viernes, 18 de abril de 2014

Arder/Quemar - Capítulo 4: en memoria - TRADUCIDO - Julianna Baggott

PERDIZ
EN MEMORIA
En la línea de recepción, el deseo de Perdiz de confesar el asesinato de su padre empeoró. La pena le llega de a montones. Tiene guardias a ambos lados; Beckley, en quién llegó a confiar, está a su derecha. Ofreció hacer circular a la gente, pero Perdiz quiere ser un líder accesible—real, humano. Y quizás es parte de su castigo. Su propia tristeza se encuentra tan llena de ira que apenas cuenta como pena, así que debe aceptar la de ellos. Es un depósito de ella, un almacén.
Perdiz busca en la fila a Arvin Weed. Este funeral está reservado a los dignatarios, y Weed ciertamente se volvió uno. Eran amigos en la academia—por completo no cercanos, pero amigos, al fin y al cabo. Arvin era el cerebro de la clase. De hecho, probó ser más inteligente de lo que nadie jamás hubiera adivinado. Era el médico personal del padre de Perdiz, el cual iba a trasplantar su cerebro dentro del cuerpo del hijo—el plan de inmortalidad de su progenitor, requiriendo la muerte de Perdiz.
Weed se encargó de la autopsia y lo declaró muerto por causas naturales, pero Perdiz no lo ha visto desde entonces. Se pregunta si conoce la verdad, si cubrió el asesinato y puede ser confiado. Podría usar un aliado.
También, Weed podía ser el único al cual preguntarle sobre las “pequeñas reliquias,” de su padre, los cuerpos que suspendió—congelados, pero todavía vivos—y guardó en el edificio en el que Perdiz vivió antes del asesinato. Weed podría saber quién está atrapado allí abajo y liberarlos. El abuelo de Pressia es uno, y Jarv Hollenback, apenas un bebé, otro. El padre de Perdiz castigó a su hijo por medio del Sr. y Sra. Hollenback—ambos en la facultad de la academia—en las vacaciones, y Perdiz se había encariñado con ellos.
El Sr. Hartley, un viejo vecino, es el próximo en la línea. Detrás se encuentra su esposa y luego el Capitán Westing y los Elmsford—sus hijos mellizos son de su misma edad; los conocía de la academia, y ahora están en las Fuerzas Especiales. Tienen los ojos llorosos—¿porque lloran a su padre o porque Perdiz les recuerda que, de algún modo, perdieron a sus hijos? No está seguro. Sacuden la mano de Perdiz con las dos de ellos—con fuerza. Golpean sus hombros, lo abrazan tan fuerte que puede oler sus polvos y colonias. Lloran y sacan pañuelos de sus bolsos y bolsillos, y se soplan la nariz.
Algunos otros traen a sus niños, como si esto fuera lo más cerca que jamás estarán de su nuevo líder. El heredero. –Sacude su mano, -Le dicen a sus niños. -Vamos.
-Lo sentimos.
-Es tal la pérdida.
-Lo soportas tan bien. Estaría orgulloso de ti.
Quiere decirles que tienen razón; lo estaría. Cuando un asesino muere a manos de su propio hijo—a quien siempre consideró débil e inútil—¿no siente un destello de orgullo, justo antes de morir?
Perdiz todavía lo odia ¿Puedes aborrecer a alguien por obligarte a matarlo? Forzado. Así es como se sintió. No parecía correcto y aun así es por qué más odia a su padre justo ahora.
Mira a una madre joven, sosteniendo un bebé, equilibrarse al poner una mano en el cerco de vidrio que rodea la urna de su padre. Sus costillas se contraen bajo su vestido negro mientras solloza. Uno de los camarógrafos en el grupo obtiene un primer plano de su cara marcada de lágrimas y su niño, quien parece saber que es una ocasión sombría.
Su padre no merece esta efusión.
Lo maté, quiere decir Perdiz. Lo maté, y deberían agradecerme por hacerlo.
Entonces, cuando menos se lo espera, allí está Arvin Weed.
Perdiz le agarra la mano y lo atrae para abrazarlo. –Quiero que me hagas un favor, -Susurra. –Las personas suspendidas en hielo ¿Sabes sobre ellas? –Es todo lo que puede sacar antes de que se acabe el abrazo.
Weed asiente. -Sí.
Perdiz mira la línea de dolientes, a los guardias—y, no muy lejos, a Foresteed hablándole a Purdy ¿Cómo puede llegar al punto con tanta gente a su alrededor? –Extraño la academia, -Dice. -¿Cómo están el Sr. y la Sra. Hollenback? –El Sr. Hollenback enseñaba ciencias. La Sra. Hollenback, artes domésticas a las chicas. -¿Y sus hijos?
