sábado, 4 de octubre de 2014

Arder/Quemar - Capítulos 51: Ruedas - TRADUCIDO - Julianna Baggott

LYDA
RUEDAS
Lyda no tiene mucho tiempo. Pressia, todavía vestida de guardia, está dormida al otro lado de la cama, pero puede despertar en cualquier momento.
Abre gentilmente su mesita de luz y saca el libro Propio del Bebé. Ve su escritura. Ansío. Ansío. Ansío. Las palabras cubren hoja tras hoja. Es todo lo que ha escrito.
Los márgenes están vacíos. Pone el libro de costado y escribe a lo largo del borde exterior justo lo que Pressia le dijo que le escribiría a Bradwell—un mensaje en código:
Nuestras vidas no son accidentes. Este es el inicio, no un final. Haz lo que debas hacer. Y dibuja un rudimentario cisne flotando en una onda. Podría haber parecido como si hubiera enloquecido la noche anterior pero estaba pensando con claridad—sobre el próximo paso y cómo llegar hasta allí. Tenía el corazón altamente destrozado, pero ya no hay salvajez en él. Ahora siente un dolor implacable. Sabe qué debe pasar. Pressia puede no estar segura de si es el momento de derribar la Cúpula, pero Lyda lo está.
Rasga el borde del papel en el que acaba de escribir. Anoche dejó salir a Freedle y ahora chasquea la lengua suavemente, llamándolo. Escucha el
Tick y después un zumbido de alas, y momentos después, se enciende en su palma abierta. Lyda susurró. –Hubo una vez en la que la madre de Pressia te liberó para que buscaras a su hija. Y lo hiciste. Esta vez, con suerte, Cygnus te sacará de la Cúpula y tendrás que encontrar a Bradwell y darle este mensaje.
Alza una de las finas alas de Freedle y, a través de su fina cubierta, puede ver el mecanismo interno. Lyda enrolla el mensaje alargado y pequeño y lo encaja en el cuerpo de la cigarra, pero deja una pequeña cola—un poco que sobresalga, algo que alguno de los otros pudiera notar.
La cigarra abre sus finas alas de metal, aletea, se levanta sobre su mano y revolotea por el cuarto.
Lyda abre la puerta del placar. Hace a un lado los vestidos de maternidad, sus perchas resonando en la barra, pero cuando llega al final del closet, estirándose hacia su armadura casera tejida con perchas, no hay nada. Se fue.
¿Vinieron anoche y se la llevaron? ¿Supieron todo el tiempo que estaba aquí? Se siente invadida, traicionada—y arrebatada de la cosa que hizo para protegerse.
Escucha dos voces en el pasillo hablando rápidamente, con urgencia. Lyda presiona la oreja a la puerta y reconoce la de Chandry—aguda y chillona—y el bajo del guardia. Se imagina a Chandry entrando, rebuscando entre su ropa, y arrancando la armadura. Probablemente ya la tiraron a la basura.
Las voces se detienen. Hay un sonido chirriante, algo repiqueteando por el suelo de madera—¿algo sobre ruedas? Y entonces hay un golpe en el cuarto de bebé. Sabe qué está pasando. Lo están tirando todo abajo.
El sonido despierta a Pressia, que se tensa y sienta.
Lyda se presiona los dedos a los labios.
-¿Qué está pasando allí afuera? –Pregunta Pressia.
-Es Chandry Culp. La que me está enseñando a tejer y, bueno, cómo ser una buena madre. Está derribando el cuarto del bebé. Lo está destruyendo.
-Tu madre le ordenó a Beckley que reemplacen todo allí.
-Mi madre. –Dice Lyda. –Tiene la prueba de que necesitarán llevarme después de sacarme al bebé. Mi madre reportará que estoy certificablemente loca. Quizás lo estoy. –Se sienta junto a Pressia en la cama.
-No. -Dice Pressia. –No digas eso.
-¡Niñas! –Es la voz chillante de Chandry. -¡Niñas, salgan ahora! -¿Va a hacerla desarmar el cuarto del bebé—como castigo?
Lyda chasquea la lengua en busca de Freedle de nuevo, quien pedalea por el aire.
