PERDIZ
EN MEMORIA
En la línea de recepción, el deseo
de Perdiz de confesar el asesinato de su padre empeoró. La pena le llega de a
montones. Tiene guardias a ambos lados; Beckley, en quién llegó a confiar, está
a su derecha. Ofreció hacer circular a la gente, pero Perdiz quiere ser un líder
accesible—real, humano. Y quizás es parte de su castigo. Su propia tristeza se
encuentra tan llena de ira que apenas cuenta como pena, así que debe aceptar la
de ellos. Es un depósito de ella, un almacén.
Perdiz busca en la fila a Arvin Weed. Este funeral está reservado
a los dignatarios, y Weed ciertamente se volvió uno. Eran amigos en la academia—por
completo no cercanos, pero amigos, al fin y al cabo. Arvin era el cerebro de la
clase. De hecho, probó ser más inteligente de lo que nadie jamás hubiera
adivinado. Era el médico personal del padre de Perdiz, el cual iba a trasplantar
su cerebro dentro del cuerpo del hijo—el plan de inmortalidad de su progenitor,
requiriendo la muerte de Perdiz.
Weed se encargó de la autopsia y lo declaró muerto por causas
naturales, pero Perdiz no lo ha visto desde entonces. Se pregunta si conoce la
verdad, si cubrió el asesinato y puede ser confiado. Podría usar un aliado.
También, Weed podía ser el único al cual preguntarle sobre las “pequeñas
reliquias,” de su padre, los cuerpos que suspendió—congelados, pero todavía
vivos—y guardó en el edificio en el que Perdiz vivió antes del asesinato. Weed podría
saber quién está atrapado allí abajo y liberarlos. El abuelo de Pressia es uno,
y Jarv Hollenback, apenas un bebé, otro. El padre de Perdiz castigó a su hijo
por medio del Sr. y Sra. Hollenback—ambos en la facultad de la academia—en las
vacaciones, y Perdiz se había encariñado con ellos.
El Sr. Hartley, un viejo vecino, es el próximo en la línea. Detrás
se encuentra su esposa y luego el Capitán Westing y los Elmsford—sus hijos
mellizos son de su misma edad; los conocía de la academia, y ahora están en las
Fuerzas Especiales. Tienen los ojos llorosos—¿porque lloran a su padre o porque
Perdiz les recuerda que, de algún modo, perdieron a sus hijos? No está seguro. Sacuden
la mano de Perdiz con las dos de ellos—con fuerza. Golpean sus hombros, lo
abrazan tan fuerte que puede oler sus polvos y colonias. Lloran y sacan
pañuelos de sus bolsos y bolsillos, y se soplan la nariz.
Algunos otros traen a sus niños, como si esto fuera lo más cerca
que jamás estarán de su nuevo líder. El heredero. –Sacude su mano, -Le dicen a
sus niños. -Vamos.
-Lo sentimos.
-Es tal la pérdida.
-Lo soportas tan bien. Estaría orgulloso de ti.
Quiere decirles que tienen razón; lo estaría. Cuando un asesino muere a manos de su propio hijo—a quien
siempre consideró débil e inútil—¿no siente un destello de orgullo, justo antes
de morir?
Perdiz todavía lo odia ¿Puedes aborrecer a alguien por obligarte a
matarlo? Forzado. Así es como se sintió. No parecía correcto y aun así es por
qué más odia a su padre justo ahora.
Mira a una madre joven, sosteniendo un bebé, equilibrarse al poner
una mano en el cerco de vidrio que rodea la urna de su padre. Sus costillas se
contraen bajo su vestido negro mientras solloza. Uno de los camarógrafos en el
grupo obtiene un primer plano de su cara marcada de lágrimas y su niño, quien
parece saber que es una ocasión sombría.
Su padre no merece esta efusión.
Lo maté, quiere decir Perdiz. Lo maté, y deberían agradecerme por hacerlo.
