió mis
sentidos, -Dijo. –El clon. Nopal. Es un ser vivo. Si ella explota, podría ser
nuclear.
Potrillo accedió
a los archivos del clon en la página web de Argon, navegando a una velocidad
borrosa para los detalles de la paciente.
-No. Creo que estaremos bien en
ese punto. Opal cosechó su propio ADN antes de que la línea del tiempo se
dividiera.
Artemis estaba
enojado con sigo mismo por haberse olvidado momentáneamente del clon.
-Estábamos a minutos de esta
crisis antes de que la relevancia del clon se me ocurriera, -Dijo. –Si Nopal fue
creada en una fecha tardía, mi razonamiento lento podría costar vidas.
-Todavía hay muchas vidas en
juego, -Dijo Potrillo. –Necesitamos salvar cuantas podamos.
El centauro abrió
una cubierta de Plexiglás en la pared, y presionó el botón rojo debajo. Al
instante, una serie de sirenas Evac empezaron a sonar por la ciudad. El extraño
sonido se propagó como el lamento de madres recibiendo las malas noticias de
sus pesadillas.
Potrillo se masticó
una uña. –No hay tiempo para esperar la aprobación del Consejo. –le dijo a
Camorra Kelp. –Muchos deben poder llegar a las lanzaderas. Pero necesitamos
preparar a los equipos de resurrección de emergencia.
Mayordomo estaba
menos que feliz con la idea de perder a Artemis. –La muerte de nadie es
inminente.
Su jefe no parecía
demasiado preocupado. –Bueno, técnicamente, la muerte de todos es inminente.
-¡Cállate,
Artemis! –Espetó Mayordomo, lo que era una gran violación a su propia ética
profesional. –Le prometí a tu madre que cuidaría de ti, e incluso entonces me
pusiste de nuevo en una posición donde mi fuerza muscular y mis habilidades no cuentan
para nada.
-Eso es muy poco
justo, -Dijo el niño genio. –Difícilmente pienso que puedo ser culpado por esta
última proeza de Opal.
El rostro de
Mayordomo enrojeció unos tonos más de los que Artemis recordaba haber visto en
su vida. –Pienso que sí puedes ser culpado, y te culpo. Apenas pasaron las
consecuencias de tu última desventura, y aquí estamos, metidos hasta el cuello
en otra.
Artemis parecía más
sorprendido por este arranque que por la situación de muerte inminente.
-Mayordomo, no tenía idea de que
estuvieras albergando tanta frustración.
El
guardaespaldas frotó su rapada cabeza.
-Ni yo, -Admitió. –Pero en los
últimos años ha sido una cosa tras otra. Goblins, viaje en el tiempo, demonios.
Ahora este lugar donde todo es tan... tan... pequeño. –Tomó una profunda bocanada
de aire. -Okey. Lo dije, ya salió. Y ahora estoy bien. Así que movámonos, ¿podemos?
¿Cuál es el plan?
-Continuar evacuando, -Dijo
Artemis. –No seguir empoderando esos secuestradores imbéciles; ellos tienen sus
instrucciones. Dejen las puertas blindadas, eso debería ayudar a absorber un
poco las ondas de choque.
-Ya tenemos nuestras estrategias
en su lugar, humano, -Dijo Camorra Kelp. –La población entera puede estar en
sus puntos de reunión en cinco minutos.
Artemis caminó,
pensando. –Dile a tu gente que tiren sus armas en los agujeros de magma. Dejen
cualquier cosa que podría contener tecnología Koboi. Teléfonos, juegos, todo.
-Todas las armas Koboi fueron
retiradas, -Dijo Holly. –Pero algunos de los Neutrinos más viejos deben tener
un chip o dos.
Camorra Kelp se
veía culpable. –Algunas de las armas Koboi
han sido retiradas, -Dijo. –recortes de presupuesto, tú sabes como es.
Pip interrumpió
sus preparativos golpeando los lentes de la cámara.
-Hey, gente de la PES. Me estoy volviendo
viejo aquí. Alguien diga algo, lo que sea. Díganos más mentiras, no nos importa.
Las cejas de Artemis
se fruncieron y unieron. Él no apreciaba esa postura tan frívola cuando muchas
vidas estaban en juego. Apuntó al micrófono.
-¿Puedo?
Camorra apenas
levantó la vista de sus llamadas de emergencia e hizo un gesto vago, abierto
ante cualquier interpretación. Artemis eligió interpretarlo como afirmativo.
Se acercó a la
pantalla. –Escúchenme, ustedes vidas inferiores. Este es Artemis Fowl. Deben
haber escuchado de mí.
Pip sonrió, y su
máscara copió la expresión.
-Oooh, Artemis Fowl. Chico
maravilla. Si que hemos escuchado de ti, ¿O no, Kip?
Kip asintió, bailando
un poco. -Artemis Fowl, el niño Oirlandes que cazó leprechauns. Seguro que
todos han escuchado de ese sabelotodo.
“Estos dos son
estúpidos,” Pensó Artemis. “Son estúpidos y hablan demasiado, debería ser capaz
de explotar esa debilidad.”
Probó con una
treta.
-Pensé que dije que lean sus
demandas y no digan nada más.
La cara de Pip
era, literalmente, una máscara de confusión. -¿Nos dijiste?