Weed asiente, como si entendieran que la gente suspendida y los Hollenback están vinculados. –Bien, creo.
-Ve cómo están por mí. Especialmente el pequeño Jarv. Lo extraño. –Recuerda encontrar a Jarv en la hilera de camas cerradas con vidrio en forma de huevo que mantenían a los niños con los tubos en sus bocas y hielo cristalizado en su piel.
Weed dice, -Siento tu pérdida. Me imagino que es casi imposible superar algo como esto. –¿Se refiere a la muerte de su padre o al hecho de que Perdiz lo mató?
-Es bueno verte, Arvin, -Y luego, como superado por la emoción, lo agarra y abraza. -Belze, -Susurra. –Es un hombre viejo. Sácalo de suspensión a él también. –Y entonces lo deja ir.
Weed asiente y empieza a caminar, pero Perdiz dice, -Espera ¿Escuchaste algo de nuestros viejos profesores de la academia?
-¿Qué?
-Ya sabes, nuestros profesores ¿Te mantienes en contacto con alguno? –Quiere que saque a relucir a Glassings.
Arvin sacude la cabeza. –Como si tuviera tiempo para eso, -Dice. –Sé que no los encontrarás aquí.
Tiene razón. Los profesores de la academia no son lo suficientemente importantes como para este grupo de sólo invitados. Arvin se aleja. Perdiz desea haber tenido más tiempo, más privacidad.
Un chico de diez años es el próximo en la fila. Lleva puesto un traje azul marino y una corbata a rayas. No dice una palabra. Simplemente saluda a Perdiz.
-Tranquilo, -Dice Perdiz. -Descansa. –El chico está congelado de esa forma ¿Dónde están sus padres? –Puedes parar, -Dice Perdiz.
Uno de los camarógrafos presiente el momento y se acerca para obtener un primer plano del niño.
Ahora Perdiz debe quedarse allí y aceptar el saludo. Pero es claro que el chico espera una respuesta. No lo hará. No quiere ser visto como un líder militar. No quiere alinearse con la guerra mundial y la aniquilación. Se estira y revuelve el pelo del niño. -Ve, -Dice con gentileza. –Es casi hora del servicio, ¿sí?
El chico levanta la mano y toca el punto donde Perdiz lo tocó, como si estuviera asombrado por el contacto personal.
El camarógrafo hace zoom en Perdiz. Él mira hacia delante, negándose a mirar derecho hacia la cámara. La verdad, piensa para sí mismo. Es tiempo de la verdad.
Finalmente, la fila mengua, y Perdiz es escoltado hacia la primera fila del salón. Allí se encuentra Iralene, le sorprende: su postura derecha, su piel cremosa contrastada contra el negro de su vestido fúnebre (parece tener un suministro ilimitado de ellos), y sus rasgos perfectos y cantarines sobre la suave tristeza de su expresión. Específicamente pidió que no se presentara, y aun así, allí está. Iralene fue criada para ser la esposa perfecta, una que hace lo que se le dice. Había sido preparada para su rol tan duramente que parecía siempre lista, pero esa fachada nublaba sus motivos. Perdiz rara vez sabe qué quiere en verdad ¿Le pidieron que se fuera y se negó amablemente? Es absolutamente posible. Iralene puede convencer a la gente a hacer casi cualquier cosa con tal cautela que se van pensando que acaban de convencerla a ella, y no al revés.
Su madre se sienta a su izquierda—Mimi parece compuesta a puntadas. Sus ojos, redondos por el miedo, vuelan por la habitación como si estuviera perdida. El asiento a la derecha de Iralene está vacío, reservado para Perdiz, por supuesto.
Se sienta y se inclina hacia ella, susurrando, -Les dije que te dejaran irte a casa. Estuviste en demasiados de estos. En serio, deberías tomarte un recreo si quieres.
Ella toca su rodilla. –Ambos me necesitan aquí, -Dice, indicando a Perdiz y su madre.
-De hecho, estoy bien. –Busca a su alrededor otro asiento, pero todos están ocupados.
-Tu padre lo hubiera querido de esta forma. –Sonríe tristemente.
Esta es la parte confusa. Iralene sabe que mató a su padre. Ella fue la que le entregó la píldora venenosa ¿Así que por qué creía que estaría dispuesto a hacer las cosas del modo en que su padre quería?
