sábado, 18 de octubre de 2014

Arder/Quemar - Capítulos 54: Otro cielo y 55: Palabra desde lo Alto - TRADUCIDOS - Julianna Baggott

PRESSIA
OTRO CIELO
El aire en el tacho es cerrado y cálido por sus cuerpos. Pressia y Lyda se habían enderezado para estar sentadas lado a lado. Se sostienen las manos como hermanas. A Pressia le hubiera gustado haber tenido una hermana. Recuerda cómo era esconderse en la cabina en la parte trasera de la barbería quemada, sola.
Mientras Chandry las empuja, Pressia le cuenta a Lyda sobre Irlanda—los jabalíes; las criaturas ciegas y viciosas en el bosque; la enredadera con espinas. Le confiesa lo que le hizo a Bradwell, y cuando lo hace, puede ver sus grandes y negras alas. Dice. –Quiero volver con él. –De hecho, justo ahora, atrapada en este tacho, moviéndose hacia alguna locación desconocida, se iría si pudiera. El vial, la fórmula, salvar vidas… A veces desearía que alguien más pudiera hacerse cargo en su lugar. Quizás sólo esté siendo infantil, pero extraña ser protegida, cuidada. Echa de menos a su abuelo.
No le dice a Lyda que ella y Bradwell están casados. No es algo que alguien más vaya a entender ¿Puede el bosque ser una iglesia? ¿Son las promesas susurradas de dos personas suficientes?
Lyda le aprieta la mano en la oscuridad. –Lo entiendo. –Dice. –Justo ahora, es como si pudiera sentir a mi otro yo aún allí afuera en el bosque—corriendo entre los árboles. Quiero ser ella otra vez…
-No es lo mismo allí afuera. –Dice Pressia, y le explica los efectos de los ataques más recientes de la Cúpula—los incendios, la destrucción, las Fuerzas Especiales más jóvenes y crudas y fáciles de matar. Y los soldados que son como Terrones. Las muertes en ambos bandos.
-¿Y las Madres? –Susurra Lyda.
-Sobrevivieron mejor que la mayoría. Madre Hestra quería que te dijera que te extraña, que eres como una hija para ella.
Lyda suspira. –No puedo vivir aquí por el resto de mi vida, Pressia. Debes entender. Este lugar tiene que ser detenido. Me recuerdas la primer vez que salí—pálida y débil. Me criaron para ser pálida y débil. –Dice Lyda. –Me educaron para ser callada y dulce. No sabía de qué era capaz. Tú vas por allí pensando que no es justo que los Miserables tengan que vivir allí afuera. Pero yo sé que no es justo que los Puros tengamos que vivir—detrás de vidrio, correteando en nuestro mundo falso. Si la Cúpula cayera, sería piadoso—no para los Miserables, sino para los Puros.
-No sé… -Dice Pressia. -¿Estás segura de eso, Lyda? ¿Realmente lo crees?
-Es algo que quizás nunca entiendas. Pero esa es mi verdad. Mía.
-Tengo la cura, Lyda. Tengo lo que necesitan para ayudar sobrevivientes, para salvarlos. No podemos tratar de…
Lyda le aprieta la mano en la oscuridad de nuevo y le cuenta a Pressia sobre la cámara interna en el cuarto de guerra.
-Hay un botón. Puede liberar un gas venenoso y matar a los sobrevivientes. A todos.
-¿Quién tiene acceso a él?
-Sólo Perdiz.
-Nunca lo haría. –Dice Pressia.
-¿Incluso si pensara que es para salvar gente en el proceso? –Dice Lyda. -¿No crees que será capaz de racionalizarlo?
Pressia dice. –No sé qué va a pasar, pero le prometí a las Madres que trataría de sacarte ¿Es eso lo que quieres?
-Más que nada.
El cesto se detiene.
-Hay algo más, Pressia. Perdiz puede comunicarse con otra gente en lugares distantes. Si tu padre está allí afuera…