Artemis endureció
su voz. –Mis instrucciones, para ustedes dos, idiotas, fueron leer sus demandas,
esperar a que el tiempo se acabara y disparar a la duende. No recuerdo haber
dicho nada sobre intercambiar insultos.
La careta de Pip
frunció el seño ¿Cómo sabía Artemis Fowl sus instrucciones?
-¿Tus instrucciones? No seguimos
órdenes de ti.
-¿Realmente? Explíquenme,
entonces, como sé sus instrucciones al pie de la letra.
El software de
la máscara de Pip no fue capaz de enfrentarse con su rápido cambio de expresión
y se congeló momentáneamente.
-Yo… ah… Yo no…
-Y díganme como se la frecuencia
exacta a la que entrar.
-¿No estás en la Plaza de Policía?
-Por supuesto que no, idiota. Estoy
en el punto de encuentro esperando a Opal.
Artemis sintió
su corazón acelerarse, y esperó un segundo a que su mente consciente alcanzara
a su subconsciente y le dijera lo que había reconocido en la pantalla.
Algo en el fondo.
Algo familiar.
El muro detrás
de Pip y Kip era de un gris indescifrable, rasgado por un acabado tosco de yeso.
Un acabado común para las paredes de las granjas en todo el mundo. Habían
paredes como esa alrededor de todo el Estado Fowl.
Ba boom.
Su corazón
empezó a latir de nuevo.
Artemis se concentró
en la pared. Gris pizarra, excepto por una red de grietas irregulares que
cercaba la yesería.
Un recuerdo lo
presentó a sí mismo a los seis años, caminando junto al Estado con su padre. Mientras
pasaban por las paredes del granero en los pastos superiores, el joven Artemis apuntó
a la pared y comentó. -¿Ves, padre? Las grietas forman el mapa de Croacia, una
vez parte de los imperios de los Romanos, Otomanos, y Australiano ¿Sabías que Croacia
declaró su independencia de Yugoslavia en 1991?
Allí estaba. En
la pared detrás de Pip y Kip. Un mapa de Croacia, aunque ahora el Artemis de
quince años veía que la costa de Dalmacia estaba truncada.
“Están en la
finca de los Fowl,” se dio cuenta.
¿Por qué?
Algo que el Dr.
Argon había dicho resurgió.
Por la magia
residual fuera de escala que hay allí. Algo pasó en la finca de los Fowl. Algo
grande, mágicamente hablando.
Artemis decidió
actuar guiado por una corazonada.
–Estoy en el Estado Fowl, esperando
a Opal, -Dijo.
-¿También estas en la mansión Fowl?
-espetó Kip, provocando que Pip se girara rápidamente y le disparara al corazón.
El gnomo fue empujado contra la pared, sacando nubes de polvo del yeso. Un
estrecho reguero de sangre brotó del hueco en su pecho, cayendo suavemente por
su pechera, tan poco dramáticamente como el goteo de pintura de un frasco. Su
cara de gato animada parecía cómicamente sorprendida, y, cuando el calor de su rostro
se desvaneció, los pixeles se apagaron, dejando un signo de interrogación
amarillo.
La muerte súbita
shockeó a Artemis, pero la oración anterior lo había sorprendido aún más.
Había estado en
lo correcto en ambos aspectos: no solo que Opal estaba detrás de esto, sino que
el punto de encuentro era la Mansión Fowl.
¿Por qué? ¿Qué
pasó allí?
Pip le gritó a
la pantalla. –¿Ves lo que hiciste, humano? Si eres humano. Si eres Artemis
Fowl. No importa lo que sepas, es demasiado tarde.
Pip presionó el
aún humeante canon contra la cabeza de Opal, y ella se apartó cuando el metal
le quemó la piel, suplicando a través de la cinta que cubría su boca. Estaba
claro que Pip deseaba apretar el gatillo, pero no podía.
“Él tiene instrucciones,”
pensó Artemis. “Debe esperar hasta que el tiempo asignado termine. De otra
forma, no podría estar seguro de si Opal estaba en el núcleo del reactor.
Artemis desactivó
el micrófono y estaba yendo hacia la puerta cuando Holly agarró su brazo.
-No hay tiempo, -Dijo, adivinando
correctamente que quería irse a casa.
-Debo tratar de salvar a mi
familia del próximo paso del plan de Opal, -Dijo Artemis lacónicamente. –Todavía
quedan cinco minutos. Si logramos alcanzar una erupción de magma, seremos
capaces de rebasar las explosiones a la superficie.
El Comandante
Kelp rápidamente sopesó sus opciones. Le podía ordenar a Artemis a permanecer
bajo tierra, pero sería estratégicamente ventajoso tener a alguien para seguir
a Opal Koboi si, de algún modo, había escapado de Atlantis.
-Ve, -Dijo. –La Capitana Canija
los piloteará a ti y a Mayordomo a la superficie. Estén en contacto si…
No finalizó la
oración, pero todos en el cuarto podían adivinar lo que estaba por decir.
Estén
en contacto si… hay algo que contactar.
Bueno, como ya deben saber, los comentarios son la mejor paga a alguien como yo, así que son muy bien bienvenidos :) El próximo capítulo, Fuego y Azufre, es una hoja más largo que este, así que no espero tardar demasiado... besos :)
genial!!
ResponderEliminargran trabajo!