Entonces, cuando menos se lo espera, allí está Arvin Weed.
Perdiz le agarra la mano y lo atrae para abrazarlo. –Quiero que me
hagas un favor, -Susurra. –Las personas suspendidas en hielo ¿Sabes sobre ellas?
–Es todo lo que puede sacar antes de que se acabe el abrazo.
Weed asiente. -Sí.
Perdiz mira la línea de dolientes, a los guardias—y, no muy lejos,
a Foresteed hablándole a Purdy ¿Cómo puede llegar al punto con tanta gente a su
alrededor? –Extraño la academia, -Dice. -¿Cómo están el Sr. y la Sra.
Hollenback? –El Sr. Hollenback enseñaba ciencias. La Sra. Hollenback, artes
domésticas a las chicas. -¿Y sus hijos?
Weed asiente, como si entendieran que la gente suspendida y los
Hollenback están vinculados. –Bien, creo.
-Ve cómo están por mí. Especialmente el pequeño Jarv. Lo extraño.
–Recuerda encontrar a Jarv en la hilera de camas cerradas con vidrio en forma
de huevo que mantenían a los niños con los tubos en sus bocas y hielo cristalizado
en su piel.
Weed dice, -Siento tu pérdida. Me imagino que es casi imposible
superar algo como esto. –¿Se refiere a la muerte de su padre o al hecho de que
Perdiz lo mató?
-Es bueno verte, Arvin, -Y luego, como superado por la emoción, lo
agarra y abraza. -Belze, -Susurra. –Es un hombre viejo. Sácalo de suspensión a
él también. –Y entonces lo deja ir.
Weed asiente y empieza a caminar, pero Perdiz dice, -Espera
¿Escuchaste algo de nuestros viejos profesores de la academia?
-¿Qué?
-Ya sabes, nuestros profesores ¿Te mantienes en contacto con
alguno? –Quiere que saque a relucir a Glassings.
Arvin sacude la cabeza. –Como si tuviera tiempo para eso, -Dice. –Sé que no los encontrarás aquí.
Arvin sacude la cabeza. –Como si tuviera tiempo para eso, -Dice. –Sé que no los encontrarás aquí.
Tiene razón. Los profesores de la academia no son lo
suficientemente importantes como para este grupo de sólo invitados. Arvin se
aleja. Perdiz desea haber tenido más tiempo, más privacidad.
Un chico de diez años es el próximo en la fila. Lleva puesto un
traje azul marino y una corbata a rayas. No dice una palabra. Simplemente
saluda a Perdiz.
-Tranquilo, -Dice Perdiz. -Descansa. –El chico está congelado de
esa forma ¿Dónde están sus padres? –Puedes parar, -Dice Perdiz.
Uno de los camarógrafos presiente el momento y se acerca para obtener
un primer plano del niño.
Ahora Perdiz debe quedarse allí y aceptar el saludo. Pero es claro
que el chico espera una respuesta. No lo hará. No quiere ser visto como un líder
militar. No quiere alinearse con la guerra mundial y la aniquilación. Se estira
y revuelve el pelo del niño. -Ve, -Dice con gentileza. –Es casi hora del
servicio, ¿sí?
El chico levanta la mano y toca el punto donde Perdiz lo tocó,
como si estuviera asombrado por el contacto personal.
El camarógrafo hace zoom en Perdiz. Él mira hacia delante,
negándose a mirar derecho hacia la cámara. La verdad, piensa para
sí mismo. Es tiempo de la
verdad.