-Desearía que Glassings estuviera invitado. -Dice.
Su nombre la sorprende. Susurra, -Escuché que dejó de presentarse a clase. Su oficina también fue vaciada.
-¿Cómo sabes eso? ¿Quién te lo contó?
-Tengo amigas, Perdiz. Tu padre se aseguró de que hubiera un montón de chicas de la academia que me conocieran bien ¡Tengo que tener a alguien a quien pedir ser mi dama de honor!
-¿Dama de honor? Iralene, sabes que…
-No dije que me casaba contigo ¿O no? –toca su cabello para asegurarse de que esté perfectamente derecho.
Él desabotona el saco de su traje. -Perdón. No quise…
-Glassings vendrá cuando lo necesites. Sin importar hacia dónde haya corrido.
-Eso espero, -Dice Perdiz. Pero lo pone nervioso que Glassings se haya ido. No hay hacia dónde correr dentro de la Cúpula. Ningún lugar en absoluto.
Alguien se estira de la fila trasera y le aprieta el hombro. Se gira y ve a uno de los arquitectos de la Cúpula y compañero de su padre hace siglos atrás, Walton Egert.
El papá de Perdiz y los otros arquitectos lo llamaban Gertie. Dice,
-Se fuerte, Perdiz ¿Escuchas? Se fuerte, hijo.
Perdiz mira por sobre su hombro y dice, -Gracias, Gertie. Muchas gracias. –Nunca se le había permitido llamar a Walton Egert por su sobrenombre si su padre hubiera estado vivo. Es una demostración de poder—el modo de Perdiz de decir, Soy tu jefe ahora ¿Así que por qué no retiras tu indulgencia?
Gertie lo entiende y dice, -Por supuesto. De nada, -Y se vuelve a sentar con rigidez, mirando de lado a lado para ver quien más los había escuchado. Unas pocas personas lo hicieron, y miraron hacia un costado para no sumarse a su vergüenza. En este momento se le ocurre a Perdiz que va a tener que hacer ese movimiento mil veces de muchas maneras distintas.
Gente importante camina hacia el podio y habla sobre la dedicación, inteligencia y visión de su padre, pero, principalmente, sobre cuán endeudados le están por haberles salvado la vida. Los discursos hechos durante estos servicios lo hacían sentirse incómodo, y esta noche no es la excepción.
Uno de los consejeros de su padre se inclina sobre el micrófono, diciendo, -Willux nos salvó a todos y cada uno de nosotros de la muerte, de la mutilación. No tenemos que vivir entre esos Miserables: asesinos, violadores, monstruos, ¡Todos ellos! Fuimos elegidos. Déjenos merecer esa elección para siempre. –Y luego levanta la mano y señala a Perdiz. –Ahora tenemos un nuevo líder. El único hijo sobreviviente de Willux. Guíanos, -Le dice a Perdiz. –Guíanos y protégenos. Estás aquí por nosotros en este turbulento tiempo de tristeza y pena, durante este tiempo de cambio. Gracias por levantarte y tomar el lugar de tu padre.
Todos en la habitación se giran para mirar a Perdiz. Los camarógrafos apuntan las cámaras a su cara. Se siente sonrojado y aun así frío por dentro. Su cara está congelada. Sus ojos se mueven de una cámara a otra.
Iralene lo codea con gentileza. Asiente y le responde con gestos al hombre del podio. Las cámaras se giran de nuevo y sólo entonces puede respirar.
Se dice a sí mismo que todo lo que debe hacer es levantarse después de la charla de Foresteed y decir sus líneas: Estoy aquí para representar a mi familia. Mi padre está muerto. Y ahora es un tiempo de sanación. Gracias por venir, y espero que todos podamos ir hacia el futuro con seguridad y esperanza. Eso era lo único en lo que él y Hoppes pudieron coincidir. Es tan lejos como Perdiz podía llevarlo. Casi acaba, se dice a sí mismo.
Escucha la voz de Gertie en su cabeza—Se fuerte, hijo—lo que sólo consigue retorcer su estómago.
Foresteed toma el micrófono. Dice lo de siempre: -Ellery Willux fue el principal intelectual de esta generación. Un hombre de ciencia, de visión, de innovación… -Su tono está perfectamente modulado. Sus ojos se humedecen en el momento adecuado, pero su mandíbula sobresale con braveza. Su voz suena con la tal emoción que, en algún punto, Perdiz se pregunta si el hombre realmente amó a su padre. Willux era carismático—incluso al ser la mente maestra detrás de escena antes de las Detonaciones ¿De qué otra forma pudo haber amasado tanto poder desenfrenado?