Pressia no está completamente sorprendida. El sistema de comunicación es cómo Bartrand Kelly supo que Willux estaba muerto y que Perdiz estaba al mando. –Si pudiera hablar con mi padre, me gustaría escuchar su voz. Me gustaría que sepa que estoy aquí. Pero no puedo pensar en nada de eso ahora. No puedo.
-Quiero creer en cómo una vez era entre Perdiz y yo—cómo nos amábamos. Pero tampoco puedo pensar en eso.
Escuchan el chirrido de los goznes de una puerta. Y luego están en movimiento de nuevo, bajando lo que parece ser una rampa.
El carrito se detiene nuevamente.
Chandry abre la tapa y allí arriba hay estrellas—miles. Milagrosas e inexplicables luceros como agujeritos brillantes en otros planetas distantes. Ambas se levantan y Pressia espera una ráfaga de viento.
Pero no, no están afuera. La imagen sobre ellas no es del cielo. Se encuentran en un teatro con filas curvadas de asientos. El cielo es sólo un techo—oscuridad moteada por bombillas de luz.
IL CAPITANO
PALABRA DESDE LO ALTO
El arenero donde Il Capitano y Helmud fueron atados a un marco de un par de hamacas y golpeados, es parte de una escuela primaria, e Il Capitano yace de lado sobre un catre mohoso y casero en lo que debió una vez haber sido la biblioteca, ahora sin techo, sólo las vigas y travesaños restantes. Los rodean estanterías de metal, algunos todavía llenos de pedazos de ceniza y polvo—¿Qué solían ser libros? Helmud ocupa la mayor parte de la almohada plana, fría y húmeda—tan nauseabunda que realmente no vale la pena el leve confort. A veces, un ex-soldado de la ORS entra, le da tragos de agua y se va con rapidez.
Il Capitano escucha voces, huele el humo de fogatas ¿Cuánta gente hay allí afuera? Escucha ganado. No—un bebé llorando. Sus ojos están casi cerrados por la hinchazón.
¿A dónde fue Pressia? A la Cúpula ¿Dónde está Bradwell? Aquí no ¿Simplemente lo dejó rodeado de estantes de libros muertos? Il Capitano se cansa de nuevo. Cabecea y sueña.
Recuerda la forma en la que su madre les leía, recuerda las grandes páginas en los libros. Il Capitano en la cama de arriba, Helmud debajo. Cada uno envuelto en sábanas blancas. Verano. Un ventilador de pie en la esquina cortando aire—un zumbido constante. La luna encerrada en la ventana.
Cuando ella enfermó, quería salvarla. Cuando se fue, tomó el mando. Se sentó en su silla para leerle libros a Helmud. Una sábana vacía arriba. Cuando su hermano dormía, Il Capitano ponía el rostro frente al revolver del ventilador, dejándolo tartajear su voz—cantando desde atrás.
Lo están pinchando. Helmud se endereza en el catre detrás suyo.
-Un par de costillas rotas. Mayormente contusiones. Todos los cortes fueron cosidos. Con suerte dejó de sangrar internamente. –La voz es áspera y baja. –Quizás un par de fracturas en las piernas. Difícil de decir.
Y entonces está la voz de Bradwell. -¿Cuánto antes de que pueda pararse y moverse? –Il Capitano apenas puede ver sus rostros a través de las ranuras de sus ojos.
-Sufrieron deshidratación. Pero están tomando fluidos. Tendrían que estar de pie pronto—o
él tendría, debería decir.
El polvo en el aire—la ceniza de hojas, encuadernados ¿Cuánto tiempo pasó? No puede decir si fueron horas o días.
Bradwell está a su lado, arrodillado. La otra persona se va. El chico endereza el saco de Il Capitano.
-¿Cómo estás?
-Bien. –Murmura.
-¿Helmud? ¿Estás bien? –Dice Bradwell
Il Capitano siente el sacudir de la cabeza de Helmud.