Finalmente, la fila mengua, y Perdiz es escoltado hacia la primera
fila del salón. Allí se encuentra Iralene, le sorprende: su postura derecha, su
piel cremosa contrastada contra el negro de su vestido fúnebre (parece tener un
suministro ilimitado de ellos), y sus rasgos perfectos y cantarines sobre la
suave tristeza de su expresión. Específicamente pidió que no se presentara, y
aun así, allí está. Iralene fue criada para ser la esposa perfecta, una que
hace lo que se le dice. Había sido preparada para su rol tan duramente que
parecía siempre lista, pero esa fachada nublaba sus motivos. Perdiz rara vez
sabe qué quiere en verdad ¿Le pidieron que se fuera y se negó amablemente? Es
absolutamente posible. Iralene puede convencer a la gente a hacer casi
cualquier cosa con tal cautela que se van pensando que acaban de convencerla a
ella, y no al revés.
Su madre se sienta a su izquierda—Mimi parece compuesta a puntadas.
Sus ojos, redondos por el miedo, vuelan por la habitación como si estuviera
perdida. El asiento a la derecha de Iralene está vacío, reservado para Perdiz,
por supuesto.
Se sienta y se inclina hacia ella, susurrando, -Les dije que te
dejaran irte a casa. Estuviste en demasiados de estos. En serio, deberías
tomarte un recreo si quieres.
Ella toca su rodilla. –Ambos me necesitan aquí, -Dice, indicando a
Perdiz y su madre.
-De hecho, estoy bien. –Busca a su alrededor otro asiento, pero
todos están ocupados.
-Tu padre lo hubiera querido de esta forma. –Sonríe tristemente.
Esta es la parte confusa. Iralene sabe que mató a su padre. Ella
fue la que le entregó la píldora venenosa ¿Así que por qué creía que estaría
dispuesto a hacer las cosas del modo en que su padre quería?
-Desearía que Glassings estuviera invitado. -Dice.
Su nombre la sorprende. Susurra, -Escuché que dejó de presentarse
a clase. Su oficina también fue vaciada.
-¿Cómo sabes eso? ¿Quién te lo contó?
-Tengo amigas, Perdiz. Tu padre se aseguró de que hubiera un
montón de chicas de la academia que me conocieran bien ¡Tengo que tener a alguien a quien pedir ser mi dama de honor!
-¿Dama de honor? Iralene, sabes que…
-No dije que me casaba contigo ¿O no? –toca su cabello para
asegurarse de que esté perfectamente derecho.
Él desabotona el saco de su traje. -Perdón. No quise…
-Glassings vendrá cuando lo necesites. Sin importar hacia dónde
haya corrido.
-Eso espero, -Dice Perdiz. Pero lo pone nervioso que Glassings se
haya ido. No hay hacia dónde correr dentro de la Cúpula. Ningún lugar en
absoluto.
Alguien se estira de la fila trasera y le aprieta el hombro. Se
gira y ve a uno de los arquitectos de la Cúpula y compañero de su padre hace siglos
atrás, Walton Egert.
El papá de Perdiz y los otros arquitectos lo llamaban Gertie. Dice,
-Se fuerte, Perdiz ¿Escuchas? Se fuerte, hijo.
-Se fuerte, Perdiz ¿Escuchas? Se fuerte, hijo.
Perdiz mira por sobre su hombro y dice, -Gracias, Gertie. Muchas
gracias. –Nunca se le había permitido llamar a Walton Egert por su sobrenombre si
su padre hubiera estado vivo. Es una demostración de poder—el modo de Perdiz de
decir, Soy tu jefe ahora ¿Así
que por qué no retiras tu indulgencia?
Gertie lo entiende y dice, -Por supuesto. De nada, -Y se vuelve a
sentar con rigidez, mirando de lado a lado para ver quien más los había escuchado.
Unas pocas personas lo hicieron, y miraron hacia un costado para no sumarse a
su vergüenza. En este momento se le ocurre a Perdiz que va a tener que hacer
ese movimiento mil veces de muchas maneras distintas.
Gente importante camina hacia el podio y habla sobre la dedicación,
inteligencia y visión de su padre, pero, principalmente, sobre cuán endeudados
le están por haberles salvado la vida. Los discursos hechos durante estos
servicios lo hacían sentirse incómodo, y esta noche no es la excepción.