-¡Freedle! -Dice Pressia.
-¡Él está bien! –Dice Lyda, y rápidamente lo toma en sus manos y lo guarda en el bolsillo de su sweater. –Mejor mantenerlo oculto.
Pressia toma la mano de Lyda. -¿Hay alguna forma?
Lyda sabe qué está preguntando ¿Se puede salir de aquí? –Siempre la hay.
Entran al pasillo. La puerta del cuarto del bebé está lo suficientemente abierta como para ver a Chandry en un traje azul brillante, inclinada sobre un gran tacho rectangular sobre ruedas. Está levantando un montón de lanzas afiladas a mano. El orbe ya no está. Chandry también estuvo trabajando duro. Está levemente sin aliento y sudorosa. Murmura para sí misma con enojo. -¡Qué lindo desastre que hicimos! ¡Qué lindo desastre! -Cuando aparecen en la puerta, alza la mirada. -¡Tú! –Le dice a Pressia. -¡Empieza a ayudar!
-¿Y yo? –Pregunta Lyda.
-Alguien reportó que un orbe está roto. Un hombre de reparaciones está aquí. -Lyda mira a Pressia ¡Recordó decirle al guardia! –Quiere saber qué exactamente está mal con él. –Dice Chandry. -¡Personalmente, no creo que deberías seguir teniendo acceso a ese orbe! ¿Pero alguien pidió mi opinión? ¡No! ¡No lo hicieron!
-Bueno. –Dice Lyda. –Iré a verlo.
-Y después vuelve justo aquí. Has sido malvada ¿Me entiendes? Malvada ¡Y tiene que parar!
-Lo prometo. –Dice Lyda. -¡Ya no más de eso!
Chandry asiente una última vez y Lyda camina velozmente hacia la sala de estar. Allí, en la mesa del comedor, está Boyd, usando un mono gris, trabajando en el orbe. -¡Viniste rápido! –Dice Lyda.
Él se levanta y sonríe. –Siempre a tu servicio.
-¿Lo arreglaste?
-Trabajo en ello. –Dice Boyd. –Es un problema de cableado, creo. –No hay nada malo con él, en absoluto ¿así que esto significa que sabe que fue llamado por un motivo completamente diferente?
-Bueno, en verdad necesito tu ayuda. –Dice Lyda.
-Lo estoy suavizando.
-¿Debes llevártelo a la tienda? Pensé que quizás necesitaría ser llevado. –Se refiere a que espera que las pueda sacar—a Pressia y Lyda juntas ¿Pero entenderá?
-Veo tu punto. –Dice Boyd. –Sí. Pensé en ello.
-¿Lo hiciste?
-Sí.
Boyd atornilla un panel negro al orbe, lo aprieta. Se lo entrega a Lyda. -¡Aunque ya está mejor! ¿Ves?
Ella lo admira. -¿No eres un salvador? –Dice Lyda, queriendo decir
Sálvanos.
-Fue lindo ver a Chandry aquí esta mañana. -Dice Boyd, perezosamente guardando sus herramientas.
-¿La conoces?
-Somos vecinos, de hecho. El Sr. y la Sra. Culp son grandes personas.
Lyda se alarma ¿Le está tratando de decir algo?
-De la clase de vecinos que ayudan al resto ¿Sabes?
-En serio… -Dice Lyda.
-En serio. –Dice Boyd. –Siempre puedes confiar en un Culp. -¿Le está diciendo que confíe en Chandry? Lyda tiene ganas de llorar ¿Es una broma? ¿Confiar en Culp?
¿Chandry? Si lo hace, y Boyd está equivocado, terminará en el centro de rehabilitación. Pero si Boyd en verdad es parte de Cygnus y también los Culp, entonces esta podría ser su única oportunidad.
Boyd se estira y le sacude la mano. Se está yendo. Ella lo abraza y susurra. –Devuélvelo al exterior. Es un mensajero. Déjalo ir. –Toma a Freedle de su bolsillo y se lo mete en el del mono gris de Boyd.
Cuando lo suelta, parece confundido, pero debe tener fe en que encontrará a Freedle y hará como le dijo y en que Freedle tendrá el sentido y la fuerza suficiente para entregar el mensaje. Lyda le sonríe a Boyd, le palmea el hombro.