Todavía puede escuchar a Foresteed diciendo, -Tu padre no sólo fue el mayor asesino en masa de la historia. Fue el más exitoso… -¿Es qué algunas de estas personas son adoradores?
Los ojos de Foresteed vagan por el gentío mientras habla y luego los centra en Perdiz. –Nunca olvidemos lo que hizo por nosotros, y llevemos su legado hacia el futuro.
La espalda de Perdiz pica por el sudor. No quiere que eso suceda.
Y ahora es su turno en el micrófono como si él fuera quien llevaría el legado hacia el futuro, y supuestamente lo es.
Se levanta y camina por la fila de fotografías ampliadas, que empiezan en los días de su padre como cadete en el Mejor y más Brillante, cuando fundó los Siete, se enamoró de la madre de Perdiz, y pudo haber empezado a volverse loco—quizás mostrando los primeros signos de manía, narcisismo, y tal vez algo de la buena paranoia a la vieja usanza. Siguen con las fotos de él como ingeniero líder de la Cúpula, parado junto a más de un presidente, y fotos más recientes de él dentro de la Cúpula, dando discursos, parado frente a las fuerzas de elite más recientes de las Fuerzas Especiales. Y luego hay una fotografía de su padre con un brazo rodeando a cada hijo. Perdiz se ve desgarbado, pequeño para su edad, y lleva la expresión preocupada de alguien de mediana edad. Sedge, por el otro lado, entró en la pubertad siendo joven. Es alto y ancho de hombros. Se para derecho y le sonríe a la cámara. Están frente a un árbol de navidad. Debe de haber sido la primer navidad después de las Detonaciones. Tienen un aire de supervivientes. Habían atravesado algo. Ahora están a salvo.
Perdiz sube al podio armado para la trasmisión. Mira hacia la audiencia pero apenas puede ver por el brillo de las luces. Localiza a Mimi, quien lo mira somnolienta. A su lado, Iralene le sonríe con los labios apretados y asiente para darle valor. Foresteed se encuentra en una pared junto a Purdy y Hoppes.
Como si ya no tuvieras tus propias mentiras, Perdiz. Si vas a confesarte, ¿Por qué no empiezas por ti mismo?
Tose sobre su puño y abre la boca para decir las líneas que le dieron. Estoy aquí para representar a mi familia. Mi padre está muerto. Y ahora es un tiempo de sanación… Pero cuando empieza a hablar, las palabras allí son más simples: Maté a mi padre.
Entra en pánico ¿Qué le va a decir a estas personas? Las cámaras apuntan hacia él—es como estar rodeado de ojos extra grandes. Allí afuera, Lyda podría estar mirando. Todos están mirando. Esta es en realidad la primera vez que se dirige a toda la gente de la Cúpula.
La primera vez.
La verdad.
No importa lo que quiere Cygnus de él, lo que Glassings espera. De todas formas, ninguno se puso en contacto desde la muerte de su padre ¿Por qué? Lo desconoce, pero sí sabe que ahora está a cargo. Él es el líder. Es tiempo de que lidere.
Piensa en Bradwell viendo estas cintas algún día ¿Y si termina en su baúl junto a todas las otras cosas viejas que ha guardado? Escucha a Pressia preguntándose en voz alta si tiene el coraje y a Il Capitano gritándole, -¡Dilo! ¡Cuéntales! ¿A qué le tienes miedo? Lo peor ya nos pasó a nosotros.
Mierda. Él mismo va a ser padre algún día—pronto. Su propio hijo podría ver una filmación de este momento en un futuro distante.
Mira al gentío y divisa a Gertie, quién parecía demasiado viejo como para sentirse tan avergonzado, pero lo está y rápidamente mira sus rodillas. Perdiz no quiere tener que mandar un mensaje a todos los Gertie en la Cúpula, uno a uno. No. Mierda. Este es el momento.
Abre la boca de nuevo. Si les arrebatas su mentira, se auto-destruirán. No puede seguir con la mentira. Él también tiene que ser capaz de mirarse en el espejo.