Uno de los consejeros de su padre se inclina sobre el micrófono,
diciendo, -Willux nos salvó a todos y cada uno de nosotros de la muerte, de la
mutilación. No tenemos que vivir entre esos Miserables: asesinos, violadores, monstruos,
¡Todos ellos! Fuimos elegidos. Déjenos merecer esa elección para siempre. –Y luego
levanta la mano y señala a Perdiz. –Ahora tenemos un nuevo líder. El único hijo
sobreviviente de Willux. Guíanos, -Le dice a Perdiz. –Guíanos y protégenos. Estás
aquí por nosotros en este turbulento tiempo de tristeza y pena, durante este
tiempo de cambio. Gracias por levantarte y tomar el lugar de tu padre.
Todos en la habitación se giran para mirar a Perdiz. Los
camarógrafos apuntan las cámaras a su cara. Se siente sonrojado y aun así frío
por dentro. Su cara está congelada. Sus ojos se mueven de una cámara a otra.
Iralene lo codea con gentileza. Asiente y le responde con gestos
al hombre del podio. Las cámaras se giran de nuevo y sólo entonces puede
respirar.
Se dice a sí mismo que todo lo que debe hacer es levantarse
después de la charla de Foresteed y decir sus líneas: Estoy aquí para representar a mi familia. Mi
padre está muerto. Y ahora es un tiempo de sanación. Gracias por venir, y
espero que todos podamos ir hacia el futuro con seguridad y esperanza. Eso era lo único en lo que él y Hoppes pudieron coincidir. Es tan
lejos como Perdiz podía llevarlo. Casi acaba, se dice a sí mismo.
Escucha la voz de Gertie en su cabeza—Se fuerte, hijo—lo que sólo consigue retorcer su estómago.
Foresteed toma el micrófono. Dice lo de siempre: -Ellery Willux fue
el principal intelectual de esta generación. Un hombre de ciencia, de visión, de
innovación… -Su tono está perfectamente modulado. Sus ojos se humedecen en el
momento adecuado, pero su mandíbula sobresale con braveza. Su voz suena con la tal
emoción que, en algún punto, Perdiz se pregunta si el hombre realmente amó a su
padre. Willux era carismático—incluso al ser la mente maestra detrás de escena
antes de las Detonaciones ¿De qué otra forma pudo haber amasado tanto poder
desenfrenado?
Todavía puede escuchar a Foresteed diciendo, -Tu padre no sólo fue
el mayor asesino en masa de la historia. Fue el más exitoso… -¿Es qué algunas
de estas personas son adoradores?
Los ojos de Foresteed vagan por el gentío mientras habla y luego
los centra en Perdiz. –Nunca olvidemos lo que hizo por nosotros, y llevemos su
legado hacia el futuro.
La espalda de Perdiz pica por el sudor. No quiere que eso suceda.
Y ahora es su turno en el micrófono como si él fuera quien llevaría el legado hacia el futuro, y
supuestamente lo es.
Se levanta y camina por la fila de fotografías ampliadas, que
empiezan en los días de su padre como cadete en el Mejor y más Brillante, cuando
fundó los Siete, se enamoró de la madre de Perdiz, y pudo haber empezado a
volverse loco—quizás mostrando los primeros signos de manía, narcisismo, y tal
vez algo de la buena paranoia a la vieja usanza. Siguen con las fotos de él
como ingeniero líder de la Cúpula, parado junto a más de un presidente, y fotos
más recientes de él dentro de la Cúpula, dando discursos, parado frente a las
fuerzas de elite más recientes de las Fuerzas Especiales. Y luego hay una
fotografía de su padre con un brazo rodeando a cada hijo. Perdiz se ve desgarbado,
pequeño para su edad, y lleva la expresión preocupada de alguien de mediana
edad. Sedge, por el otro lado, entró en la pubertad siendo joven. Es alto y
ancho de hombros. Se para derecho y le sonríe a la cámara. Están frente a un
árbol de navidad. Debe de haber sido la primer navidad después de las Detonaciones.