-Bien. –Dice Bradwell, y se para y toma asiento en su pequeño baúl.
-¿De dónde vino eso? –Pregunta Il Capitano.
-Tuve que ir y tomarlo de los cuarteles. Sabes cómo soy con él.
-Un día, lo dejarás ir. –Dice Il Capitano. Él ha dejado ir su propio pasado. Está limpio.
-Un día. –Bradwell frota los nudillos contra la superficie. –En este baúl, mis padres siguen vivos de alguna forma. Empecé a reescribir su manuscrito. Tenemos más pruebas. Escribí un montón de cosas, Cap. Necesitaba hacerlo. Me alegra que estés mejor. - Bradwell se para y se mete las manos en los bolsillos. –Estaba preocupado.
-Sigues preocupado. –Dice Il Capitano. –Puedo notarlo.
Bradwell mira el cuarto, cruza los brazos sobre el pecho. –Volví a la bóveda.
-¿Por qué?
-Escondí la bacteria allí en uno de los agujeros que solía ser una caja del depósito de seguridad.
Il Capitano siente como si un globo hubiera explotado en su pecho. -¡Gracias a Dios! –Quiere llorar. –Pensé… -Decide no confesar haberla perdido ¿Por qué admitir tal absoluta falla? –Eso fue inteligente.
-Te saqué la bacteria cuando estabas borracho. No creí que estuvieras en la mejor forma para mantenerla a salvo. Y tuve justo tiempo suficiente para esconderla cuando entraron a las corridas.
-Gracias y, siento eso. –Dice Il Capitano.
-Bueno, sólo hay algo más. –Dice Bradwell.
Il Capitano sabe que no quiere oír esto. -¿Qué?
-No está.
-¿No está? –Dice Helmud
-¿Estás seguro de que revisaste el agujero correcto? –Dice Il Capitano. –La pared estaba llena de ellos.
-Los revisé todos. -Bradwell se corre las manos por el cabello. –Alguien la tomó.
-¿Gorse?
-Hablé con todas las personas que estaban en la bóveda. Están de mi lado ahora. Actúan como si fuera un Dios. No fue ninguno de ellos. Estoy seguro.
Le encantaría estirarse y ahorcarlo—un viejo instinto. Pero, por supuesto, él mismo pensó que fue quien la perdió. No puede realmente culpar a Bradwell, y no tiene la fuerza para asfixiar a nadie ahora de todas formas.  Y entonces se da cuenta de cómo se siente realmente sobre la bacteria. Quizás la quería desaparecida. –Sería un alivio que ya no esté en nuestras manos. –Dice. –Excepto que significa que está en las de alguien más.
Bradwell lo mira, confundido. -¿Por qué sería un alivio?
-No podemos tirar abajo la Cúpula.
-¿Qué?
Il Capitano quiere decirle que fue perdonado. Está limpio. –No puedo volver.
-¿Volver a qué?
-A quién solía ser.
-Debemos hacerlo, Cap.
-¿Por qué?
-Para que no haya una división ¿No estás cansado de ser nada? ¿De ser algo dejado para morir?
Il Capitano no puede mirarlo. Ha sido nada por tanto tiempo que no se puede imaginar otra cosa. –Siempre habrá una división. Siempre seremos nosotros y ellos. Y si esta separación desaparece, habrá otro nosotros y ellos.
-Deben enfrentarse a lo que hicieron.
-¿Por qué?
-Todos están esperándome—adoradores de la Cúpula, revolucionarios, la ORS, incluso algunas de las Madres. La solidaridad nos salvará—tú lo dijiste. Incluso los adoradores de la Cúpula creen que esta podría ser una manera de unirse a los Puros, en su propia forma retorcida. Bajaron de los cuarteles, subieron de la ciudad y salieron del bosque y de los Fundizales. Quieren que los lidere.
Esto duele. Il Capitano ha estado tratando de amasar un ejército todos estos años, y viene Bradwell y se lo lleva. Sabe que no es el punto, pero aun. -¿Cuántos hay?
-Demasiados para contar. Y ahora no tengo nada.