-Gracias a todos por venir, -Dice y mira a Hoppes, quien se ve afablemente sorprendido. Él quería que fuera más conversador, pero el rosto de Foresteed se oscurece. Sabe que este apartado del libreto no es bueno. A estas personas les gusta la consistencia, la normalidad… Toma una bocanada de aire y se aferra al podio. –Aquí está la honesta verdad sobre mi padre. Él fue la mente maestra detrás de las Detonaciones. Fue un asesino en masa. –Puede sentir el aire tensarse, silencioso e inmóvil. –Estuve fuera de la Cúpula. Conocí a gente que sabe la verdad, incluyendo mi propia madre. Fui testigo de cómo mi padre la mató junto a mi hermano. –De pronto, esto se sentía como lo más importante. Atestiguar. Ve un borrón de su madre y Sedge, la explosión. Mira hacia el podio y levanta la vista hacia el mar de rostros blancos, mirándolo con los ojos abiertos. Ve a Iralene. Sus ojos brillan con lágrimas. Sacude la cabeza un poco, urgiéndole que pare, pero no puede detenerse ahora. –La única razón por la que necesitaban salvarse era porque él voló en pedazos el mundo como lo conocíamos. Mi padre los salvó porque quería quemar la tierra entera y empezar de nuevo.
Foresteed había empezado a caminar a empujones por entre Hoppes y Purdy en el pasillo hacia la parte trasera del salón—quizás buscando a la persona a cargo de las cámaras.
Perdiz acelera. -¿Por qué empezar de nuevo solos? En adición a tener a la clase inferior de Miserables rotos y fusionados como sirvientes, ¿por qué no tener, más o menos, piezas cuidadosamente seleccionada de ganado con ideas similares para arrear hasta alguna nueva versión del planeta que mi padre quería dominar, solo? Eran su ganado. -Sacude la cabeza. –No, no era un pastor. No así. No eran su ganado. Eran su audiencia. Todos somos cómplices. Dejamos que las Detonaciones sucedan. Debemos ser honestos ¿Cómo podremos avanzar hacia el futuro si no podemos al menos reconocer la verdad del pasado?
La madre de Iralene, Mimi, está fuera de su asiento, marchando hacia el pasillo, diciendo, -¡No lo soporto! ¡No lo soporto!
Iralene se lanza tras ella.
Otros también se están parando, tratando de irse, empujando a los otros.
Perdiz había perdido a Foresteed entre las luces de la parte trasera del salón, pero escucha su voz. -¡Corten el micrófono! ¡Córtenlo!
Muchas voces aumentan el volumen, pero Perdiz sigue. –Se lo debemos a los supervivientes allí afuera—los que llamamos Miserables—y nos lo debemos a nosotros mismos. Podemos mejorar. Podemos ir al Nuevo Edén con todas nuestras fallas. Podemos admitirlos. Y podemos, al fin, sentir la culpa. Hacerlo es como tal vez—sólo tal vez—seremos perdonados. Quiero que cada uno sepa— -El micrófono se corta. Los reflectores bajan su intensidad. Perdiz puede ver más de la audiencia ahora. Aquellos aun en sus asientos están petrificados. Sus caras destensas por el shock y sus ojos abiertos con miedo. El niño que lo saludo se encuentra sentado junto a su madre, quien le cubre los oídos con las manos. Hay silencio. Los camarógrafos se alejan de las cámaras, ahora muertas.
Dice Perdiz, -Quiero que cada uno de ustedes sepa que voy a construir un puente entre Puros y Miserables—desde dentro de la Cúpula hacia fuera. Voy a hacer lo correcto para que cuando nos mudemos al Nuevo Edén, no seamos— -Foresteed corre hacia él. Llamaría a los guardias, pero no tiene control sobre ellos. Sólo responden ante Perdiz. –No seamos tiranos ni opresores. Debemos decir la verdad para perdonarnos a nosotros mismos y los unos a los otros y esperar ser perdonados por los que dejamos allí fuera. Los que dejamos morir.
Foresteed está ahora a su lado, sin aliento por correr detrás de escenas. Agarra su brazo y lo hace retroceder un poco.
–Está bien, -Dice Perdiz con calma. –Ya acabé.
Baja del escenario, afloja su corbata, y marcha por el pasillo central. Los guardias trotan para alcanzarlo y escoltarlo por ambos lados. Pasa la antesala y abre de un empujón las puertas dobles.
Pero no está fuera. Nunca está fuera.
Por un segundo, no sabe a dónde va, pero por supuesto que lo hace. Quiere saber si Lyda vio la transmisión. Quiere ver a la única persona que lo entenderá, que sabrá que hizo lo correcto.

Como sea que su futuro se desenvuelva, lo construirá junto a ella. Esa es la próxima verdad a revelar. Forzará la mano de Hoppes. Una verdad a la vez… hasta que sólo quede una—que asesinó a su padre. Va a aguantarse esa.

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