Tienen un aire de supervivientes. Habían atravesado algo. Ahora están a salvo.
Perdiz sube al podio armado para la trasmisión. Mira hacia la audiencia
pero apenas puede ver por el brillo de las luces. Localiza a Mimi, quien lo
mira somnolienta. A su lado, Iralene le sonríe con los labios apretados y
asiente para darle valor. Foresteed se encuentra en una pared junto a Purdy y
Hoppes.
Como si ya no tuvieras tus propias mentiras,
Perdiz. Si vas a confesarte, ¿Por qué no empiezas por ti mismo?
Tose sobre su puño y abre la boca para decir las líneas que le
dieron. Estoy aquí para
representar a mi familia. Mi padre está muerto. Y ahora es un tiempo de
sanación… Pero cuando empieza a hablar,
las palabras allí son más simples: Maté a mi padre.
Entra en pánico ¿Qué le va a decir a estas personas? Las cámaras
apuntan hacia él—es como estar rodeado de ojos extra grandes. Allí afuera, Lyda
podría estar mirando. Todos están mirando. Esta es en realidad la primera vez
que se dirige a toda la gente de la Cúpula.
La primera vez.
La verdad.
No importa lo que quiere Cygnus de él, lo que Glassings espera. De
todas formas, ninguno se puso en contacto desde la muerte de su padre ¿Por qué?
Lo desconoce, pero sí sabe que ahora está a cargo. Él es el líder. Es tiempo de
que lidere.
Piensa en Bradwell viendo estas cintas algún día ¿Y si termina en
su baúl junto a todas las otras cosas viejas que ha guardado? Escucha a Pressia
preguntándose en voz alta si tiene el coraje y a Il Capitano gritándole, -¡Dilo!
¡Cuéntales! ¿A qué le tienes miedo? Lo peor ya nos pasó a nosotros.
Mierda. Él mismo va a ser padre algún día—pronto. Su propio hijo
podría ver una filmación de este momento en un futuro distante.
Mira al gentío y divisa a Gertie, quién parecía demasiado viejo como
para sentirse tan avergonzado, pero lo está y rápidamente mira sus rodillas. Perdiz
no quiere tener que mandar un mensaje a todos los Gertie en la Cúpula, uno a
uno. No. Mierda. Este es el momento.
Abre la boca de nuevo. Si
les arrebatas su mentira, se auto-destruirán. No
puede seguir con la mentira. Él también tiene que ser capaz de mirarse en el
espejo.
-Gracias a todos por venir, -Dice y mira a Hoppes, quien se ve afablemente
sorprendido. Él quería que fuera más conversador, pero el rosto de Foresteed se
oscurece. Sabe que este apartado del libreto no es bueno. A estas personas les
gusta la consistencia, la normalidad… Toma una bocanada de aire y se aferra al
podio. –Aquí está la honesta verdad sobre mi padre. Él fue la mente maestra
detrás de las Detonaciones. Fue un asesino en masa. –Puede sentir el aire
tensarse, silencioso e inmóvil. –Estuve fuera de la Cúpula. Conocí a gente
que sabe la verdad, incluyendo mi propia madre. Fui testigo de cómo mi padre la
mató junto a mi hermano. –De pronto, esto se sentía como lo más importante. Atestiguar.
Ve un borrón de su madre y Sedge, la explosión. Mira hacia el podio y levanta
la vista hacia el mar de rostros blancos, mirándolo con los ojos abiertos. Ve a
Iralene. Sus ojos brillan con lágrimas. Sacude la cabeza un poco, urgiéndole
que pare, pero no puede detenerse ahora. –La única razón por la que necesitaban
salvarse era porque él voló en pedazos el mundo como lo conocíamos. Mi padre
los salvó porque quería quemar la tierra entera y empezar de nuevo.