-Ten cuidado con el orbe. –Dice él, pero mira a su panza. Se refiere a Cuida del bebé ¿Está diciendo que no la volverá a ver—por un largo tiempo?
-Lo haré, Boyd. Gracias. –Dice. –Gracias por todo.
-De nada. Espero que todo funcione. –Él le sonríe—con cuidado pero con una pizca de esperanza.
Ella sonríe y después camina por el pasillo.
Cuando entra al cuarto del bebé, Pressia no está a la vista. El gran cesto de plástico sobre ruedas yace en el medio de la habitación. Chandry la mira inquisitivamente y después a las cámaras montadas en las esquinas altas. Los trapos tapándolas ya no están, pero una parece haber sido retorcida para apuntar a una esquina, dejando parte del cuarto fuera de la vista.
-¿Vas a quedarte ahí parada? –Dice Chandry. -¡Deberías haber hecho todo esto sola! –Su tono sigue siendo duro ¿Está haciendo un show? Alza una lanza. –Aquí. –Dice asintiendo hacia el tacho.
Lyda toma la lanza y camina hacia el cesto. Mira dentro y allí, entre todo el desastre de su pieza—los restos de libros y lanzas, pedazos de su vestido, el estante de un par de libros, incluso el bol de cenizas, ahora dado vuelta y todo lo que queda de la cuna—está Pressia. Ella alza la vista y asiente. Confía en Culp. Eso es lo que parece estar diciendo. Lyda deja caer la lanza al cesto.
Chandry tiene un montón de ellas en una mano. Se acerca a la pared que la cámara no está filmando. –Acerca ese tacho. –Dice Chandry. -¡Muévete!
Lyda hace caso. Empuja el tacho hacia el punto que le están señalando. Una vez allí, Chandry asiente. Quiere decir,
Ya no estás a la vista. Entra.
El cesto está oscuro y desordenado con los restos de su pieza. Mientras Lyda entra, Chandry sigue hablando. -¡No sé qué te poseyó para hacer semejante desastre asqueroso! Un niño es un regalo muy, muy bendito.
Pronto, Lyda y Pressia están sentadas en el suelo del tacho. Está sucio con ceniza, como en casa.
Chandry está tirando el último par de lanzas, diciendo. -¿Ibas a traer a este niño en este horrible lugar? ¿En qué estabas pensando? Tú madre tenía razón sobre ti.
Eso duele ¿Qué dijo su madre sobre ella?
-¡Necesitas ayuda! ¡Ayuda real y profesional! Probablemente nunca estés bien de la cabeza ¡Es una condición permanente!
Lyda cierra los ojos. Sabe por qué Chandry dice esto; es una advertencia. Se refiere a que debe salir ya. Su madre volverá a por ella con un equipo de profesionales. Será llevada al centro de rehabilitación y nunca se le permitirá salir. Una condición permanente. Lyda piensa en lo que leyó en su evaluación psicológica: institucionalización de por vida. Abre los ojos.
Pressia se estira y le toma la mano. Debe de saber que esto es duro para Lyda. Es como perder una madre, en un sentido. Quizás peor. Un rechazo. Pressia le da un apretón, y Lyda se lo devuelve.
Chandry Cierra la tapa y el tacho se queda a oscuras.
El cesto empieza a rodar. Lyda puede sentir las ruedas empujando. Escucha su suave rechinar.
Chandry las llevó fuera del cuarto. Se detiene en el pasillo por un momento ¿Las dejó?

No—está de vuelta, tarareando una pequeña tonada, empujando el tacho de basura masivo.
Le dice al guardia. –La pobre chica tuvo un shock. No queremos que pierda el embarazo. Déjenlas a las dos dormir por el resto del día. Ya comieron. Devoraron. No las molesten ¿Me escuchas?
El guardia debe de asentir porque Chandry empieza a moverse de nuevo, las ruedas saltando y agitándose bajo ellos. Lyda se apoya en el piso para estabilizarse y siente el metal tejido estrechamente—su armadura. Está aquí. Tal vez Chandry supo que esta era la forma para que Lyda la mantuviera.

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