Il Capitano se sienta, apoyando la espalda de su hermano contra la pared.
Helmud dice. –Contar. –Tal vez piense que necesitan saber cuántos hay exactamente si terminan dirigiéndose hacia algún tipo de batalla.
-Ahora es el momento. –Dice Bradwell. –Necesitamos la bacteria ¿Cómo sino van los Puros a aprender?
-¿Te refieres a cómo sino tendrás una oportunidad de castigarlos? ¿En serio estás jugando a ser Dios?
-Willux jugó a ser Dios—no yo. –Clava los talones de sus botas en el sucio suelo. -¡Pressia está atrapada allí, Cap! ¿Quieres que simplemente la abandone?
-¿Estás haciendo todo esto para traerla de vuelta? -¿Será Bradwell el héroe en todo esto? Pressia presionó a Il Capitano para hacer lo correcto ¿No está haciéndolo por fin? ¿No vale de algo?
-Lo hago porque es la misión. Hasta ahora, era tu misión.
-Dijiste que enseñabas Historia Eclipsada porque debíamos aprender  del pasado para no repetirlo ¿No es este sólo otro apocalipsis, más pequeño—bajo tus propios términos esta vez?
Bradwell se sienta en el suelo, se apoya la cabeza en las manos. Sus alas vuelan el polvo a su alrededor. Se frota los ojos ¿Está por llorar?
-¿Qué? –Dice Il Capitano. -¿Qué pasa?
-Perdí la bacteria. Nos emborrachamos, Cap. Nos emborrachamos. Despertamos. Nos capturaron. Trate de esconderla. Ya no está. –Mira a Il Capitano. -¿Qué soy, Cap?
-¿A qué te refieres?
-¿Soy un ser humano? ¿Un animal? ¿Soy siquiera el hijo de mis padres? ¿Qué crees que soy?
-No importa lo que pienso.
-Para mí sí.
-Eres un profeta. Eso es lo que algunos dicen. Un ángel, tal vez, con esas alas. Crees en la verdad. Esa es la razón de es por qué Pressia te ama.
-¿Cómo podría amarme así?
-Ahora sabes cómo me siento.
-Cómo me siento. –Dice Helmud ¿Está también enamorado de ella?
-Realmente la amas ¿O no?
Il Capitano asiente. Bradwell parece aceptarlo. Por alguna extraña razón, incluso parece estar feliz de escucharlo. –No mandó palabra todavía ¿No? Tenemos tiempo. Quizás podamos encontrarla.
-Quizás. -Dice Bradwell.
-Palabra de lo alto. –Dice Il Capitano, recordando cómo lo puso Bradwell. –Sigue habiendo algo de tiempo.
Helmud dice. –Lo alto. –Il Capitano lo siente arqueando la espalda, mirando hacia arriba por la biblioteca sin techo, al cielo. -¡Lo alto! –Dice de nuevo.
-Lo sabemos, Helmud. Lo sabemos. Cállate ¿Sí? –Le dice a su hermano.
-¡Lo alto! –Dice Helmud nuevamente, y entonces agarra el mentón de Il Capitano y lo empuja hacia arriba.
-¡Fuera! -Dice Il Capitano.
Helmud apunta al cielo.
Il Capitano mira hacia arriba de mala gana. Bradwell también lo hace.
Y allí hay un pequeño punto, tambaleándose en círculos, revoloteando hacia abajo.
-¿Qué es eso? -Dice Bradwell.
La pequeña cosa chisporrotea y se acerca más haciendo espirales.
Freedle.
Aterriza al pie del catre de Il Capitano, alza las alas. Helmud se estira. Freedle salta a su mano. Helmud lo alza. E Il Capitano ve un pequeño borde blanco de un pedazo de papel que fue deslizado dentro de la caja de su cuerpo.

Un mensaje.

2 comentarios:

  1. Oye Ani, ¿cuantos capítulos son? ¿Seguirás traduciendo?

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  2. Hola, sí, son en total unos 66 capítulos mas o menos y voy a seguir traduciendo esta historia y después veré cuál traduzco a continuación... puede ser que me tarde un par de meses para empezar otra historia...
    Quizás traduzca fanfiction que me guste

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