Foresteed había empezado a caminar a empujones por entre Hoppes y
Purdy en el pasillo hacia la parte trasera del salón—quizás buscando a la
persona a cargo de las cámaras.
Perdiz acelera. -¿Por qué empezar de nuevo solos? En adición a
tener a la clase inferior de Miserables rotos y fusionados como sirvientes, ¿por
qué no tener, más o menos, piezas cuidadosamente seleccionada de ganado con
ideas similares para arrear hasta alguna nueva versión del planeta que mi padre
quería dominar, solo? Eran su ganado. -Sacude la cabeza. –No, no era un pastor.
No así. No eran su ganado. Eran su audiencia. Todos somos cómplices. Dejamos
que las Detonaciones sucedan. Debemos ser honestos ¿Cómo podremos avanzar hacia
el futuro si no podemos al menos reconocer la verdad del pasado?
La madre de Iralene, Mimi, está fuera de su asiento, marchando
hacia el pasillo, diciendo, -¡No lo soporto! ¡No lo soporto!
Iralene se lanza tras ella.
Otros también se están parando, tratando de irse, empujando a los otros.
Perdiz había perdido a Foresteed entre las luces de la parte
trasera del salón, pero escucha su voz. -¡Corten el micrófono! ¡Córtenlo!
Muchas voces aumentan el volumen, pero Perdiz sigue. –Se lo
debemos a los supervivientes allí afuera—los que llamamos Miserables—y nos lo
debemos a nosotros mismos. Podemos mejorar. Podemos ir al Nuevo Edén con todas
nuestras fallas. Podemos admitirlos. Y podemos, al fin, sentir la culpa. Hacerlo
es como tal vez—sólo tal vez—seremos perdonados. Quiero que cada uno sepa— -El
micrófono se corta. Los reflectores bajan su intensidad. Perdiz puede ver más
de la audiencia ahora. Aquellos aun en sus asientos están petrificados. Sus
caras destensas por el shock y sus ojos abiertos con miedo. El niño que lo
saludo se encuentra sentado junto a su madre, quien le cubre los oídos con las
manos. Hay silencio. Los camarógrafos se alejan de las cámaras, ahora muertas.
Dice Perdiz, -Quiero que cada uno de ustedes sepa que voy a
construir un puente entre Puros y Miserables—desde dentro de la Cúpula hacia
fuera. Voy a hacer lo correcto para que cuando nos mudemos al Nuevo Edén, no
seamos— -Foresteed corre hacia él. Llamaría a los guardias, pero no tiene
control sobre ellos. Sólo responden ante Perdiz. –No seamos tiranos ni opresores.
Debemos decir la verdad para perdonarnos a nosotros mismos y los unos a los
otros y esperar ser perdonados por los que dejamos allí fuera. Los que dejamos
morir.
Foresteed está ahora a su lado, sin aliento por correr detrás de
escenas. Agarra su brazo y lo hace retroceder un poco.
–Está bien, -Dice Perdiz con calma. –Ya acabé.
Baja del escenario, afloja su corbata, y marcha por el pasillo
central. Los guardias trotan para alcanzarlo y escoltarlo por ambos lados. Pasa
la antesala y abre de un empujón las puertas dobles.
Pero no está fuera. Nunca está fuera.
Por un segundo, no sabe a dónde va, pero por supuesto que lo hace.
Quiere saber si Lyda vio la transmisión. Quiere ver a la única persona que lo
entenderá, que sabrá que hizo lo correcto.
Como sea que su futuro se desenvuelva, lo construirá junto a ella.
Esa es la próxima verdad a revelar. Forzará la mano de Hoppes. Una verdad a la
vez… hasta que sólo quede una—que asesinó a su padre. Va a aguantarse esa.
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